Mons. Mestre: “Andar con la frente alta, como respuesta al amor de Dios”
En este sentido eligió sintetizar los puntos del Evangelio de San Lucas en las preocupaciones, la liberación y el levantar la cabeza.
No dejarse aturdir por las ‘preocupaciones’ de la vida
Monseñor Mestre comenzó citando el versículo 34 del Evangelio: “No se embote, no se agobie el corazón de ustedes por las inquietudes, ansiedades, el exceso de preocupaciones, las angustias del futuro”. Invitó a comenzar el Adviento preguntándonos “¿qué es lo que hace más pesado nuestro corazón, qué es lo que nos carga y nos vuelve más ansiosos, excesivamente preocupados y obsesionados por algún aspecto de la vida?”, pregunta que tiene una dimensión psicológica pero también espiritual.
El Hijo del Hombre nos trae ‘liberación’
Continuó el prelado con el versículo 28, el cual “nos recuerda que el Hijo del Hombre nos trae la liberación”. Esta última palabra se traduce del griego como apolitrosis, que significa redención, rescate, “comprar de nuevo”. “Este es nuestro Dios”, afirmó monseñor Mestre, “el que paga el rescate por cada uno de nosotros cuando nos entregamos al pecado. La muerte y resurrección del Señor es el acto redentor por medio del cual se ‘paga’ nuestra liberación de la muerte eterna y del pecado y todas sus consecuencias”, manifestó, y aseguró que “Dios paga un alto precio para que abramos el corazón a la verdad y la vida”, “Él nos redime para que seamos realmente felices”.
El Hijo del Hombre nos anima a ‘levantar’ la cabeza
El mismo versículo invita al este gesto de “levantar la cabeza por el Dios que viene a rescatar y liberar”, indicó el obispo de Mar del Plata. “La presencia de Jesucristo es la que nos da ánimo en medio de los ‘apocalipsis’ de nuestra vida”, porque “Él siempre es más grande y poderoso”. De este modo, su presencia nos hace “recuperar nuestra dignidad de hijos”, y ya no hará falta “andar con la cabeza hacia abajo”, por nuestras debilidades y pecados. En Dios, “no hay lugar ni para el miedo ni para la vergüenza negativa que atrofia, atormenta y paraliza”. Él nos invita a “andar con la frente bien alta, no por nuestro mérito, sino como respuesta y apertura del corazón al Dios Redentor”.+
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