marzo 2018

La Iglesia argentina recordó este Viernes Santo la pasión de Jesús con diversas representaciones del Camino de la Cruz. En diferentes puntos del país se desarrollaron representaciones con gran asistencia de fieles.

Una multitud acompañó al padre Peries en Rosario
Decenas de miles de fieles llegaron de todo el país a la ciudad de Rosasrio para participar del viacrucis de seis kilómetros encabezado por el sacerdote Ignacio Peries.

El recorrido inició en la parroquia Nuestra Señora de la Natividad y reunió a más de 300 mil personas en la representación que se realiza de manera ininterrumpida desde 1979.

“Es imponente la cantidad de gente, pero lo más importante es la calidad y la fe con la que vienen a participar”, manifestó el sacerdote, y recordó que el mensaje de este año es que “aunque nos equivoquemos, Dios nunca nos abandona”.

"Que Dios los ayude para llevar su cruz de cada día”, rezó el padre Ignacio ante los fieles antes de partir desde la parroquia para representar las 14 estaciones del viacrucis, que recorrió el barrio Rucci hasta llegar a la avenida de los Granaderos.

Tandil recorrió el Camino de la Cruz
La comunidad de Tandil se congregó este Viernes Santo en el monte Calvario para participar del Camino de la Cruz, que recorrió las calles hasta llegar a la parroquia del Santísimo Sacramento.

Encabezaron la procesión los sacerdotes de las diferentes parroquias de la ciudad, seguidos por las autoridades miunicipales, civiles y militares, estudiantes de instituciones religiosas y una gran cantidad de fieles.

Replicando palabras del papa Francisco, dieron la bienvenida a los peregrinos de todos lados y los invitaron a vivir plenamente el momento. “Que su visita les permita unirse más a Jesús y así contagien a su comunidad”, se oyó a través de los parlantes, a continuación elevaron un pedido de “ánimo, fortaleza y amor” al Espíritu Santo.

Los fieles fueron incentivados a revisar la actitud de cada uno para con Dios y sus pares, reflexionando acerca de cómo son con respecto a la sociedad que los rodea. “Señor ayúdanos a llevar nuestra cruz interior”, resonó la oración.

Mons. Fernández encabezó el viacrucis en Jujuy
El obispo de Jujuy, monseñor Daniel Fernández, encabezó la procesión de fieles en el viacrucis viviente que recorrió tres escenarios ubicados alrededor de la plaza Belgrano, en la noche del Viernes Santo, acompañado por una gran concurrencia de fieles.

Un grupo teatral fue el encargado de escenificar la pasión y muerte de Jesús. Finalizada la representación, la comunidad recorrió las calles de la ciudad con las imágenes de Cristo crucificado, de la Virgen milagrosa de San Juan.

Monseñor Fernández expresó: “Como siempre queremos hacer presente el amor de Jesús en este Viernes Santo y responder un poco a la piedad popular que se expresa en viacrucis donde la gente buscó unirse a la pasión y al sufrimiento de Jesús”.

XV viacrucis submarino en Puerto Madryn
La comunidad de Puerto Madryn acompañó el XV Viacrucis de la ciudad, que se dirigió desde la parroquia Sagrada Familia hasta el muelle Luis Piedrabuena portando una cruz de cuatro metros.

Cientos de fieles acompañaron la procesión en sus catorce estaciones, las primeras ubicadas en sitios emblemáticos de la costa.

Nadadores, apneistas, buzos y kayaquistas aguardaban en el muelle para representar las últimas estaciones, que fueron submarinas. El buzo profesional “Pinino” Orri se sumergió portando la cruz.

“Madryn ya es un ícono a nivel internacional por lo que agradezco a todos los buzos, prestadores y cámaras de la ciudad. Estamos muy contentos, con 45% de ocupación más la gente de la comarca disfrutando de esta tradición en Semana Santa”, manifestó el intendente Ricardo Sastre desde el muelle.

Viacrucis de la Juventud en Tucumán
Con el lema “Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Ven y sígueme”, se realizó en Tucumán, en la noche del Miércoles Santo, el Viacrucis de la Juventud.

Los Jóvenes de grupos parroquiales, colegios y movimientos se concentraron a las 19 en el colegio Santa Catalina para luego partir hacia la Iglesia Catedral. En el recorrido, las estaciones estuvieron representadas por distintos grupos pertenecientes a colegios y también por grupos que trabajan con jóvenes en situación de vulnerabilidad.

Al finalizar el Camino de la Cruz, monseñor Carlos Sánchez, arzobispo de Tucumán, presidió la misa.

Los itateños caminaron junto a Jesús
Los fieles de Itatí, en Corrientes, asistieron el Viernes Santo al Viacrucis que recorrió las calles del lugar partiendo desde la basílica y santuario Nuestra Señora de Itatí con la Cruz, el Cristo Yacente y la Virgen de los Dolores, portada por las mujeres vestidas de negro.

La actividad estuvo encabezada por el rector del santuario, presbítero David Penzotti y recorrió 15 cuadras meditando la pasión y muerte de Jesús.

Las estaciones fueron preparadas y representadas en vivo por vecinos y grupos parroquiales e instituciones.

En el viacrucis, mons. Canecín llamó al cuidado de la Casa Común
El Obispo de Goya, monseñor Adolfo Canecín, acompañó a la multitud que participó del viacrucis del Viernes Santo, que comenzó a las 6 de la mañana en la capilla San Francisco y después de recorrer más de 30 cuadras culminó en la capilla María Reina de las Familias.

Al finalizar, el obispo hizo a los fieles un pedido: “miremos la Cruz”, y añadió: “Mirando la Cruz cada uno se va a decir a si mismo aquellas palabras de San Pablo 'me amó y por mí se entregó, me amo y por mi murió' así le digo a mi hermana y a mi hermano 'te amó y por ti murió', y si nosotros tomamos en serio esta frase seré capaz de generar la mayor revolución de la historia” dijo el pastor diocesano.

Monseñor pidió el compromiso de “tener una estima enorme por mi hermano y mi hermana, sea quien fuere la persona” y recordó “con Cristo y en Cristo aprendemos a cuidar y saber administrar la creación”.

“Quiero pedirles que esta experiencia se prolongue a lo largo de toda la jornada. Que durante todo el día me repita como una letanía, hasta el cansancio, así como una gota cuando cae en la piedra que esta frase pueda penetrar en tu corazón 'me amó y se entregó por mí' y así voy a mirar a cada uno de los integrantes de mi familia con una mirada distinta”, aseguró.

“Miremos a los niños y preguntémonos ¿Qué planeta les vamos a dejar? Los niños nos interpelan”, expresó. “Decididamente porque creemos en Jesús, nuestro compromiso tiene que ser con el hermano, con todo ser humano, pero también con nuestra Casa Común”, concluyó.+

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El papa Francisco presidió esta noche la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro y recordó que “celebrar la Pascua, es volver a creer que Dios irrumpe y no deja de irrumpir en nuestras historias”.

La ceremonia litúrgica se inició con el ‘lucernario’ en el atrio de la basílica, en donde el pontífice encendió el cirio pascual en el fuego nuevo, y le incidió las letras alfa y omega. Llevando el cirio pascual que simboliza a Cristo ‘luz del mundo’, a medida que el Sucesor de Pedro entraba en la basílica que se encontraba en penumbra, la misma se fue iluminando mientras el diácono cantaba por tres veces ‘Lumen Christi’ y la asamblea respondía ‘Deo gratias‘.

En su homilía Francisco manifestó que “la tumba vacía quiere desafiar, movilizar, cuestionar, pero especialmente quiere animarnos a creer y a confiar que Dios «acontece» en cualquier situación, en cualquier persona, y que su luz puede llegar a los rincones menos esperados y más cerrados de la existencia”.

“Resucitó de la muerte, resucitó del lugar del que nadie esperaba nada y nos espera —al igual que a las mujeres— para hacernos tomar parte de su obra salvadora”.

El Santo Padre invitó a tomar parte del anuncio de la resurrección porque “este sostiene nuestra esperanza y la transforma en gestos concretos de caridad”. “Él resucitó y con él resucita nuestra esperanza y creatividad para enfrentar los problemas presentes, porque sabemos que no vamos solos”.

Seguidamente en el marco de la celebración de la Vigilia Pascual, como es tradición, el papa Francisco bautizó a ocho personas. Tres mujeres y cinco hombres de edades de edades comprendidas entre 28 y 52 años: 4 italianos, un albanés, un nigeriano, un estadounidense y un peruano.

Posteriormente, el Santo Padre administró a los nuevos cristianos el sacramento de la Confirmación. Luego todos ellos recibieron por primera vez la Eucaristía.

Homilía del Santo Padre
Esta celebración la hemos comenzado afuera, inmersos en la oscuridad de la noche y en el frío que la acompaña. Sentimos el peso del silencio ante la muerte del Señor, un silencio en el que cada uno de nosotros puede reconocerse y cala hondo en las hendiduras del corazón del discípulo que ante la cruz se queda sin palabras.

Son las horas del discípulo enmudecido frente al dolor que genera la muerte de Jesús: ¿Qué decir ante tal situación? El discípulo que se queda sin palabras al tomar conciencia de sus reacciones durante las horas cruciales en la vida del Señor: frente a la injusticia que condenó al Maestro, los discípulos hicieron silencio; frente a las calumnias y al falso testimonio que sufrió el Maestro, los discípulos callaron. Durante las horas difíciles y dolorosas de la Pasión, los discípulos experimentaron de forma dramática su incapacidad de «jugársela» y de hablar en favor del Maestro. Es más, no lo conocían, se escondieron, se escaparon, callaron (cfr. Jn 18,25-27).

Es la noche del silencio del discípulo que se encuentra entumecido y paralizado, sin saber hacia dónde ir frente a tantas situaciones dolorosas que lo agobian y rodean. Es el discípulo de hoy, enmudecido ante una realidad que se le impone haciéndole sentir, y lo que es peor, creer que nada puede hacerse para revertir tantas injusticias que viven en su carne nuestros hermanos.

Es el discípulo atolondrado por estar inmerso en una rutina aplastante que le roba la memoria, silencia la esperanza y lo habitúa al «siempre se hizo así». Es el discípulo enmudecido que, abrumado, termina «normalizando» y acostumbrándose a la expresión de Caifás: «¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no perezca la nación entera?» (Jn 11,50).

Y en medio de nuestros silencios, cuando callamos tan contundentemente, entonces las piedras empiezan a gritar (cf. Lc 19,40) y a dejar espacio para el mayor anuncio que jamás la historia haya podido contener en su seno: «No está aquí ha resucitado» (Mt 28,6). La piedra del sepulcro gritó y en su grito anunció para todos, un nuevo camino. Fue la creación la primera en hacerse eco del triunfo de la Vida sobre todas las formas que intentaron callar y enmudecer la alegría del evangelio. Fue la piedra del sepulcro la primera en saltar y a su manera entonar un canto de alabanza y admiración, de alegría y de esperanza al que todos somos invitados a tomar parte.

Y si ayer, con las mujeres contemplábamos «al que traspasaron» (Jn 19,36; cf. Za 12,10); hoy con ellas somos invitados a contemplar la tumba vacía y a escuchar las palabras del ángel: «no tengan miedo… ha resucitado» (Mt 28,5-6). Palabras que quieren tocar nuestras convicciones y certezas más hondas, nuestras formas de juzgar y enfrentar los acontecimientos que vivimos a diario; especialmente nuestra manera de relacionarnos con los demás. La tumba vacía quiere desafiar, movilizar, cuestionar, pero especialmente quiere animarnos a creer y a confiar que Dios «acontece» en cualquier situación, en cualquier persona, y que su luz puede llegar a los rincones menos esperados y más cerrados de la existencia.

Resucitó de la muerte, resucitó del lugar del que nadie esperaba nada y nos espera —al igual que a las mujeres— para hacernos tomar parte de su obra salvadora. Este es el fundamento y la fuerza que tenemos los cristianos para poner nuestra vida y energía, nuestra inteligencia, afectos y voluntad en buscar, y especialmente en generar, caminos de dignidad. ¡No está aquí…ha resucitado! Es el anuncio que sostiene nuestra esperanza y la transforma en gestos concretos de caridad. ¡Cuánto necesitamos dejar que nuestra fragilidad sea ungida por esta experiencia, cuánto necesitamos que nuestra fe sea renovada, cuánto necesitamos que nuestros miopes horizontes se vean cuestionados y renovados por este anuncio! Él resucitó y con él resucita nuestra esperanza y creatividad para enfrentar los problemas presentes, porque sabemos que no vamos solos.

Celebrar la Pascua, es volver a creer que Dios irrumpe y no deja de irrumpir en nuestras historias desafiando nuestros «conformantes» y paralizadores determinismos. Celebrar la Pascua es dejar que Jesús venza esa pusilánime actitud que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo tipo de esperanza.

La piedra del sepulcro tomó parte, las mujeres del evangelio tomaron parte, ahora la invitación va dirigida una vez más a ustedes y a mí: invitación a romper las rutinas, renovar nuestra vida, nuestras opciones y nuestra existencia. Una invitación que va dirigida allí donde estamos, en lo que hacemos y en lo que somos; con la «cuota de poder» que poseemos. ¿Queremos tomar parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los acontecimientos?

¡No está aquí ha resucitado! Y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte: No tengas miedo, sígueme."

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El Card. Poli llamó a “trabajar por una cultura de vida” en el viacrucis porteño

Buenos Aires (AICA): “La cruz nos dice que no le tengamos miedo a la muerte, que sigamos apostando por la vida”, señaló el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, en el rezo del tradicional Viacrucis de la Ciudad por la Avenida de Mayo que se realizó este Viernes Santo.
Miles de personas participaron este Viernes Santo del tradicional Viacrucis de la Ciudad por la Avenida de Mayo, en la que el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, cargó la cruz y llamó a “caminar juntos como hermanos” y a “trabajar por una cultura de vida”.

La recreación de la vía dolorosa de Jesucristo, a la que Jorge Bergoglio asistía mezclado entre los fieles, se inició en la intersección de la avenida de Mayo y la calle Bernardo de Irigoyen, y las catorce estaciones fueron rezadas a lo largo de la Avenida de Mayo.

“La cruz nos recuerda el sacrificio del amor de Jesús. Pero no seguimos a un Dios muerto, seguimos un amor de la vida. La cruz nos dice que no le tengamos miedo a la muerte, que sigamos apostando por la vida”, sostuvo el cardenal Poli en su reflexión en la Plaza de Mayo, antes de ingresar a la catedral metropolitana.

El purpurado destacó la diversidad de “raíces” en la Argentina y destacó que “desde los primeros que nos dieron la nacionalidad, nos dieron una cultura de la vida”, incluidos nuestros congresales, en Tucumán, mirando la cruz, al garantizarnos la independencia. “Pero, ¡cómo nos cuesta a los argentinos perseverar en la cultura de la vida!”, lamentó. “Sin embargo –agregó- mirando a Jesús en la cruz, al Señor de la vida, hoy nos dice ‘no bajen los brazos’, no tengan miedo a la muerte, sigan caminando”.

Además, recordó que la Argentina siempre fue “generosa con los inmigrantes”. “Siempre estuvo con los brazos abiertos”, afirmó y preguntó: “¿Cómo retomar la vocación sanmaritana de la Argentina?”. “Mirando la cruz”, respondió.

Y pidió que el Señor nos anime a seguir caminando, a trabajar por una “cultura de la vida”.

“Que cada uno se comprometa ante el Cristo para que nuestra Argentina sea más samaritana y que la vida sea el cantico de los argentinos. Qué el señor nos conceda trabajar para nuestros hermanos, ser para los demás, y tener los sentimientos de este Dios que no fue insensible, que subió a la cruz para demostrarnos cuanto amor nos tenía”, rogó.

Finalmente, concluyó: “Estamos orgullosos de tener cristos en todos lados porque nos recuerda la puerta abierta al Cielo, a toda generosidad, a toda bondad para que siempre tengamos abierta la puerta del corazón”.

El arzobispo estaba acompañado en el estrado por los obispos auxiliares monseñor Enrique Eguía Seguí y monseñor José María Baliña, que también fueron caminando en la marcha.

Presidieron la procesión una imagen de la Virgen Dolorosa, realizada en 1870; un estandarte de la beata María Antonia de Paz y Figueroa (conocida como Mama Antula); la cruz de madera llevada por el cardenal Poli; junto la Cruz de Génova y una imagen de Jesús Nazareno.

Según explicó monseñor Eguía Seguí a AICA, la presencia de la imagen del Nazareno “recupera una tradición de los años 1700”. Esta imagen, que estaba en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales ubicada en la avenida Independencia, “no se sacaba desde hace más de sesenta años”, explicó. “Por impulso de la beata Mama Antula, se colocaba en la Plaza de Mayo desde el Lunes Santo hasta el Domingo de Resurrección”, relató y destacó la importancia de que este año se hayan reincorporado en la procesión la imagen nazarena y la cruz genovesa.

Al llegar a la Plaza de Mayo, luego de la reflexión del cardenal Poli sobre un escenario, una imagen del Cristo yacente, flanqueado de antorchas encendidas, fue entrado a la Catedral, donde fue colocado, para ser besado y tocado por quienes quisieran.

La catedral se llenó de gente rezando. Varios sacerdotes impartían el sacramento del perdón en los confesionarios y otros hablaban brevemente con fieles que hacían cola y les daban una bendición con agua bendita. +

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El Card. Poli llamó a “trabajar por una cultura de vida” en el viacrucis porteño

Buenos Aires (AICA): “La cruz nos dice que no le tengamos miedo a la muerte, que sigamos apostando por la vida”, señaló el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, en el rezo del tradicional Viacrucis de la Ciudad por la Avenida de Mayo que se realizó este Viernes Santo.
Miles de personas participaron este Viernes Santo del tradicional Viacrucis de la Ciudad por la Avenida de Mayo, en la que el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, cargó la cruz y llamó a “caminar juntos como hermanos” y a “trabajar por una cultura de vida”.

La recreación de la vía dolorosa de Jesucristo, a la que Jorge Bergoglio asistía mezclado entre los fieles, se inició en la intersección de la avenida de Mayo y la calle Bernardo de Irigoyen, y las catorce estaciones fueron rezadas a lo largo de la Avenida de Mayo.

“La cruz nos recuerda el sacrificio del amor de Jesús. Pero no seguimos a un Dios muerto, seguimos un amor de la vida. La cruz nos dice que no le tengamos miedo a la muerte, que sigamos apostando por la vida”, sostuvo el cardenal Poli en su reflexión en la Plaza de Mayo, antes de ingresar a la catedral metropolitana.

El purpurado destacó la diversidad de “raíces” en la Argentina y destacó que “desde los primeros que nos dieron la nacionalidad, nos dieron una cultura de la vida”, incluidos nuestros congresales, en Tucumán, mirando la cruz, al garantizarnos la independencia. “Pero, ¡cómo nos cuesta a los argentinos perseverar en la cultura de la vida!”, lamentó. “Sin embargo –agregó- mirando a Jesús en la cruz, al Señor de la vida, hoy nos dice ‘no bajen los brazos’, no tengan miedo a la muerte, sigan caminando”.

Además, recordó que la Argentina siempre fue “generosa con los inmigrantes”. “Siempre estuvo con los brazos abiertos”, afirmó y preguntó: “¿Cómo retomar la vocación sanmaritana de la Argentina?”. “Mirando la cruz”, respondió.

Y pidió que el Señor nos anime a seguir caminando, a trabajar por una “cultura de la vida”.

“Que cada uno se comprometa ante el Cristo para que nuestra Argentina sea más samaritana y que la vida sea el cantico de los argentinos. Qué el señor nos conceda trabajar para nuestros hermanos, ser para los demás, y tener los sentimientos de este Dios que no fue insensible, que subió a la cruz para demostrarnos cuanto amor nos tenía”, rogó.

Finalmente, concluyó: “Estamos orgullosos de tener cristos en todos lados porque nos recuerda la puerta abierta al Cielo, a toda generosidad, a toda bondad para que siempre tengamos abierta la puerta del corazón”.

El arzobispo estaba acompañado en el estrado por los obispos auxiliares monseñor Enrique Eguía Seguí y monseñor José María Baliña, que también fueron caminando en la marcha.

Presidieron la procesión una imagen de la Virgen Dolorosa, realizada en 1870; un estandarte de la beata María Antonia de Paz y Figueroa (conocida como Mama Antula); la cruz de madera llevada por el cardenal Poli; junto la Cruz de Génova y una imagen de Jesús Nazareno.

Según explicó monseñor Eguía Seguí a AICA, la presencia de la imagen del Nazareno “recupera una tradición de los años 1.700”. Esta imagen, que estaba en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales ubicada en la avenida Independencia, “no se sacaba desde hace más de sesenta años”, explicó. “Por impulso de la beata Mama Antula, se colocaba en la Plaza de Mayo desde el Lunes Santo hasta el Domingo de Resurrección”, relató y destacó la importancia de que este año se hayan reincorporado en la procesión la imagen nazarena y la cruz genovesa.

Al llegar a la Plaza de Mayo, luego de la reflexión del cardenal Poli sobre un escenario, una imagen del Cristo yacente, flanqueado de antorchas encendidas, fue entrado a la Catedral, donde fue colocado, para ser besado y tocado por quienes quisieran.

La catedral se llenó de gente rezando. Varios sacerdotes impartían el sacramento del perdón en los confesionarios y otros hablaban brevemente con fieles que hacían cola y les daban una bendición con agua bendita. +

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Desde un palco ubicado en el Monte Palatino, frente al Coliseo Romano, el papa Francisco presidió hoy, 30 de marzo, Viernes Santo, el rezo del viacrucis, ante unas veinte mil personas.

Al finalizar las 14 estaciones, que fueron acompañadas por meditaciones preparadas por jóvenes en el marco del Sínodo de los Obispos sobre la juventud, el pontífice leyó una oración dirigida a Jesús.

“Señor Jesús, nuestra mirada está dirigida a ti, llena de vergüenza, de arrepentimiento y de esperanza. Ante tu amor supremo, la vergüenza nos impregna por haberte dejado sufrir en soledad nuestros pecados”, oró el Papa.

Vergüenza “por haber huido ante la prueba”, “por haber elegido a Barrabás y no a vos”, el “poder”, “la apariencia”, “el dinero”, “la mundanidad y no la eternidad”, señaló.

Manifestó, también, “la vergüenza por tantas personas, incluso algunos de tus ministros, que se han dejado engañar por la ambición y por la vana gloria perdiendo su dignidad y su primer amor”; “la vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y por las guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados”, lamentó.

“La vergüenza de haber perdido la vergüenza ¡Señor Jesús, danos siempre la gracia de la santa vergüenza!”, rogó.

Asimismo, el papa Francisco pidió a Dios que nos otorgue siempre “la gracia del santo arrepentimiento”, que surge “de sentir nuestra pequeñez, nuestra nada, nuestra vanidad y que se deja acariciar por su dulce y poderosa invitación a la conversión”.

E imploró tener “la gracia de la santa esperanza”.

“Ayúdanos, Hijo del Hombre, a despojarnos de la arrogancia del ladrón puesto a tu izquierda, y de los miopes y de los corruptos que han visto en ti una oportunidad de explotar, un condenado al que criticar, un derrotado del que burlarse, otra ocasión para atribuir a los demás, e incluso a Dios, las propias culpas”.

“Te pedimos, en cambio, Hijo de Dios, que nos identifiquemos con el buen ladrón que te miró con ojos llenos de vergüenza, de arrepentimiento y de esperanza; que con ojos de fe vio en tu aparente derrota la victoria divina, y así, arrodillados delante de tu misericordia, y con honestidad, ganó el paraíso”, concluyó el pontífice.

Las 14 estaciones, preparadas por jóvenes de entre 16 y 27 años coordinados por su profesor de religión Andrea Monda, licenciado en Derecho y Ciencias Religiosas, escritor y ensayista, pusieron en evidencia el drama de las guerras y de los migrantes. Durante el viacrucis, la cruz de Cristo fue transportada durante las diferentes estaciones por una familia siria, por jóvenes, por representantes de la Unión Nacional Italiana de Transporte de Enfermos a Lourdes y a otros santuarios, entre otros.+

Texto completo de la oración:
Señor Jesús, nuestra mirada está dirigida a ti, llena de vergüenza, de arrepentimiento y de esperanza.

Ante tu amor supremo, la vergüenza nos impregna por haberte dejado sufrir en soledad nuestros pecados:

La vergüenza de haber huido ante la prueba a pesar de haber dicho miles de veces “incluso si todos te abandonan, yo no te abandonaré jamás”.

La vergüenza de haber elegido a Barrabás y no a ti, el poder y no a ti, la apariencia y no a ti, el dinero y no a ti, la mundanidad y no la eternidad.

La vergüenza por haberte tentado con la boca y con el corazón cada vez que nos hemos encontrado ante una prueba, diciéndote: “si tú eres el Mesías, sálvate y creeremos”.

La vergüenza por tantas personas, incluso algunos de tus ministros, que se han dejado engañar por la ambición y por la vana gloria perdiendo su dignidad y su primer amor.

La vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y por las guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados.

La vergüenza de haber perdido la vergüenza.

¡Señor Jesús, danos siempre la gracia de la santa vergüenza!

Nuestra mirada está llena también de un arrepentimiento que, delante de tu silencio elocuente, suplica tu misericordia:

Un arrepentimiento que germina ante la certeza de que sólo tú puedes salvarnos del mal, sólo tú puedes cura nuestra lepra de odio, de egoísmo, de soberbia, de codicia, de venganza, de codicia, de idolatría, sólo tú puedes abrazarnos devolviéndonos la dignidad filiar y alegrarte por nuestro regreso a casa, a la vida.

El arrepentimiento que surge de sentir nuestra pequeñez, nuestra nada, nuestra vanidad y que se deja acariciar por su dulce y poderosa invitación a la conversión.

El arrepentimiento de David que, desde el abismo de su miseria, encuentra en ti su única fuerza.

El arrepentimiento que nace de nuestra vergüenza, que nace de la certeza de que nuestro corazón permanecerá siempre inquieto hasta que no te encuentre y encuentre en ti su única fuente de plenitud y de quietud.

El arrepentimiento de Pedro que, cruzando su mirada con la tuya, llora amargamente por haberte negado delante de los hombres.

Señor Jesús, ¡danos siempre la gracia del santo arrepentimiento!

Ante tu suprema majestad se enciende, en la tenebrosidad de nuestra desesperación, la chispa de la esperanza para que sepamos que tu única medida de amarnos es la de amarnos sin medida.

La esperanza de que tu mensaje continúe a inspirar, todavía hoy, a tantas personas y pueblos a que solo el bien puede derrotar el mal y la maldad, sólo el perdón puede derrotar el rencor y la venganza, sólo el abrazo fraterno puede dispersar la hostilidad y el miedo del otro.

La esperanza de que tu sacrificio continúa, todavía hoy, a emanar el perfume del amor divino que acaricia los corazones de tantos jóvenes que continúan consagrándote sus vidas convirtiéndose en ejemplos vivos de caridad y de gratuidad en este mundo devorado por la lógica del beneficio y de la ganancia fácil.

La esperanza de que tantos misioneros y misioneras continúen hoy a desafiar la adormecida conciencia de la humanidad arriesgando sus vidas para servirte en los pobres, en los descartados, en los inmigrantes, en los invisibles, en los explotados, en los hambrientos en los encarcelados.

La esperanza de que tu Iglesia santa, y constituida por pecadores, continúe, incluso hoy, a pesar de todos los intentos de desacreditarla, a ser una luz que ilumine, anime, alivie y testimonie tu amor ilimitado por la humanidad, un modelo de altruismo, un arca de salvación y una fuente de certeza y de verdad.

La esperanza de que, de tu cruz, fruto de la codicia y de la cobardía de tantos doctores de la Ley y de los hipócritas, surja la Resurrección transformando las tinieblas de la tumba en el resplandor del alba del Domingo sin atardecer, enseñándonos que tu amor es nuestra esperanza.

Señor Jesús, ¡danos siempre la gracia de la santa esperanza!

Ayúdanos, Hijo del Hombre, a despojarnos de la arrogancia del ladrón puesto a tu izquierda, y de los miopes y de los corruptos que han visto en ti una oportunidad de explotar, un condenado al que criticar, un derrotado del que burlarse, otra ocasión para atribuir a los demás, e incluso a Dios, las propias culpas.

Te pedimos, en cambio, Hijo de Dios, que nos identifiquemos con el buen ladrón que te miró con ojos llenos de vergüenza, de arrepentimiento y de esperanza; que con ojos de fe vio en tu aparente derrota la victoria divina, y así, arrodillados delante de tu misericordia, y con honestidad, ganó el paraíso. Amén.+

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El papa Francisco presidió esta tarde de Viernes Santo, la celebración de la Pasión del Señor, en la Basílica de San Pedro. En este día en el que la Iglesia recuerda la muerte de Cristo en la Cruz, no se celebra misa, único día del año.

La celebración litúrgica incluye una celebración de la Palabra, la lectura de la Pasión según el Evangelio de San Juan, la adoración de la Cruz y concluye con la comunión eucarística. Es una celebración sencilla, sobria, sin música ni ornamentos y centrada en la muerte de Jesús.

Antes del comienzo de la ceremonia, los celebrantes se postran en el suelo, ante el altar. Es un símbolo de cómo la humanidad implora perdón por sus pecados. Así lo hizo el papa Francisco, vestido de púrpura en recuerdo de la sangre de Jesús derramada en el Calvario.

El Santo Padre, postrado en el suelo, oró durante unos minutos junto a todos los fieles arrodillados presentes en la basílica. Después de ese instante de oración silenciosa, el pontífice, con la ayuda de los ceremonieros, se puso de nuevo en pie y se procedió a la proclamación de la Palabra.

Tras las lecturas, se descubrió la cruz y se adoró con la siguiente aclamación pronunciada tres veces: “Miren el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Vengan a adorarlo!”.

La homilía la realizó el sacerdote capuchino, padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia quien señaló que “Cristo en la cruz era el nuevo templo de Dios, de cuyo costado, como había predicho el profeta Ezequiel, brota el agua de la vida”.

Reflexionando sobre el significado más intrínseco de la cruz de Cristo, y de la omnipresencia del Crucificado en nuestras iglesias, en los altares y en cualquier lugar frecuentado por cristianos; el padre Cantalamessa propuso dos claves de lectura para este misterio cristiano, apoyándose en la sugerencia que afirma que Dios se revela «sub contraria specie», es decir; bajo lo contrario de lo que él es en realidad: revela su potencia en la debilidad, su sabiduría en la necedad, su riqueza en la pobreza.

“Sin embargo, esta clave de lectura no se aplica a la cruz”, añadió el predicador, señalando que en la cruz, Dios se revela «sub propia specie», es decir, por lo que él es, en su realidad más íntima y más verdadera.

«Dios es amor», escribe Juan (1 Jn 4,10), amor oblativo, y sólo en la cruz se hace manifiesto hasta dónde se abre paso esta capacidad infinita de auto-donación de Dios.

Además, subrayó que “en el año en que la Iglesia celebra un Sínodo sobre los jóvenes y quiere ponerlos en el centro de la propia preocupación pastoral, la presencia en el Calvario del discípulo que Jesús amaba, encierra un mensaje especial. Tenemos todos los motivos para creer que Juan se adhirió a Jesús cuando todavía era bastante joven”.

“Justamente nos esforzaremos en este año por descubrir qué espera Cristo de los jóvenes, qué pueden dar a la Iglesia y a la sociedad. Lo más importante, sin embargo, es otra cosa: es hacer conocer a los jóvenes lo que Jesús tiene que aportarles”.

Por otro lado, diferenció entre el mundo que no se debe amar y el que sí se debe amar. “El mundo que no debemos amar, y al cual no debemos someternos, no es, lo sabemos, el mundo creado y amado por Dios, no son los hombres del mundo a cuyo encuentro, por el contrario, siempre debemos ir, especialmente a los pobres, a los últimos”.

“El ‘mezclarse’ con este mundo del sufrimiento y de la marginación es, paradójicamente, el mejor modo de ‘separarse’ del mundo, porque es ir allá donde el mundo evita ir con todas sus fuerzas. Es separase del principio mismo que rige el mundo, es decir, el egoísmo”.

En cambio, “el mundo que no hay que amar es otro; es el mundo tal como ha llegado a ser bajo el dominio de Satanás y del pecado, ‘el espíritu que está en el aire’ lo llama san Pablo”.

Homilía del P. Cantalamessa
«Quien lo ha visto da testimonio de ello»

Al llegar donde estaba Jesús, viendo que ya estaba muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados con una lanza le atravesó el costado, e inmediatamente salió sangre y agua. Quien lo ha visto da testimonio de ello y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean (Jn 19, 33-35).

Nadie podrá nunca convencernos de que esta solemne declaración no corresponda a la verdad histórica, que quien dice que estaba allí y vio, en realidad no estaba allí y no vio. En este caso se juega en ello la honestidad del autor. En el Calvario, a los pies de la cruz, estaba la Madre de Jesús y, junto a ella, «el discípulo que Jesús amaba». ¡Tenemos un testigo ocular!

Él «vio» no sólo lo que ocurría bajo la mirada de todos. A la luz del Espíritu Santo, después de la Pascua, vio también el sentido de lo que había sucedido: que en ese momento era inmolado el verdadero Cordero de Dios y se realizaba el sentido de la Pascua antigua; que Cristo en la cruz era el nuevo templo de Dios, de cuyo costado, como había predicho el profeta Ezequiel (47,1ss.), brota el agua de la vida; que el espíritu que él entrega en el momento de la muerte (Jn 19, 30) da comienzo a la nueva creación, como «el Espíritu de Dios», aleteando sobre las aguas había transformado, al principio, el caos en el cosmos. Juan, entendió el sentido recóndito de las últimas palabras de Jesús: «Todo está cumplido».

Pero, ¿por qué —nos preguntamos—, esta ilimitada concentración de significado en la cruz de Cristo? ¿Por qué esta omnipresencia del Crucificado en nuestras iglesias, en los altares y en cualquier lugar frecuentado por cristianos? Alguien ha sugerido una clave de lectura del misterio cristiano, diciendo que Dios se revela «sub contraria specie», bajo lo contrario de lo que él es en realidad: revela su potencia en la debilidad, su sabiduría en la necedad, su riqueza en la pobreza...

Esta clave de lectura no se aplica a la cruz. En la cruz Dios se revela «sub propia specie», por lo que él es, en su realidad más íntima y más verdadera. «Dios es amor», escribe Juan (1 Jn 4,10), amor oblativo, y sólo en la cruz se hace manifiesto hasta dónde se abre paso esta capacidad infinita de auto-donación de Dios. «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1); «Tanto amó Dios al mundo que dio (¡a la muerte!) al Hijo unigénito» (Jn 3,16); «Me amó y entregó (¡a la muerte!) a sí mismo por mí» (Gál 2,20).

En el año en que la Iglesia celebra un Sínodo sobre los jóvenes y quiere ponerlos en el centro de la propia preocupación pastoral, la presencia en el Calvario del discípulo que Jesús amaba, encierra un mensaje especial. Tenemos todos los motivos para creer que Juan se adhirió a Jesús cuando todavía era bastante joven. Fue un auténtico enamoramiento. Todo el resto pasó de golpe a segunda línea. Fue un encuentro «personal», existencial. Si en el centro del pensamiento de Pablo está el obrar de Jesús, su misterio pascual de muerte y resurrección, en el centro del pensamiento de Juan está el ser, la persona de Jesús. De ahí todos esos «Yo soy» de resonancias eternas que salpican su Evangelio: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», «Yo soy la luz», «Yo soy la puerta», simplemente «Yo soy».

Juan era, casi con certeza, uno de los dos discípulos del Bautista que, al comparecer en la escena de Jesús, fueron detrás de él. A su pregunta: «Rabbì, ¿dónde vives?», Jesús respondió: «Venid y veréis». «Fueron, pues, y ese día se quedaron con él; eran aproximadamente las cuatro de la tarde» (Jn 1,35-39). Esa hora decidió sobre su vida y por eso nunca la olvidó.

Justamente nos esforzaremos en este año por descubrir qué espera Cristo de los jóvenes, qué pueden dar a la Iglesia y a la sociedad. Lo más importante, sin embargo, es otra cosa: es hacer conocer a los jóvenes lo que Jesús tiene que aportarles. Juan lo descubrió estando con él: «vida en abundancia», «alegría plena».

Hagamos que en todos los discursos sobre los jóvenes y a los jóvenes resuene en el trasfondo la apremiante invitación del Santo Padre en la Evangelii gaudium: «Invito a todo cristiano, en cualquier lugar y situación que se encuentre, a renovar hoy mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de buscarlo cada día sin descanso. No hay motivo para que alguien pueda pensar que esta invitación no es para él» (EG 3). Encontrar personalmente a Cristo también es posible hoy porque él está resucitado; es una persona viva, no un personaje. Todo es posible después de este encuentro personal; nada cambiará realmente en la vida sin él.

Además del ejemplo de su vida, el evangelista Juan dejó también un mensaje escrito a los jóvenes. En su Primera Carta leemos estas conmovedoras palabras de un anciano a los jóvenes de sus Iglesias:

«Les escribo a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al maligno. ¡No amen el mundo, ni las cosas del mundo!» (1 Jn 2,14-15)

El mundo que no debemos amar, y al cual no debemos someternos, no es, lo sabemos, el mundo creado y amado por Dios, no son los hombres del mundo a cuyo encuentro, por el contrario, siempre debemos ir, especialmente a los pobres, a los últimos. El «mezclarse» con este mundo del sufrimiento y de la marginación es, paradójicamente, el mejor modo de «separarse» del mundo, porque es ir allá donde el mundo evita ir con todas sus fuerzas. Es separase del principio mismo que rige el mundo, es decir, el egoísmo.

No, el mundo que no hay que amar es otro; es el mundo tal como ha llegado a ser bajo el dominio de Satanás y del pecado, «el espíritu que está en el aire» lo llama san Pablo (Ef 2,1-2). Un papel decisivo desempeña en él la opinión pública, hoy también literalmente espíritu «que está en el aire» porque se difunde por el aire a través de las infinitas posibilidades de la técnica. «Se determina un espíritu de gran intensidad histórica, al que el individuo difícilmente se puede sustraer. Nos atenemos al espíritu general, lo consideramos evidente. Actuar o pensar o decir algo contra él es considerado cosa absurda o incluso una injusticia o un delito. Entonces no se osa ya situarse frente a las cosas y a la situación, y sobre todo a la vida, de manera diferente a como las presenta».

Es lo que llamamos adaptación al espíritu de los tiempos, conformismo. Un gran poeta creyente del siglo pasado, T.S. Eliot, escribió tres versos que dicen más que libros enteros: «En un mundo de fugitivos, la persona que toma la dirección opuesta parecerá un desertor».

Queridos jóvenes cristianos, si se le permite a un anciano como Juan dirigirse directamente a ustedes, los exhorto: ¡Sean de los que toman la dirección opuesta! ¡Tengan la valentía de ir contra corriente! La dirección opuesta, para nosotros, no es un lugar, es una persona, es Jesús nuestro amigo y redentor.

Se los confía particularmente una tarea a ustedes: salvar el amor humano de la deriva trágica en la que ha terminado: el amor que ya no es don de sí, sino sólo posesión —a menudo violenta y tiránica— del otro. En la cruz Dios se reveló como ágape, amor que se dona. Pero el ágape nunca está separado del eros, del amor de búsqueda, del deseo y de la alegría de ser amado. Dios no nos hace sólo la «caridad» de amarnos: nos desea; en toda la Biblia se revela como esposo enamorado y celoso. También el suyo es un amor «erótico», en el sentido noble de este término. Es lo que explicó Benedicto XVI en la encíclica «Deus caritas est».

«Eros y agapé —amor ascendente y amor descendente— nunca llegan a separarse completamente [...]. La fe bíblica no construye un mundo paralelo o contrapuesto al fenómeno humano originario del amor, sino que asume a todo el hombre, interviniendo en su búsqueda de amor para purificarla, abriéndole al mismo tiempo nuevas dimensiones» (nn.7-8).

No se trata, pues, de renunciar a las alegrías del amor, a la atracción y al eros, sino de saber unir al eros el ágape, al deseo del otro, la capacidad de darse al otro, recordando lo que san Pablo refiere como un dicho de Jesús: «Hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35).

Es una capacidad que no se forja en un día. Es necesario prepararse para donarse totalmente uno mismo a otra criatura en el matrimonio, o a Dios en la vida consagrada, empezando por donar el propio tiempo, la sonrisa y la propia juventud en la familia, en la parroquia, en el voluntariado. Lo que muchos de vosotros silenciosamente hacéis.

Jesús en la cruz no sólo nos ha dado el ejemplo de un amor de donación llevado hasta el extremo; nos ha merecido la gracia de poderlo ejercitar, en pequeña parte, en nuestra vida. El agua y la sangre que brotaron de su costado llegan a nosotros hoy en los sacramentos de la Iglesia, en la Palabra, aunque sólo mirando con fe al Crucificado. Juan vio proféticamente una última cosa bajo la cruz: hombres y mujeres de todo tiempo y de cada lugar que miraban a «quien fue traspasado» y lloraba de arrepentimiento y de consuelo (cf. Jn 19, 37; Zac 12,10). A ellos nos unimos también nosotros en los gestos litúrgicos que seguirán dentro de poco.+

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El Card. Poli a los sacerdotes: "Por la consagración le pertenecemos a Dios"

Buenos Aires (AICA): En la catedral metropolitana cientos de sacerdotes –diocesanos y religiosos- renovaron sus promesas sacerdotales ante al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Augusto Poli, quien les dijo que “por la consagración le pertenecemos a Dios” y que deben difundir la Buena Noticia del Evangelio, ser para los demás.
En la catedral metropolitana cientos de sacerdotes –diocesanos y religiosos- renovaron sus promesas sacerdotales ante al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Augusto Poli, quien les dijo que “por la consagración le pertenecemos a Dios” y que deben difundir la Buena Noticia del Evangelio, ser para los demás.

El cardenal glosó el Evangelio, un relato “asombroso y sobrio”, en el cual Jesucristo revela que Él es el Ungido, el verdadero Mesías.

El purpurado porteño concelebró con otros once obispos, sus auxiliares y el nuncio en el Congo, monseñor Mariano Montemayor; el arzobispo emérito de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca; el arzobispo emérito de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, y el obispo emérito de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino.

El cardenal Poli agradeció la presencia del encargado de negocios de la Nunciatura, monseñor Vincenzo Tuturro, en nombre del nuncio adveniente y trayendo la cercanía del Papa. Y agradeció también a los sacerdotes del Hogar Sacerdotal, que quieren venir a asistir a esta misa, con gran esfuerzo (y por cuyo sostenimiento se hizo la colecta).

También dio gracias por la presencia de numerosos de fieles: “Ellos nos comprenden, nos ayuda… ellos nos dan aliento y ejemplo para ser más de Dios y de la Iglesia”, manifestó.

Había numerosas religiosas y religiosos con sus hábitos de muy diferentes colores (negro, blanco, celeste, beige, gris, etc.).

Antes de la misa hubo adoración del Santísimo Sacramento, colocado en la custodia en el centro del altar y flanqueado por seis candelabros. Allí predicó monseñor Antonio Alosio, quien recordó lo que decía un vitral de cuando él entró al Seminario, hace muchas décadas: “No son ustedes lo que me han elegido, soy Yo que los he elegido a ustedes”.

El cardenal Poli bendijo los óleos que se usarán durante el año en la administración de los sacramentos.+

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Gestos de los obispos lomenses: el lavatorio de los pies en cárceles y en un hogar

El gesto de monseñor Lugones (Gentileza: Eclesia) ver más
Lomas de Zamora (Buenos Aires) (AICA): En el marco del Jueves Santo, el obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, y los auxiliares, monseñor Jorge García Cuerva y monseñor Jorge Torres Carbonell, presidieron misas y el signo del lavatorio de los pies en cárceles y un hogar de esta jurisdicción eclesiástica.
En el marco del Jueves Santo, el obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, presidió la misa de la Cena del Señor, donde llevó a cabo el gesto del lavatorio de los pies -a mujeres, hombres y niños- en el hogar “Casa de la Reconciliación: Teresita”.

El lugar -que pasó a estar a cargo, desde marzo, de un Consejo conformado por representantes del Obispado e integrantes de la Asociación Civil NSP para la Integración Social- se trata de una obra diocesana que tiene el fin de “abrazar, alojar y promover social y espiritualmente a mujeres violentadas y sus niños que se presentan en soledad, sin red, vulnerables, en situación de calle o en consumo problemático de sustancias en recuperación”.

En la tarde, el obispo auxiliar, monseñor Jorge García Cuerva, estuvo en la Unidad Provincial Nº 40 (Barrio Santa Catalina, Lomas de Zamora). Allí también ofició una misa y realizó el signo del lavatorio de los pies a mujeres y hombres encarcelados.

Por su parte, el obispo auxiliar, monseñor Jorge Torres Carbonell, encabezó la misa convocada por "Pascua Joven" en la parroquia Sagrado Corazón (Lomas), y allí también realizó el mismo rito con jóvenes y chicos del colegio especial "Angeles custodios".

El gesto evangélico también lo realizó monseñor Lugones, el lunes, en el Complejo Penitenciario IV de mujeres (Ezeiza), donde la consigna "Vale Toda Vida" también tuvo eco en el lugar.

El martes, hizo lo propio monseñor Torres Carbonell, en el Complejo Penitenciario Federal de hombres (Ezeiza).

Y el miércoles, monseñor García Cuerva, con laicos de la parroquia Nuestra Señora de Fátima (Banfield), visitó el Centro de Recepción de Menores, que está ubicado al lado de los Tribunales de Lomas de Zamora.

La visita a las cárceles de los obispos durante esta Semana Santa fue promovida y organizada por la Pastoral Carcelaria de la diócesis.+

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Mons. Oscar Ojea realizó el Lavatorio de los pies en la cárcel

San Martín (Buenos Aires) (AICA): En este Jueves Santo, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, lavó los pies a los presos de la Unidad carcelaria 48 de San Martín. “Vamos a pedirle al Señor que los caminos de nuestra vida sean siempre buenos, que Él pueda purificarlos como hoy en este lavatorio de los pies que celebremos tener un Dios que nos dejó estos momentos de servicio”, expresó en la homilía.
En este Jueves Santo, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, presidió la misa de la Cena del Señor y lavó los pies a los presos de la Unidad carcelaria 48 de San Martín.

“Vamos a dejarnos lavar los pies por el Señor; piensen que Jesús lo hizo a cada uno como es, porque el Señor nos quiere como somos; no nos quiere como tendríamos que ser, no nos pone condiciones; el amor de Dios es incondicional”, expresó en la homilía.

“Él se pone a nuestra merced, nos limpia, nos posibilita seguirlo, nos posibilita que esos pies, después de ser lavados puedan tener buenos caminos, puedan caminar por sendas buenas. Por un lado pisan la tierra, y por otro lado, llegan a muchos lugares”, sostuvo.

La celebración eucarística transcurrió en un ámbito de profunda comunión.

“Vamos a pedirle al Señor que los caminos de nuestra vida sean siempre buenos, que Él pueda purificarlos como en el día de hoy en este lavatorio de los pies que celebremos tener un Dios que nos dejó estos momentos de servicio; verdadero cristiano es el que sabe servir al otro, ese es el que tiene la herencia de Jesús”, concluyó.+

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Comunicado del arzobispado de La Plata sobre el incidente en la puerta de la catedral

La Plata (Buenos Aires) (AICA): El arzobispado de La Plata difundió un comunicado en el que expresó su pesar por ¨el lamentable incidente¨ que se produjo el Miércoles Santo en la puerta de la catedral entre un grupo de personas y el párroco del templo. ¨Condenamos todo tipo de agresión, tanto verbal como física, y renovamos nuestro compromiso con la verdad, la justicia y la paz. Nos unimos al pedido de disculpas que ya hiciera el señor cura párroco, por el gesto imprudente e impulsivo¨, agregó.
El arzobispado de La Plata difundió un comunicado en el que expresó "su pesar por el lamentable incidente que se produjera ayer, Miércoles Santo, en la puerta de la iglesia catedral entre un grupo de personas y el párroco de la misma, momentos antes de comenzar la sagrada misa crismal en la que participarían autoridades, numerosos miembros de la comunidad eclesial y la mayoría del clero platense".

"Condenamos todo tipo de agresión, tanto verbal como física, y renovamos nuestro compromiso con la verdad, la justicia y la paz. Nos unimos al pedido de disculpas que ya hiciera el señor cura párroco, por el gesto imprudente e impulsivo que realizara contra una persona que estaba utilizando el acceso a la catedral para festejar el final de su carrera universitaria, momentos antes de una celebración tan importante", subrayó.

"Es muy triste que este incidente sucediera, y más aún al comenzar un tiempo santo y sagrado para nuestra comunidad cristiana. Es un tiempo fuerte de reflexión sobre la reconciliación, la Pasión, la Resurrección y vida de nuestro Señor Jesucristo y de todo el pueblo de Dios. En este espíritu esperamos, reiterando el pedido de perdón, poder superar este entredicho con sabiduría, respeto mutuo y en plena verdad", agregó.+

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Mons. Lozano realizó el lavatorio de los pies en una cárcel de mujeres

San Juan (AICA): El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano, presidió la misa del Jueves Santo en el sector de mujeres del Instituto Penitenciario Provincial, donde realizó el lavatorio de los pies de doce internas y una de ellas, de nombre Noelia, tomó la Primera Comunión.
El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano, presidió la misa del Jueves Santo en el sector de mujeres del Instituto Penitenciario Provincial, donde realizó el lavatorio de los pies de doce internas y una de ellas, de nombre Noelia, tomó la Primera Comunión.

El año pasado, las internas del Instituto Penal de Chimbas habían solicitado que en algún momento este gesto servicial se llevara a cabo en el Pabellón de Mujeres.

Monseñor Lozano aceptó el pedido y se lo transmitió al presbítero Eduardo Gutiérrez Bonduel, responsable de Pastoral Carcelaria.

El sacerdote cursó la petición formal a las autoridades del Servicio Penitenciario Provinciales, las que accedieron a la solicitud.

Los medios sanjuaninos destacaron el gesto del prelado local, al subrayar: “La Primera Comunión de Noelia, una de las internas allí alojadas y la celebración de la santa misa fueron momentos de especial ternura compartidos por todos, intensidad que llegó hasta al llanto cuando el arzobispo tomó lo utensilios necesarios para lavar y besar los pies de cada una de las mujeres”.

“El abrazo de paz y las múltiples confesiones, para terminar con la bendición de monseñor Lozano marcaron el punto de cierre de la jornada”, consignaron.+

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Los obispos presidieron en sus respectivas catedrales la Misa Crismal, en la que los sacerdotes renuevan las promesas que hicieron al ordenarse, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos que se usarán durante el año en los sacramentos.

En sus homilías, los prelados agradecieron a los sacerdotes su compromiso pastoral y por responder con generosidad a la unción recibida. También los exhortaron a volver sobre la misión de evangelizar a los pobres y a ser “pastores como Jesús”.

Card. Mario Aurelio Poli (Buenos Aires): “Por la consagración los sacerdotes pertenecemos a Dios, a la vez que somos evangelizadores, portadores de una Noticia que no podemos omitir ni postergar. Por eso decimos que existimos para los demás, para ustedes pueblo fiel, para perpetuar en el tiempo el servicio de la salvación que comenzó con Jesús. Este ser para los demás, es fácil decirlo, pero no lo es para bajarlo a las manos… La Eucaristía, fuente inagotable de amor, es de donde los sacerdotes tomamos lo necesario para ungir con óleo de alegría a su pueblo, llevar la Buena Noticia del Reino a los pobres y pequeños, proclamar su misericordia que es gratuita, inmerecida e incondicional. Para enseñar y perdonar en su nombre, consolar, apacentar al rebaño, acompañar la vida tal como viene, para estar presentes en la pasión y muerte de cada fiel, y predicar la esperanza de una feliz resurrección como lo prometió Jesús. El camino que nos ha trazado nuestro Sínodo comienza en la Eucaristía y se dirige a evangelizar toda realidad humana en nuestra Ciudad, con la condición de que todo lo podemos en Él y con Él”.

Mons. Oscar Vicente Ojea (San Isidro y presidente de la CEA): “Para reavivar este don que nos fue dado es preciso volver sobre nuestra misión de evangelizar a los pobres; ellos son los humildes de la tierra… los que han recibido la promesa de quedar saciados. Son los que están injustamente oprimidos pero no han perdido la piedad. Nosotros tenemos un compromiso especial para con ellos: en primer lugar porque son nuestros maestros, ‘ellos tienen mucho que enseñarnos, es preciso que nos dejemos evangelizar por ellos’ y en segundo lugar porque a través de ellos podemos descubrir nuestra propia pobreza y -al descubrirla- ser alcanzados por la misericordia de Dios que una y otra vez nos invita a la fidelidad”. Texto completo

Mons. Ramón Dus (Resistencia): “La intención es la alegría de encontrarnos, de renovar nuestra fe en el amor de Dios, también de renovar nuestra respuesta a ese amor de Dios, con nuestra vida, con nuestro compromiso, con nuestras responsabilidades y animarnos juntos a vivir este momento de Iglesia tanto aquí entre nosotros, la Iglesia diocesana en este Año Pastoral que hemos subrayado que sea un año vocacional que nos acompañe, pero también a nivel eclesial de un modo universal con este año que también está signado por la meditación y también el reconocimiento del papel, la responsabilidad y el lugar que le corresponde a los jóvenes en nuestra Iglesia, para animarlos y sobre todo para descubrir con ellos, también discernir con ellos el hoy de nuestra iglesia, este hoy que dice Jesús en el Evangelio – Hoy también se cumple entre nosotros la Palabra de Dios”.

Mons. Juan Alberto Puiggari (Paraná): “Tenemos que levantar el corazón y centrarlo en la serena luz de la Esperanza, no fundada en palabras sino en una persona viviente: Cristo… No somos ingenuos ni queremos eludir la realidad, estamos en tiempos difíciles para nuestro ministerio: secularización, indiferencia, disminución de las vocaciones, debilitamiento de una cultura cristiana, miserias y tensiones dentro de la misma Iglesia… Así nos volvemos anunciadores entristecidos y pesimistas crónicos… Es fácil que nos invada el desánimo, pensar que nada puede cambiar, que no vale el esfuerzo. Podemos caer en un escepticismo o una mirada ácida frente a los acontecimientos; tentación de aislarnos, crítica fácil y amarga y tantas otras actitudes que bien conocemos… Apasionarse cada vez más por Jesucristo, su persona y su misión; que nuestra vida sea Cristo. Que nuestro pensamiento y corazón esté lleno de Él. Que hablemos de la abundancia del corazón configurándonos con Él, buen Pastor, maestro y servidor que nos lleva a dar la vida por las ovejas”.

Mons. Dante Braida (administrador apostólico de Mendoza): “Para recibir esta consagración nosotros nos hemos presentado ante Dios con nuestra propia realidad de pobreza. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su sanación para que cure nuestras heridas. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su liberación para que nos quite apegos que no nos dejan crecer. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su claridad para que nos quite las cegueras que no nos dejan ver la verdad. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su consuelo para que nos alivie la cruz que de tantas maneras se nos presenta. En cada tiempo de crisis experimentamos particularmente esa pobreza y, a la vez, percibimos más patentes los efectos de la gracia que trae esta unción”. Texto completo

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap (Corrientes y administrador apostólico de Orán): “Los sacerdotes, a quienes nos fueron confiados los oficios de santificar, enseñar y guiar al Pueblo de Dios, en particular este último, fuimos ungidos para que nuestro servicio de pastores se distinga por la cercanía y el acompañamiento, la escucha y el diálogo, y, finalmente, por el discernimiento para que la toma de decisiones pastorales responda a lo que el Espíritu Santo está diciendo hoy a nuestras comunidades. Esto exige de nosotros una conversión pastoral continua, que expresamos todos los años mediante la renovación de nuestras promesas sacerdotales… Renovando en nuestro corazón el gozo que nos da el ‘óleo de la alegría’, que se ha derramado sobre nuestra cabeza, y que es el que nos proporciona aquel gozo que, aun en medio de los sufrimientos que acompañan nuestro ministerio, nos hace permanecer interiormente alegres y en paz”.

Mons. Héctor Aguer (La Plata) recordó a los sacerdotes que “no deben ser esclavos de las modas ni de las ideologías" y alentó a los seminaristas a que se formen del mejor modo, y se configuren totalmente con Cristo.

Mons. Luis Urbanc (Catamarca): “Durante estos días, más allá de presidir las celebraciones sagradas, sean los primeros en dejarse transformar por estas realidades divinas de las que son ministros ‘in persona Christi Capitis’, a fin de lograr una identificación más genuina con quien los ha llamado y asociado en la lucha contra el mal y la difusión del Bien, la Verdad y la Vida, que es el mismísimo y único Dios… Aprovechemos esta bella liturgia crismal, que tenemos el privilegio de celebrar a los pies de nuestra santa Madre, y que no se celebra en ningún otro templo de la diócesis, para expresar, así, la unidad de nuestra fe y de nuestra vida cristiana”.

Mons. Luis Collazuol (Concordia): “La espiga representa a Cristo en su Pascua… Cristo, grano que muere para dar Vida; espiga resucitada que nos engendra en Él para ser Iglesia. La espiga es también símbolo de la vida sacerdotal “en Cristo”. Para ser grano que vive es necesario crecer en la espiga, en Cristo, en la Iglesia; para ser fecundo es necesario morir con Él. Pero siempre en comunión con los otros: un solo grano no cubre el campo ni puede hacerse pan. Cristo es también el grano que se ha transformado en Pan, Pan Eucarístico que desciende del Cielo y da Vida al mundo. Y allí se revela el misterio más profundo del “alter Christus”: ser plenamente sacerdote en la Eucaristía, fuente de gracia y cumbre de comunión eclesial. Texto completo

Mons. Gabriel Barba (Gregorio de Laferrere): "No podemos no estar presente junto a los pobres. Mucho menos en nuestra Diócesis. No podemos mirar para otro lado. No podemos distraernos en pastorales que no nos hagan servidores de los pobres. Nos equivocaríamos si hacemos una lectura de esta Buena Noticia que no sea compartida y no los tenga a ellos como protagonistas. Anunciar el Evangelio a los pobres, es también escucharlos a ellos y aprender de ellos porque tienen la preferencia divina... Si organizamos una pastoral que no asuma a los pobres como protagonistas estaremos transitando un camino distinto al marcado por Jesús. Quien se hizo pobre entre los pobres. Quien dejo todo poder para que, desde nuestra propia naturaleza darnos la salvación. Qué vivo se hace en medio nuestro este llamado a anunciar la Buena Noticia a los pobres! Quizá debemos estar más que atentos a descubrir, quiénes son los pobres hoy. Los descartados…, los sospechados de…, los portadores de cara…, de historia…, de prejuicios". Texto completo

Mons. César Daniel Fernández (Jujuy): "Hemos sidos ungidos para hacer las veces de padres de familia, en nuestra comunidad eclesial. Nuestra vocación y servicio paternal es para que los otros experimenten la unción reconfortante del amor misericordioso de Dios. Somos enviados y consagrados para ungir toda miseria y dolencia humana. Como padres que consuelan, dan fortaleza y esperanza, que animan y alimentan a todas las familias a vivir en la Iglesia este misterio de amor y de misericordia. Por gracia de Dios podrá ser nuestra vida sacerdotal una bendición para cada persona, restaurando cada familia y nuestras comunidades con la certeza del Amor que nunca falta".

Mons. Gabriel Mestre (Mar del Plata): “En esta dinámica de sinodalidad, fragilidad y sobre todo de renovación, quiero concluir la prédica con palabras de Benedicto XVI: En la víspera de mi ordenación sacerdotal abrí la Escritura porque todavía quería recibir una Palabra del Señor para aquel día y mi camino futuro de sacerdote. Mis ojos se detuvieron en este pasaje: ‘Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad’. Entonces me di cuenta: el Señor está hablando de mí y está hablándome a mí. Y lo mismo me ocurrirá mañana. No somos consagrados en último término por ritos, aunque haya necesidad de ellos. El baño en el que nos sumerge el Señor es Él mismo, la Verdad en persona. La ordenación sacerdotal significa ser injertados en Él, en la Verdad. Pertenezco de un modo nuevo a Él y, por tanto, a los hermanos, ‘para que venga su Reino’”. Texto completo

Mons. Fernando Maletti (Merlo-Moreno): “Queridos sacerdotes pongamos todo esto en las manos del Señor y no bajemos los brazos para incentivar, entre los hermanos y hermanas, el trabajo eclesial y social para la justicia y los derechos. Para que nadie se quede afuera de una vida digna… Vuelvo a la prioridad del ‘desde los pobres a todos’ de nuestro lema. Que todos nos sintamos que ‘anunciamos a Jesús desde los pobres a todos en salida misionera’… Los curas somos hombres de barro; María nos ayuda a buscar el perdón en las caídas, a ser fuertes en la debilidad, a soportar la incomprensión y el rechazo, a preservar en el camino la santidad y los medios para alcanzarla, a levantarnos cada día con el deseo de darlo todo por los hermanos. Ella nos ayude a vivir al estilo de Cristo sacerdote y según los sentimientos de su corazón”. Texto completo

Mons. Jorge Vázquez (Morón): “La Iglesia de Morón, Iglesia del camino y posta de los caminantes está viviendo su primer Sínodo, caminando juntos, asumiendo una nueva etapa de la evangelización como portadores de la alegría del Evangelio... A los sacerdotes les agradezco su ministerio, su servicio en la entrega de sus vidas día a día, minuto a minuto, gastándose por los demás, compartiendo las alegrías y dolores de la gente... Creo también, queridos hermanos, que el mundo, nuestras comunidades, nuestros laicos, y muy especialmente los jóvenes, le piden al obispo y a los sacerdotes un claro testimonio de la alegría del evangelio, de la alegría que es Jesús. Sólo así somos creíbles”. Texto completo

Mons. Ariel Torrado Mosconi (Nueve de Julio): “Que al renovar hoy la conciencia de haber sido ungidos para santificar y bendecir a nuestro pueblo podamos expandir el perfume de esa caridad pastoral que nos viene de la gracia sacramental. ¡Por eso, queridos hermanos sacerdotes, los llamo y convoco, en este día tan entrañable en que renovarán sus promesas, a no tener miedo de morir a sí mismos, de salir y donarse de todo corazón a los fieles a los cuales fueron enviados!.. ‘Engendrar la fe’ esta sigue siendo hoy una de las claves de la nueva evangelización. Debemos retomar, ahondar y profundizar hoy también este rico concepto pastoral. La Iglesia cumple con su misión, sobre todo, cuando ‘da a luz’ nuevos cristianos. Y los sacerdotes -obispos y presbíteros- somos ‘padres’ en ella. Y esta paternidad se ha de prolongar en el crecimiento, la formación y el acompañamiento hasta que pueda dar los frutos de conversión y caridad que nuestro Padre Dios espera encontrar en cada uno de sus hijos”. Texto completo

Mons. Luis Alberto Fernández (Rafaela): “Supliquémosle al Padre que la Resurrección de su Hijo nos dé la fuerza y la alegría para no caer en la tentación de la resignación, de bajar los brazos o deprimirnos ante el escepticismo de estos tiempos tan fuertes del país y del mundo; sino que como verdaderos resucitados, junto a Cristo Jesús, vivamos en comunión, como hermanos que nos queremos y nos ayudamos, y hasta tenemos el coraje, por la fuerza de la Pascua, de perdonarnos y seguir construyendo entre todos la civilización del amor y la solidaridad”. Texto completo

Mons. Sergio Buenanueva (San Francisco): “Los que, en el bautismo, la confirmación y el orden sagrado, hemos sido ungidos por el Santo Crisma, encontramos en María, misionera del Evangelio, un icono luminoso de la misión que el Espíritu impulsa desde dentro de nuestra alma ungida. María es imagen de la Iglesia pobre y solidaria, peregrina y misionera… ¡Qué ninguno de nosotros se sienta excluido! No tengamos miedo a descubrirnos pobres. Esa es la mejor condición para compartir el don precioso de nuestro tiempo transformándolo así en servicio evangelizador, en consuelo al que sufre, en sonrisa y mano que se tiende al hermano. ¡Qué todas nuestras comunidades experimenten la juventud de la unción que no deja de derramarse sobre nosotros y que nos impulsa a ser misioneros del amor del Padre! Texto completo

Mons. Gustavo Montini (Santo Tomé): “Que gran parte de nuestras búsquedas y hasta de nuestros desvelos sea contener, acompañar y estar cerca de la familia a través de las áreas pastorales, de las instituciones presentes en nuestras parroquias, y sobre todo, a través de nuestro contacto personal. El ‘Programa María’ encarna en forma sencilla nuestro deseo de que la Exhortación Postsinodal Amoris letitia sea en nuestra diócesis, la superficie eclesial y comunitaria donde hagamos pie y desde ahí, caminemos”. Texto completo

Mons. Santiago Olivera (Castrense): “¿Quiénes son hoy los más pobres en nuestra Diócesis? ¿Quiénes son los más heridos? ¿A quiénes debemos vendar, curar, sanar y anunciar liberación? Sabemos que esta es una misión de todos, pero a nosotros particularmente se no confía la misión de sostener y acompañar, vendar y sanar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad y a sus familias, como también se nos pide en esta hora, sanar la historia. ¿Cómo? Por lo pronto en la Verdad… Y con ‘memoria’… Hemos sido ungidos para sanar, vendar y acompañar. La verdad muchas veces nos duele, pero nos hace libres. La verdad asumida engrandece, aunque parezca humillación. Verdad supone también entonces asumir los propios errores. Jesús vino a sanarnos, vendarnos, curarnos. Y esto es motivo de profundo gozo”. Texto completo

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Los obispos presidieron en sus respectivas catedrales la Misa Crismal, en la que los sacerdotes renuevan las promesas que iniciaron al ordenarse, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos que se usarán durante el año en los sacramentos.

En sus homilías, los prelados agradecieron a los sacerdotes su compromiso pastoral y por responder con generosidad a la unción recibida. También los exhortaron a volver sobre la misión de evangelizar a los pobres y a ser “pastores como Jesús”.

Card. Mario Aurelio Poli (Buenos Aires): “Por la consagración los sacerdotes pertenecemos a Dios, a la vez que somos evangelizadores, portadores de una Noticia que no podemos omitir ni postergar. Por eso decimos que existimos para los demás, para ustedes pueblo fiel, para perpetuar en el tiempo el servicio de la salvación que comenzó con Jesús. Este ser para los demás, es fácil decirlo, pero no lo es para bajarlo a las manos… La Eucaristía, fuente inagotable de amor, es de donde los sacerdotes tomamos lo necesario para ungir con óleo de alegría a su pueblo, llevar la Buena Noticia del Reino a los pobres y pequeños, proclamar su misericordia que es gratuita, inmerecida e incondicional. Para enseñar y perdonar en su nombre, consolar, apacentar al rebaño, acompañar la vida tal como viene, para estar presentes en la pasión y muerte de cada fiel, y predicar la esperanza de una feliz resurrección como lo prometió Jesús. El camino que nos ha trazado nuestro Sínodo comienza en la Eucaristía y se dirige a evangelizar toda realidad humana en nuestra Ciudad, con la condición de que todo lo podemos en Él y con Él”.

Mons. Oscar Vicente Ojea (San Isidro y presidente de la CEA): “Para reavivar este don que nos fue dado es preciso volver sobre nuestra misión de evangelizar a los pobres; ellos son los humildes de la tierra… los que han recibido la promesa de quedar saciados. Son los que están injustamente oprimidos pero no han perdido la piedad. Nosotros tenemos un compromiso especial para con ellos: en primer lugar porque son nuestros maestros, ‘ellos tienen mucho que enseñarnos, es preciso que nos dejemos evangelizar por ellos’ y en segundo lugar porque a través de ellos podemos descubrir nuestra propia pobreza y -al descubrirla- ser alcanzados por la misericordia de Dios que una y otra vez nos invita a la fidelidad”. Texto completo

Mons. Ramón Dus (Resistencia): “La intención es la alegría de encontrarnos, de renovar nuestra fe en el amor de Dios, también de renovar nuestra respuesta a ese amor de Dios, con nuestra vida, con nuestro compromiso con nuestras responsabilidades y animarnos juntos a vivir este momento de Iglesia tanto aquí entre nosotros la Iglesia diocesana, con en este Año Pastoral que hemos subrayado que sea un año vocacional que nos acompaña, pero también a nivel eclesial de un modo universal con este año que también está signado por la meditación y también el reconocimiento del papel, la responsabilidad y el lugar que le corresponde a los jóvenes en nuestra Iglesia, para animarlos y sobre todo para descubrir con ellos, también discernir con ellos el hoy de nuestra iglesia, este hoy que dice Jesús en el Evangelio – Hoy también se cumple entre nosotros la Palabra de Dios”.

Mons. Juan Alberto Puiggari (Paraná): “Tenemos que levantar el corazón y centrarlo en la serena luz de la Esperanza, no fundada en palabras sino en una persona viviente: Cristo… No somos ingenuos ni queremos eludir la realidad, estamos en tiempos difíciles para nuestro ministerio: secularización, indiferencia, disminución de las vocaciones, debilitamiento de una cultura cristiana, miserias y tensiones dentro de la misma Iglesia… Así nos volvemos anunciadores entristecidos y pesimistas crónicos… Es fácil que nos invada el desanimo, pensar que nada puede cambiar, que no vale el esfuerzo. Podemos caer en un escepticismo o una mirada ácida frente a los acontecimientos; tentación de aislarnos, critica fácil y amarga y tantas otras actitudes que bien conocemos… Apasionarse cada vez más por Jesucristo, su persona y su misión; que nuestra vida sea Cristo. Que nuestro pensamiento y corazón esté lleno de Él. Que hablemos de la abundancia del corazón configurándonos con Él, buen Pastor, maestro y servidor que nos lleva a dar la vida por las ovejas”.

Mons. Dante Braida (administración apostólico de Mendoza): “Para recibir esta consagración nosotros nos hemos presentado ante Dios con nuestra propia realidad de pobreza. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su sanación para que cure nuestras heridas. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su liberación para que nos quite apegos que no nos dejan crecer. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su claridad para que nos quite las cegueras que no nos dejan ver la verdad. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su consuelo para que nos alivie la cruz que de tantas maneras se nos presenta. En cada tiempo de crisis experimentamos particularmente esa pobreza y, a la vez, percibimos más patentes los efectos de la gracia que trae esta unción”. Texto completo

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap (Corrientes y administrador apostólico de Orán): “Los sacerdotes, a quienes nos fueron confiados los oficios de santificar, enseñar y guiar al Pueblo de Dios, en particular este último, fuimos ungidos para que nuestro servicio de pastores se distinga por la cercanía y el acompañamiento, la escucha y el diálogo, y, finalmente, por el discernimiento para que la toma de decisiones pastorales responda a lo que el Espíritu Santo está diciendo hoy a nuestras comunidades. Esto exige de nosotros una conversión pastoral continua, que expresamos todos los años mediante la renovación de nuestras promesas sacerdotales… Renovando en nuestro corazón el gozo que nos da el ‘óleo de la alegría’, que se ha derramado sobre nuestra cabeza, y que es el que nos proporciona aquel gozo que, aun en medio de los sufrimientos que acompañan nuestro ministerio, nos hace permanecer interiormente alegres y en paz”.

Mons. Héctor Aguer (La Plata) recordó a los sacerdotes que “no deben ser esclavos de las modas ni de las ideologías" y alentó a los seminaristas a que se formen del mejor modo, y se configuren totalmente con Cristo.

Mons. Luis Urbanc (Catamarca): “Durante estos días, más allá de presidir las celebraciones sagradas, sean los primeros en dejarse transformar por estas realidades divinas de las que son ministros ‘in persona Christi Capitis’, a fin de lograr una identificación más genuina con quien los ha llamado y asociado en la lucha contra el mal y la difusión del Bien, la Verdad y la Vida, que es el mismísimo y único Dios… Aprovechemos esta bella liturgia crismal, que tenemos el privilegio de celebrar a los pies de nuestra santa Madre, y que no se celebra en ningún otro templo de la diócesis, para expresar, así, la unidad de nuestra fe y de nuestra vida cristiana”.

Mons. Luis Collazuol (Concordia): “La espiga representa a Cristo en su Pascua… Cristo, grano que muere para dar Vida; espiga resucitada que nos engendra en Él para ser Iglesia. La espiga es también símbolo de la vida sacerdotal “en Cristo”. Para ser grano que vive es necesario crecer en la espiga, en Cristo, en la Iglesia; para ser fecundo es necesario morir con Él. Pero siempre en comunión con los otros: un solo grano no cubre el campo ni puede hacerse pan. Cristo es también el grano que se ha transformado en Pan, Pan Eucarístico que desciende del Cielo y da Vida al mundo. Y allí se revela el misterio más profundo del “alter Christus”: ser plenamente sacerdote en la Eucaristía, fuente de gracia y cumbre de comunión eclesial. Texto completo

Mons. César Daniel Fernández (Jujuy): "Hemos sidos ungidos para hacer las veces de padres de familia, en nuestra comunidad eclesial. Nuestra vocación y servicio paternal es para que los otros experimenten la unción reconfortante del amor misericordioso de Dios. Somos enviados y consagrados para ungir toda miseria y dolencia humana. Como padres que consuelas, dan fortaleza y esperanza, que animan y alimentan a todas las familias a vivir en la Iglesia este misterio de amor y de misericordia. Por gracia de Dios podrá ser nuestra vida sacerdotal una bendición para cada persona, restaurando cada familia y nuestras comunidades con la certeza del Amor que nunca falta".

Mons. Gabriel Mestre (Mar del Plata): “En esta dinámica de sinodalidad, fragilidad y sobre todo de renovación, quiero concluir la prédica con palabras de Benedicto XVI: En la víspera de mi ordenación sacerdotal abrí la Escritura porque todavía quería recibir una Palabra del Señor para aquel día y mi camino futuro de sacerdote. Mis ojos se detuvieron en este pasaje: ‘Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad’. Entonces me di cuenta: el Señor está hablando de mí y está hablándome a mí. Y lo mismo me ocurrirá mañana. No somos consagrados en último término por ritos, aunque haya necesidad de ellos. El baño en el que nos sumerge el Señor es Él mismo, la Verdad en persona. La ordenación sacerdotal significa ser injertados en Él, en la Verdad. Pertenezco de un modo nuevo a Él y, por tanto, a los hermanos, ‘para que venga su Reino’”. Texto completo

Mons. Fernando Maletti (Merlo-Moreno): “Queridos sacerdotes pongamos todo esto en las manos del Señor y no bajemos los brazos para incentivar, entre los hermanos y hermanas, el trabajo eclesial y social para la justicia y los derechos. Para que nadie se quede afuera de una vida digna… Vuelvo a la prioridad del ‘desde los pobres a todos’ de nuestro lema. Que todos nos sintamos que ‘anunciamos a Jesús desde los pobres a todos en salida misionera’… Los curas somos hombres de barro; María nos ayuda a buscar el perdón en las caídas, a ser fuertes en la debilidad, a soportar la incomprensión y el rechazo, a preservar en el camino la santidad y los medios para alcanzarla, a levantarnos cada día con el deseo de darlo todo por los hermanos. Ellas nos ayude a vivir al estilo de Cristo sacerdote y según los sentimientos de su corazón”. Texto completo

Mons. Ariel Torrado Mosconi (Nueve de Julio): “Que al renovar hoy la conciencia de haber sido ungidos para santificar y bendecir a nuestro pueblo podamos expandir el perfume de esa caridad pastoral que nos viene de la gracia sacramental. ¡Por eso, queridos hermanos sacerdotes, los llamo y convoco, en este día tan entrañable en que renovarán sus promesas, a no tener miedo de morir a sí mismos, de salir y donarse de todo corazón a los fieles a los cuales fueron enviados!.. ‘Engendrar la fe’ esta sigue siendo hoy una de las claves de la nueva evangelización. Debemos retomar, ahondar y profundizar hoy también este rico concepto pastoral. La Iglesia cumple con su misión, sobre todo, cuando ‘da a luz’ nuevos cristianos. Y los sacerdotes -obispos y presbíteros- somos ‘padres’ en ella. Y esta paternidad se ha de prolongar en el crecimiento, la formación y el acompañamiento hasta que pueda dar los frutos de conversión y caridad que nuestro Padre Dios espera encontrar en cada uno de sus hijos”. Texto completo

Mons. Luis Alberto Fernández (Rafaela): “Supliquémosle al Padre que la Resurrección de su Hijo nos dé la fuerza y la alegría para no caer en la tentación de la resignación, de bajar los brazos o deprimirnos ante el escepticismo de estos tiempos tan fuertes del país y del mundo; sino que como verdaderos resucitados, junto a Cristo Jesús, vivamos en comunión, como hermanos que nos queremos y nos ayudamos, y hasta tenemos el coraje, por la fuerza de la Pascua, de perdonarnos y seguir construyendo entre todos la civilización del amor y la solidaridad”. Texto completo

Mons. Sergio Buenanueva (San Francisco): “Los que, en el bautismo, la confirmación y el orden sagrado, hemos sido ungidos por el Santo Crisma, encontramos en María, misionera del Evangelio, un icono luminoso de la misión que el Espíritu impulsa desde dentro de nuestra alma ungida. María es imagen de la Iglesia pobre y solidaria, peregrina y misionera… ¡Qué ninguno de nosotros se sienta excluido! No tengamos miedo a descubrirnos pobres. Esa es la mejor condición para compartir el don precioso de nuestro tiempo transformándolo así en servicio evangelizador, en consuelo al que sufre, en sonrisa y mano que se tiende al hermano. ¡Qué todas nuestras comunidades experimenten la juventud de la unción que no deja de derramarse sobre nosotros y que nos impulsa a ser misioneros del amor del Padre! Texto completo

Mons. Gustavo Montini (Santo Tomé): “Que gran parte de nuestras búsquedas y hasta de nuestros desvelos sea contener, acompañar y estar cerca de la familia a través de las áreas pastorales, de las instituciones presentes en nuestras parroquias, y sobre todo, a través de nuestro contacto personal. El ‘Programa María’ encarna en forma sencilla nuestro deseo de que la Exhortación Postsinodal Amoris letitia sea en nuestra diócesis, la superficie eclesial y comunitaria donde hagamos pie y desde ahí, caminemos”. Texto completo

Mons. Santiago Olivera (Castrense): “¿Quiénes son hoy los más pobres en nuestra Diócesis? ¿Quiénes son los más heridos? ¿A quiénes debemos vendar, curar, sanar y anunciar liberación? Sabemos que esta es una misión de todos, pero a nosotros particularmente se no confía la misión de sostener y acompañar, vendar y sanar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad y a sus familias, como también se nos pide en esta hora, sanar la historia. ¿Cómo? Por lo pronto en la Verdad… Y con ‘memoria’… Hemos sido ungidos para sanar, vendar y acompañar. La verdad muchas veces nos duele, pero nos hace libres. La verdad asumida engrandece, aunque parezca humillación. Verdad supone también entonces asumir los propios errores. Jesús vino a sanarnos, vendarnos, curarnos. Y esto es motivo de profundo gozo”. Texto completo

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Los obispos presidieron en sus respectivas catedrales la Misa Crismal, en la que los sacerdotes renuevan las promesas que iniciaron al ordenarse, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos que se usarán durante el año en los sacramentos.

En sus homilías, los prelados agradecieron a los sacerdotes su compromiso pastoral y por responder con generosidad a la unción recibida. También los exhortaron a volver sobre la misión de evangelizar a los pobres y a ser “pastores como Jesús”.

Card. Mario Aurelio Poli (Buenos Aires): “Por la consagración los sacerdotes pertenecemos a Dios, a la vez que somos evangelizadores, portadores de una Noticia que no podemos omitir ni postergar. Por eso decimos que existimos para los demás, para ustedes pueblo fiel, para perpetuar en el tiempo el servicio de la salvación que comenzó con Jesús. Este ser para los demás, es fácil decirlo, pero no lo es para bajarlo a las manos… La Eucaristía, fuente inagotable de amor, es de donde los sacerdotes tomamos lo necesario para ungir con óleo de alegría a su pueblo, llevar la Buena Noticia del Reino a los pobres y pequeños, proclamar su misericordia que es gratuita, inmerecida e incondicional. Para enseñar y perdonar en su nombre, consolar, apacentar al rebaño, acompañar la vida tal como viene, para estar presentes en la pasión y muerte de cada fiel, y predicar la esperanza de una feliz resurrección como lo prometió Jesús. El camino que nos ha trazado nuestro Sínodo comienza en la Eucaristía y se dirige a evangelizar toda realidad humana en nuestra Ciudad, con la condición de que todo lo podemos en Él y con Él”.

Mons. Oscar Vicente Ojea (San Isidro y presidente de la CEA): “Para reavivar este don que nos fue dado es preciso volver sobre nuestra misión de evangelizar a los pobres; ellos son los humildes de la tierra… los que han recibido la promesa de quedar saciados. Son los que están injustamente oprimidos pero no han perdido la piedad. Nosotros tenemos un compromiso especial para con ellos: en primer lugar porque son nuestros maestros, ‘ellos tienen mucho que enseñarnos, es preciso que nos dejemos evangelizar por ellos’ y en segundo lugar porque a través de ellos podemos descubrir nuestra propia pobreza y -al descubrirla- ser alcanzados por la misericordia de Dios que una y otra vez nos invita a la fidelidad”. Texto completo

Mons. Ramón Dus (Resistencia): “La intención es la alegría de encontrarnos, de renovar nuestra fe en el amor de Dios, también de renovar nuestra respuesta a ese amor de Dios, con nuestra vida, con nuestro compromiso con nuestras responsabilidades y animarnos juntos a vivir este momento de Iglesia tanto aquí entre nosotros la Iglesia diocesana, con en este Año Pastoral que hemos subrayado que sea un año vocacional que nos acompaña, pero también a nivel eclesial de un modo universal con este año que también está signado por la meditación y también el reconocimiento del papel, la responsabilidad y el lugar que le corresponde a los jóvenes en nuestra Iglesia, para animarlos y sobre todo para descubrir con ellos, también discernir con ellos el hoy de nuestra iglesia, este hoy que dice Jesús en el Evangelio – Hoy también se cumple entre nosotros la Palabra de Dios”.

Mons. Juan Alberto Puiggari (Paraná): “Tenemos que levantar el corazón y centrarlo en la serena luz de la Esperanza, no fundada en palabras sino en una persona viviente: Cristo… No somos ingenuos ni queremos eludir la realidad, estamos en tiempos difíciles para nuestro ministerio: secularización, indiferencia, disminución de las vocaciones, debilitamiento de una cultura cristiana, miserias y tensiones dentro de la misma Iglesia… Así nos volvemos anunciadores entristecidos y pesimistas crónicos… Es fácil que nos invada el desanimo, pensar que nada puede cambiar, que no vale el esfuerzo. Podemos caer en un escepticismo o una mirada ácida frente a los acontecimientos; tentación de aislarnos, critica fácil y amarga y tantas otras actitudes que bien conocemos… Apasionarse cada vez más por Jesucristo, su persona y su misión; que nuestra vida sea Cristo. Que nuestro pensamiento y corazón esté lleno de Él. Que hablemos de la abundancia del corazón configurándonos con Él, buen Pastor, maestro y servidor que nos lleva a dar la vida por las ovejas”.

Mons. Dante Braida (administración apostólico de Mendoza): “Para recibir esta consagración nosotros nos hemos presentado ante Dios con nuestra propia realidad de pobreza. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su sanación para que cure nuestras heridas. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su liberación para que nos quite apegos que no nos dejan crecer. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su claridad para que nos quite las cegueras que no nos dejan ver la verdad. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su consuelo para que nos alivie la cruz que de tantas maneras se nos presenta. En cada tiempo de crisis experimentamos particularmente esa pobreza y, a la vez, percibimos más patentes los efectos de la gracia que trae esta unción”. Texto completo

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap (Corrientes y administrador apostólico de Orán): “Los sacerdotes, a quienes nos fueron confiados los oficios de santificar, enseñar y guiar al Pueblo de Dios, en particular este último, fuimos ungidos para que nuestro servicio de pastores se distinga por la cercanía y el acompañamiento, la escucha y el diálogo, y, finalmente, por el discernimiento para que la toma de decisiones pastorales responda a lo que el Espíritu Santo está diciendo hoy a nuestras comunidades. Esto exige de nosotros una conversión pastoral continua, que expresamos todos los años mediante la renovación de nuestras promesas sacerdotales… Renovando en nuestro corazón el gozo que nos da el ‘óleo de la alegría’, que se ha derramado sobre nuestra cabeza, y que es el que nos proporciona aquel gozo que, aun en medio de los sufrimientos que acompañan nuestro ministerio, nos hace permanecer interiormente alegres y en paz”.

Mons. Héctor Aguer (La Plata) recordó a los sacerdotes que “no deben ser esclavos de las modas ni de las ideologías" y alentó a los seminaristas a que se formen del mejor modo, y se configuren totalmente con Cristo.

Mons. Luis Urbanc (Catamarca): “Durante estos días, más allá de presidir las celebraciones sagradas, sean los primeros en dejarse transformar por estas realidades divinas de las que son ministros ‘in persona Christi Capitis’, a fin de lograr una identificación más genuina con quien los ha llamado y asociado en la lucha contra el mal y la difusión del Bien, la Verdad y la Vida, que es el mismísimo y único Dios… Aprovechemos esta bella liturgia crismal, que tenemos el privilegio de celebrar a los pies de nuestra santa Madre, y que no se celebra en ningún otro templo de la diócesis, para expresar, así, la unidad de nuestra fe y de nuestra vida cristiana”.

Mons. Luis Collazuol (Concordia): “La espiga representa a Cristo en su Pascua… Cristo, grano que muere para dar Vida; espiga resucitada que nos engendra en Él para ser Iglesia. La espiga es también símbolo de la vida sacerdotal “en Cristo”. Para ser grano que vive es necesario crecer en la espiga, en Cristo, en la Iglesia; para ser fecundo es necesario morir con Él. Pero siempre en comunión con los otros: un solo grano no cubre el campo ni puede hacerse pan. Cristo es también el grano que se ha transformado en Pan, Pan Eucarístico que desciende del Cielo y da Vida al mundo. Y allí se revela el misterio más profundo del “alter Christus”: ser plenamente sacerdote en la Eucaristía, fuente de gracia y cumbre de comunión eclesial. Texto completo

Mons. Gabriel Mestre (Mar del Plata): “En esta dinámica de sinodalidad, fragilidad y sobre todo de renovación, quiero concluir la prédica con palabras de Benedicto XVI: En la víspera de mi ordenación sacerdotal abrí la Escritura porque todavía quería recibir una Palabra del Señor para aquel día y mi camino futuro de sacerdote. Mis ojos se detuvieron en este pasaje: ‘Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad’. Entonces me di cuenta: el Señor está hablando de mí y está hablándome a mí. Y lo mismo me ocurrirá mañana. No somos consagrados en último término por ritos, aunque haya necesidad de ellos. El baño en el que nos sumerge el Señor es Él mismo, la Verdad en persona. La ordenación sacerdotal significa ser injertados en Él, en la Verdad. Pertenezco de un modo nuevo a Él y, por tanto, a los hermanos, ‘para que venga su Reino’”. Texto completo

Mons. Fernando Maletti (Merlo-Moreno): “Queridos sacerdotes pongamos todo esto en las manos del Señor y no bajemos los brazos para incentivar, entre los hermanos y hermanas, el trabajo eclesial y social para la justicia y los derechos. Para que nadie se quede afuera de una vida digna… Vuelvo a la prioridad del ‘desde los pobres a todos’ de nuestro lema. Que todos nos sintamos que ‘anunciamos a Jesús desde los pobres a todos en salida misionera’… Los curas somos hombres de barro; María nos ayuda a buscar el perdón en las caídas, a ser fuertes en la debilidad, a soportar la incomprensión y el rechazo, a preservar en el camino la santidad y los medios para alcanzarla, a levantarnos cada día con el deseo de darlo todo por los hermanos. Ellas nos ayude a vivir al estilo de Cristo sacerdote y según los sentimientos de su corazón”. Texto completo

Mons. Ariel Torrado Mosconi (Nueve de Julio): “Que al renovar hoy la conciencia de haber sido ungidos para santificar y bendecir a nuestro pueblo podamos expandir el perfume de esa caridad pastoral que nos viene de la gracia sacramental. ¡Por eso, queridos hermanos sacerdotes, los llamo y convoco, en este día tan entrañable en que renovarán sus promesas, a no tener miedo de morir a sí mismos, de salir y donarse de todo corazón a los fieles a los cuales fueron enviados!.. ‘Engendrar la fe’ esta sigue siendo hoy una de las claves de la nueva evangelización. Debemos retomar, ahondar y profundizar hoy también este rico concepto pastoral. La Iglesia cumple con su misión, sobre todo, cuando ‘da a luz’ nuevos cristianos. Y los sacerdotes -obispos y presbíteros- somos ‘padres’ en ella. Y esta paternidad se ha de prolongar en el crecimiento, la formación y el acompañamiento hasta que pueda dar los frutos de conversión y caridad que nuestro Padre Dios espera encontrar en cada uno de sus hijos”. Texto completo

Mons. Luis Alberto Fernández (Rafaela): “Supliquémosle al Padre que la Resurrección de su Hijo nos dé la fuerza y la alegría para no caer en la tentación de la resignación, de bajar los brazos o deprimirnos ante el escepticismo de estos tiempos tan fuertes del país y del mundo; sino que como verdaderos resucitados, junto a Cristo Jesús, vivamos en comunión, como hermanos que nos queremos y nos ayudamos, y hasta tenemos el coraje, por la fuerza de la Pascua, de perdonarnos y seguir construyendo entre todos la civilización del amor y la solidaridad”. Texto completo

Mons. Sergio Buenanueva (San Francisco): “Los que, en el bautismo, la confirmación y el orden sagrado, hemos sido ungidos por el Santo Crisma, encontramos en María, misionera del Evangelio, un icono luminoso de la misión que el Espíritu impulsa desde dentro de nuestra alma ungida. María es imagen de la Iglesia pobre y solidaria, peregrina y misionera… ¡Qué ninguno de nosotros se sienta excluido! No tengamos miedo a descubrirnos pobres. Esa es la mejor condición para compartir el don precioso de nuestro tiempo transformándolo así en servicio evangelizador, en consuelo al que sufre, en sonrisa y mano que se tiende al hermano. ¡Qué todas nuestras comunidades experimenten la juventud de la unción que no deja de derramarse sobre nosotros y que nos impulsa a ser misioneros del amor del Padre! Texto completo

Mons. Gustavo Montini (Santo Tomé): “Que gran parte de nuestras búsquedas y hasta de nuestros desvelos sea contener, acompañar y estar cerca de la familia a través de las áreas pastorales, de las instituciones presentes en nuestras parroquias, y sobre todo, a través de nuestro contacto personal. El ‘Programa María’ encarna en forma sencilla nuestro deseo de que la Exhortación Postsinodal Amoris letitia sea en nuestra diócesis, la superficie eclesial y comunitaria donde hagamos pie y desde ahí, caminemos”. Texto completo

Mons. Santiago Olivera (Castrense): “¿Quiénes son hoy los más pobres en nuestra Diócesis? ¿Quiénes son los más heridos? ¿A quiénes debemos vendar, curar, sanar y anunciar liberación? Sabemos que esta es una misión de todos, pero a nosotros particularmente se no confía la misión de sostener y acompañar, vendar y sanar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad y a sus familias, como también se nos pide en esta hora, sanar la historia. ¿Cómo? Por lo pronto en la Verdad… Y con ‘memoria’… Hemos sido ungidos para sanar, vendar y acompañar. La verdad muchas veces nos duele, pero nos hace libres. La verdad asumida engrandece, aunque parezca humillación. Verdad supone también entonces asumir los propios errores. Jesús vino a sanarnos, vendarnos, curarnos. Y esto es motivo de profundo gozo”. Texto completo

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