Mons. Stanovnik pidió familias santas que cuiden la vida
“En plena Navidad, la Iglesia nos invita a contemplar la Sagrada Familia de Jesús, María y José, para que nos alegremos con ella, nos sintamos acogidos entre ellos todos sin excepción, y renovemos juntos la esperanza y el compromiso de seguir trabajando por el matrimonio cristiano y la familia”, afirmó.
“En este clima y ya hace varios años, hacemos coincidir el envío misionero de los diversos grupos que en los próximos días irán a compartir la alegría de la fe con otras comunidades, para que Jesús siga siendo anunciado, celebrado y vivido”, explicó, y animó a centrarse en la fiesta litúrgica que implica a familias y misioneros.
“La familia de José, María y el Niño es obra de Dios. Él nos sorprende eligiendo para sí una familia respetando el orden de la creación”, señaló.
“Entonces, en esta fiesta recordamos una verdad fundamental: Dios creó al hombre y lo hizo a imagen suya en ese maravilloso binomio mujer-varón, donde el Creador no puede estar ausente sin que ello provoque graves daños a toda la sociedad”, añadió, recordando que “ya el Concilio nos advertía que Dios mismo es el autor del matrimonio, que la familia es escuela del más rico humanismo y que los bienes y fines que de ello se derivan son de la máxima importancia para la continuidad del género humano, para la felicidad de cada miembro de la familia y de la misma comunidad conyugal y familiar, y para toda la sociedad humana”.
El prelado recordó que en la historia hubo numerosos episodios de rebelión del hombre contra su origen y contra su Creador. “El ser humano no tolera escuchar que fue creado, como tampoco soporta que la libertad que anhela tenga algún límite y que, al final, tenga que morir”, advirtió.
“Fuimos creados para administrar bien la vida que recibimos, para cultivar los vínculos de amor y de respeto con nuestros semejantes; y, en amistad con ellos, cuidar y embellecer el lugar que habitamos”, afirmó.
“La dimensión trascendental de la vida humana es una nota esencial de su identidad. Cuando se la oscurece o desnaturaliza, o cuando se la pretende excluir del espacio común, se atenta gravemente contra la esencia del hombre y de la sociedad. La cualidad religiosa del ser humano no es una especie de accidente cultural primitivo, que se iría extinguiendo con el progreso de la ciencia y la tecnología, como piensan algunos”, sostuvo monseñor Stanovnik. “Por el contrario, es precisamente desde esa dimensión más profunda por la cual el hombre puede encontrar sentido al progreso científico y orientarlo hacia el bien de todos”.
“La familia, constituida por un varón y una mujer, y abierta a la vida, es el bien por excelencia, un bien insustituible, que nos viene dado por Dios, quien nos ha creado por amor y está decididamente empeñado en salvarnos por su misericordia, así como lo viene realizando a través de los siglos”, aseguró.
Citando la exhortación apostólica Amoris laetitia sobre el amor en la familia, se refirió puntualmente al matrimonio, tema tratado en el cuarto capítulo: “Allí, el papa Francisco, ofrece profundas reflexiones sobre la paciencia, cómo sanar la envidia, no alardear ni agrandarse, ser amable, desprendido, saber perdonar, alegrarse con los demás, disculpar, confiar, aprender a soportar”.
En ese sentido, animó a la familia a “descubrirlo como la fuente inagotable del amor, del perdón y de la misericordia”, continuó.
En referencia a la segunda lectura, mencionó la pertenencia filial que experimentamos en la familia de Dios, cuando nos amamos sinceramente; y en la comunidad conyugal y familiar “que se abre y nutre con la presencia del Espíritu Santo”.
“En eso consiste el mandamiento de Dios: ‘que nos amemos unos a otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él’”, recordó.
“Este modo de vivir la fe en el matrimonio y en la familia tiene consecuencias en la conducta de todos sus miembros, en la calidad de los vínculos que establecen entre ellos y, en consecuencia, incide necesariamente también en la convivencia social”, sostuvo.
Finalmente, y en referencia al Evangelio, destacó dos actitudes de María y José: “una, la angustiosa preocupación por su hijo; y la otra, María y José, dedicados enteramente al cuidado de su hijo, transitan el doloroso proceso de reconocer que ese hijo no les pertenece, sino que le pertenece a Dios”.
“La fe libera el corazón de cualquier atadura o posesión, y crea las condiciones necesarias para el crecimiento y la maduración de las personas. Por eso, la Sagrada Familia de Jesús, María y José, no es el resultado de la piadosa imaginación de la gente, o de alguna leyenda inventada que muestre un modelo de familia para imitar, una especie de construcción cultural que asegure un tipo de familia y descarte otras posibles formas de emparejarse los seres humanos”, expresó.
“La intervención amorosa de Dios en la historia nos salva de la deriva a la que nos conduce pensarnos al margen del Creador, y nos revela el carácter profundamente humano y divino que él le ha otorgado a la pareja humana, con la que él mismo se ha consustanciado para mostrarle el camino de la vida y de la felicidad”, afirmó.
“La misión de la Iglesia es predicar a Jesús para que ese anuncio ilumine a la familia, para que sea santa y cuide la vida, como dice el lema de esta jornada. Por eso, el envío de los grupos misioneros que irán a misionar en los próximos días, tendrán como consigna decirle a las personas y comunidades que van a visitar: ‘¡Miren cómo nos amó el Padre!’ y ser ellos los primeros en dar testimonio alegre de ser amados por Dios”, continuó.
El arzobispo encomendó a todas las familias al tierno y seguro cuidado de la Sagrada Familia: “A las que tienen la gracia de vivir fieles en el matrimonio y responsables en el cuidado de sus hijos; a las parejas que se preparan para vivir la alegría del amor en el matrimonio y la familia; a aquellas que transitan por el complejo y penoso camino de la separación y formaron nuevas parejas; a las que padecen dolorosas situaciones de violencia intrafamiliar; a las personas y parejas que se sienten incomprendidas y apartadas de la comunidad cristiana; para que la Sagrada Familia, sea para todas ellas un refugio en las desventuras y un estímulo para descubrir que en la familia de Jesús hay lugar para cada uno con su vida a cuestas. Por eso, ¡bendito sea Dios, que se nos regala en la Sagrada Familia de Jesús, María y José!”, concluyó.+
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