Los obispos dieron gracias también por el don de la beatificación de Mama Antula y la canonización del Cura Brochero, a quienes pusieron como ejemplo de esa “Iglesia en salida” que reclama el pontífice.
Mons. Luis Fernández (Rafaela): “El Año Santo nos ha movido a no hacer dramática la vida, sino a afrontar los problemas como desafíos, a no hacer de la vida una tele-novela que adormece y evade, sino a asumir con responsabilidad, entusiasmo y alegría, comprometiéndonos a vivir con autenticidad y construyendo entre todos un mundo más humano y misericordioso, venciendo en nosotros el ansia de poder, de violencia, sabiendo soportar a las personas molestas, que nos pueden alejar de una vida serena y en paz. Vamos aprendiendo a saber escuchar más, ofrecer nuestros sufrimientos como Jesús, no perdiendo la cordialidad, pacientes ante los reclamos y exigencias de amigos y familiares. Vamos aprendiendo que muchas veces el silencio enseña más que mil palabras y una caricia o abrazo, es más fuerte que el rigor de la ley fría sin fundamentos, que el perdón a quien nos ha ofendido, es más perfecto, que el reclamo que se hace desde la venganza y humillación de quien cometió el delito”. Texto completo
Mons. Pedro Laxague (Zárate-Campana): “La alegría que brota del alma deseo puedan redescubrirla todos en el peregrinar de la vida cotidiana. El Señor quiere darnos esta felicidad que tanto necesitamos cuando estamos tristes y desalentados. Dejemos que María nos tome de la mano, y como ‘Madre de Misericordia, nos lleve a Jesús’. Tenemos que animarnos a entregarle a ella lo que agobia nuestro corazón, para que pueda renovarse en el Amor de Dios. Solo si confiamos nuestra vida al Señor, podremos redescubrir la dicha de ser sus hijos, y como familia ser capaces de amarnos como el lo hace, siendo ‘Misericordiosos como el Padre’”. Texto completo
Mons. Vicente Bokalic CM (Santiago del Estero): “Este año nos ha permitido profundizar la mirada sobre nuestras ‘galileas’, aquellas situaciones, estructuras, instituciones y personas que requieren de nosotros palabras y gestos de misericordia, un amor compasivo que sale al encuentro de todos sin excluir a nadie. Constatamos con preocupación la ‘ruptura social’ que vivimos a nivel familiar por el elevado número de separaciones de las parejas con el consiguiente sufrimiento de los hijos, el dolor de las familias pobres sin oportunidades de desarrollarse y de llevar una vida más digna, el trabajo precario e inestable de muchos padres de familia, el drama de las adicciones que golpea tanto en el hogar, la violencia contra la mujer y los niños, la vida truncada de muchos jóvenes en accidentes de tránsito o por la dramática determinación de quitarse la vida, la soledad o el abandono de muchos ancianos, el sufrimiento de campesinos por el atropello de personas poderosas, la falta de oportunidades laborales para muchos jóvenes”. Texto completo
Mons. Carlos José Tissera (Quilmes): “El Año de la Misericordia hoy culmina. El papa Francisco nos convocó a vivirlo con verdadera pasión y esperanza. Esa misma pasión y esperanza con la que el padre obispo Novak caminó en medio nuestro, construyendo el Reino de Dios. Fueron cuarenta años de amor, cuarenta años de alianza. Si grande fue su amor al acompañar a su pueblo en tiempos de muerte y de miedo, soñando con la libertad de la democracia, grande fue también su amor y su pasión cuando la vio enfermarse por la ambición de unos pocos que ejerce la dictadura del dinero y del poder al precio del hambre del pueblo… Escuchemos las palabras de Novak: ‘Profesamos la democracia y defendemos la democracia porque amamos a nuestra patria. Pero es oportuno insistir en que patria y democracia significan trabajo, justamente remunerado, para todos los argentinos. Significan salud para todos. Significan vivienda digna. Significan escolaridad plena. Significan pasar de soluciones de emergencia a soluciones de fondo’”.
Mons. Juan Rubén Martínez (Posadas): Concluyendo el año de la Misericordia. Siempre estaba el tema de la Misericordia, hemos podido orar y siempre crecer en misericordia con nuestros hermanos. Alimentar la fe con la caridad y la Misericordia, nos hace más hermanos y un pueblo mucho más justo y unido. Tenemos que probar nuestra fe con el amor y la caridad, teniendo gestos concretos y reales con nuestros hermanos. No podremos evangelizar si no hemos amado. La fuente de la Evangelización siempre es el amor, es entender las miserias del otro, sus dolores y sufrirlos con paciencia. Enseñarles que no todo está perdido y que el amor, siempre es la premisa en el evangelizar. La fe sin caridad no es una fe Cristiana, es importante que tengamos algunos valores que brotan del evangelio, para poder tener una vida cotidiana más simple y con más amor”.
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