Expresen el amor de Dios más con gestos que con palabras, dijo el Papa a las Hermanitas de Jesús

Expresen el amor de Dios más con gestos que con palabras, dijo el Papa a las Hermanitas de Jesús

“Es importante volver a la experiencia original de la proximidad de Dios, que se entrega, manso y humilde a nosotros para salvarnos y colmarnos de su amor. Y este amor debe expresarse más con la evangelización de los gestos que con la de las palabras: la sonrisa, el silencio, la adoración, la paciencia”, expresó el papa Francisco, en la mañana de este lunes 2 de octubre al recibir en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, a las participantes en el XI Capítulo General de las Hermanitas del Niño Jesús.

En su discurso el pontífice invitó a las religiosas a mantener viva la vida espiritual porque es de “este amor, recibido por Dios de manera incesante y siempre nuevo, que rebosa vuestro amor por los hermanos y por las hermanas”.

“Los jóvenes tienen sed de esta vida espiritual”, dijo en referencia a las vocaciones que se alimentan del “testimonio evangélico” y que “los pobres esperan”. Igualmente, destacó que las religiosas que siguen el corazón del Niño Jesús en su inocencia son “mujeres libres, aferradas a lo esencial”.

Francisco animó a las religiosas a no tener miedo de seguir adelante “llevando en sus corazones al pequeño Niño Jesús, a todos los lugares donde estén los pequeños de nuestro mundo”.

“Sigan siendo libres del lazo de obras y cosas, libres de amar aquellos que encuentran, en cualquier lugar donde el Espíritu les lleve”, dijo el Papa y las animó a seguir fieles a la sencillez del corazón del Niño Jesús: “El Niño Jesús en Nazareth era alegre. Él seguramente jugaba, reía con María y José, con los niños de su edad y con los vecinos de casa”.

El Santo Padre destacó la fidelidad de las hermanas a la autoridad de la Iglesia, así como también al llamado del Evangelio a estar en medio de los hombres.

El Papa las animó a fomentar los gestos también en la comunidad: “Para encontrar el gusto de la vida comunitaria, se necesita buscar siempre la sencillez, el afecto, las pequeñas atenciones, el servicio, el estupor”.

“La fraternidad vivida entre ustedes abre sus corazones a la fraternidad hacia todos. Su fundadora, les invitó a hacerse “árabes entre los árabes, nómadas entre los nómadas, trabajadores entre los trabajadores y, sobre todo, humanos entre los seres humanos“.

Francisco aseguró más adelante que su llamada en el Capítulo General es a acoger no solo el “Espíritu Santo” para enfrentar los desafíos del futuro, sino también una “experiencia espiritual común” de ir a la fuente de la vocación “personal y comunitaria”, más allá de ser un momento de “reflexión sobre cuestiones prácticas”.

Francisco recordó que la fundación de la comunidad hace más de ochenta años, lleva los signos del Evangelio vivo en Jesús. Ellas, sostuvo, “están allí en situaciones humanamente difíciles, con los más pequeños y los más pobres”.

Por último, pidió la intercesión maternal de la Virgen María para ayudar a las hermanas, así como la oración de la Iglesia para el capítulo general que están celebrando en Roma.

La Fraternidad de las Hermanitas de Jesús fue fundada el 8 de septiembre de 1939 en Touggourt, Argelia, por Carlos de Jesùs Carlos de Foucauld) y Magdalena de Jesús. Son de vida contemplativa centrada en la Eucaristía y vivida en el corazón del mundo, en particular de los más pobres. Actualmente suman alrededor más de 1.200 miembros, distribuidas en pequeñas comunidades inmersas en el mundo, especialmente comprometidas en lugares hostiles, se calcula que un cuarto de ellas trabajan en países donde la población islámica es mayoría. A la Argentina llegaron el 15 de septiembre de 1957 y tienen tres comunidades, en Monte Chingolo y Monte Grande en la provincia de Buenos Aires y en la provincia de Neuquén.

Texto completo del discurso del Santo Padre
Queridas hermanas,

Me alegra recibirlas en ocasión de su Capítulo General. Saludo a la responsable general y a través de ustedes saludo a todas las Hermanitas de Jesús.

La celebración de un Capítulo General es un tiempo de gracia para todo instituto de vida consagrada. En un clima de oración y afecto fraterno, los religiosos se reúnen para escuchar al Espíritu Santo, para afrontar juntos las múltiples preguntas y desafíos que el instituto enfrenta en ese preciso momento de su historia. Sin embargo, antes de ser un momento de reflexión sobre cuestiones prácticas, un capítulo es la experiencia espiritual común de un retorno a la fuente de la llamada, personal y comunitaria.

Y la fuente de su instituto es la experiencia arrolladora de la ternura de Dios que sintió su fundadora, la hermanita Magdalena de Jesús. Tras las huellas del beato Charles de Foucauld, se dio cuenta de que el Dios Todopoderoso, Creador y Señor del universo, no tuvo miedo de hacerse un niño pequeño, confiado, en los brazos de María por amor a nosotros, y todavía quiere entregarse humildemente a cada uno de nosotros por amor.

Hoy, casi ochenta años después de la fundación del Instituto, más de mil Hermanitas están esparcidas por todo el mundo. Se encuentran en situaciones humanamente difíciles, con los más pequeños y los más pobres. No están allí principalmente para curar, educar, enseñar el catecismo -aunque estas cosas son buenas– sino para amar, para estar con los más pequeños, como lo hizo Jesús, para anunciar el Evangelio con la vida sencilla hecha de trabajo, de presencia, de amistad, de acogida incondicional.

Es importante, de importancia vital para ustedes que vuelvan a esta experiencia original de la proximidad de Dios, que se entrega, manso y humilde a nosotros para salvarnos y colmarnos de su amor. Y este amor debe expresarse más con la evangelización de los gestos que con la de las palabras: la sonrisa, el silencio, la adoración, la paciencia. Me viene en mente el diálogo entre el roble y el almendro. El roble dijo al almendro: “Háblame de Dios” y el almendro floreció. Esto es lo que les pide la Iglesia: florezcan, florezcan en gestos de amor y de Dios.

Sobre todo, queridas hermanas, asegurarse de mantener ferviente su vida espiritual, porque es de este amor recibido de Dios de manera incesante y siempre nuevo, de donde se desborda su amor por nuestros hermanos y hermanas. Es de esta vida espiritual de la que los jóvenes tienen sed y que les permite responder a su vez a la invitación del Señor. De esta vida espiritual nace el testimonio evangélico que esperan los pobres. Las recetas sirven, pero después; si no hay eso, no surten efecto.

No tengan miedo de seguir adelante, llevando en el corazón de ustedes al Niño Jesús, en todos los lugares donde están los pequeños en nuestro mundo. Manténgase libres de los lazos con las obras y las cosas, libres para amar a aquellos que encuentren donde quiera que el Espíritu las guíe. Libres para volar, libres para soñar.

Las dificultades del tiempo presente les hacen compartir los dolores de tantos hermanos: también ustedes, como ellos, a veces se encuentran obligadas a cerrar o abandonar sus hogares para huir a otro lugar; también conocen las pruebas de la edad, la soledad y el sufrimiento; también experimentan la dureza del camino cuando se trata de permanecer fiel atravesando desiertos. Pero en todo esto, el amor que llevan en sus corazones hace de ustedes mujeres libres de las apegadas a lo esencial.

Presten atención a la calidad de la vida fraterna en sus comunidades. A pesar de las pruebas, la Hermanita Magdalena, siguiendo a Jesús pobre entre los pobres, encontró la verdadera alegría, una alegría que compartió con todos, empezando por sus hermanas. La sencillez y la alegría pertenecen a la vida consagrada, y de manera especial a la suya. El Niño Jesús en Nazaret estaba alegre, ciertamente jugó y río con María y José, con los niños de su edad y con los vecinos. Para encontrar el sabor de la vida comunitaria, siempre hay que buscar la sencillez, el afecto, las pequeñas atenciones, el servicio y la maravilla.

De esta fraternidad entre ustedes nace el servicio de la autoridad. El ejercicio de la responsabilidad, en la Iglesia, está enraizado en la voluntad común y fraterna de escuchar al Señor, de estar en su escuela y vivir de su Espíritu para que su Reino pueda extenderse a todos los corazones. Es en este contexto de escucha común y fraternal es donde encuentran lugar el diálogo y la obediencia. Y en tal obediencia, como el Niño Jesús, todas las Hermanitas crecerán "en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres" (Lc 2, 52).

La fraternidad vivida entre ustedes abre sus corazones a la fraternidad hacia todos. Su fundadora las invitó a hacerse "árabes entre los árabes, nómadas entre los nómadas, trabajadoras entre los trabajadores y, sobre todo, humanas entre los seres humanos" (Annie De Jesús, La hermanita Magdalena de Jesús. La experiencia de Belén hasta el fin del mundo, Cerf, 2008, p.184). Comediantes con los comediantes, como aquí en Roma. Y así es cómo el Instituto se ha extendido a muchos países y ustedes han encontrado a tantos de estos pequeños, de todas las razas, idiomas y religiones. El corazón de ustedes no tiene barreras. Por supuesto, no pueden cambiar el mundo solas, pero lo pueden iluminar llevando la alegría del Evangelio en los barrios, en las calles, mezcladas con la multitud, siempre cerca de los más pequeños.

Estando ustedes mismas entre los pequeños que la Virgen Bienaventurada presenta a su Hijo Jesús nuestro Señor, puede contar con su materna intercesión, así como con la oración de la Iglesia por vuestro Instituto, especialmente con motivo de este Capítulo General.

Les agradezco, de verdad, les agradezco su visita, y les pido por favor que recen por mí. Gracias+

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