
“En tiempos de Jesús la resurrección de los muertos era una verdad de fe profesada por todo el mundo judío”, expresó monseñor Martorell. Sin embargo, la secta de los Saduceos rechazaba la resurrección de los muertos, por lo que le plantearon a Jesús “para poner en ridículo la fe en la resurrección”, el caso de una mujer que quedó sucesivamente viuda de siete hermanos: “cuando llegue la resurrección de los muertos, ¿de cuál de los hermanos será mujer?”, preguntaron.
Esa pregunta, que intentaba ponerlo a prueba, fue para Jesús una oportunidad, según indicó el obispo, “para explicar que la vida de los resucitados será totalmente diferente de la que se vive en la tierra”, que no se casarán y que ya no pueden morir. Jesús expresa que los resucitados son como ángeles, son hijos de Dios porque participan en la resurrección.
“El cuerpo de los resucitados, será un cuerpo glorificado, no sujeto a las leyes de la carne y de la naturaleza humana. Serán inmortales y no será necesario el matrimonio para asegurar la conservación de la especie humana. El cuerpo de los resucitados, sus cuerpos y sus vidas, serán como la de los ángeles, serán “hijos de Dios”. La gracia de adopción que recibimos en el bautismo llegará a su plenitud transfigurando los cuerpos”, explicó el obispo tomando las palabras de Jesús.
En esa línea, el prelado se hizo eco de lo afirmado por San Pablo: “Así será la resurrección de los muertos: Se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita espiritual”, aseguró.
“Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos’”, recordó el prelado citando a Jesús, y determinó que “los que han muerto para nosotros, están vivos para Él y un día resucitarán todos”, porque Jesús mismo ha dicho de sí: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí aunque haya muerto vivirá”.
La resurrección de Cristo, sostuvo monseñor Martorell, nos hace afirmar la salvación del hombre. “Nosotros vivimos en la fe y caminamos con la esperanza de la gloria futura, obrando el bien y viviendo el amor, para conseguir en el último día una resurrección de vida y no de condenación”, agregó y concluyó pidiendo “que la Virgen nuestra madre en la fe nos ayude a vivir conforme a la esperanza de la gloria futura y de la futura resurrección”.+
Publicar un comentario