Ante los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, en una lluviosa jornada romana, el Santo Padre se refirió a la compasión señaló que “estemos atentos, compasión no es sentir piedad, es más. Así es Jesús: Sufre con nosotros y sufre por nosotros”.
En ese momento el Papa pidió “anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras”, destacando: “Nuestras exigencias, aún legítimas, nunca serán tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir”. De manera improvisada, explicó: “Mirar hacia otra parte ante los pobres es decir de forma fina "apañaos solos".
Cuántas veces nosotros nos damos la vuelta para no ver a los hermanos necesitados, y este mirar hacia otra parte es una forma educada de decir con guantes blancos, arréglensela solos.
El segundo mensaje fue el compartir y expuso dos lógicas opuestas: “los discípulos razonan según el mundo, por el que cada uno tienen que pensar en sí mismo; Jesús razona según la lógica de Dios, que es la de compartir”. “Atención: no es una magia, es un “signo”. Un signo que invita a tener fe en Dios, Padre providente, el cual no nos hará faltar “nuestro pan de cada día”, si sabemos compartirlo como hermanos”, añadió.
Finalmente y en el tercer mensaje, explicó que el prodigio de los panes preanuncia la Eucaristía: “Es el mismo gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituirá el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor. En la Eucaristía, Jesús no da un pan, sino el pan de vida eterna, se da a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor nuestro”.
En este momento, el Papa unió los tres mensajes: “Quien va a la Eucaristía sin los sentimientos de Jesús, compartir y compasión, no va bien” y reiteró una vez más: “Compasión, compartir, Eucaristía. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que también nos lleva más allá de este mundo, porque parte de Dios y vuelve a Él”
Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas,
En este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús lo hizo en el lago de Galilea, en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después de enterarse de la muerte de Juan Bautista. Pero muchas personas le siguieron y le alcanzaron; y Jesús, viéndoles, sintió compasión y curó enfermos hasta la noche. Entonces, los discípulos preocupados porque era tarde, le dijeron que despidiera a la multitud para que pudieran ir a los pueblos y comprarse comida. Pero Jesús, tranquilamente respondió: "Denle ustedes de comer"; y le dieron cinco panes y dos peces, los bendijo, y comenzó a partirlos y dárselo a los discípulos, que los distribuyeron entre la gente. ¡Todos comieron hasta saciarse y aún así sobró!
En este acontecimiento podemos encontrar tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- 'no lo deja en paz', Jesús no actúa con irritación, no dice 'esta gente me molesta'. Sino que siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Estemos atentos, compasión es lo que siente Jesús. No es simplemente sentir piedad, es más, significa misericordia, es decir, identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros.
Y el signo de esta compasión son las numerosas curaciones que hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir. Nosotros hablamos a menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres ¿sentimos a ese hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas, también los niños que no pueden ir al colegio. Es por esto que nuestras exigencias, aún legitimas, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir.
El segundo mensaje es el compartir. Primero la compasión, lo que sentía Jesús y después el compartir. Es útil comparar la reacción de los discípulos, frente a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son distintas. Los discípulos piensan que lo mejor es despedirse, para que puedan ir a buscar para comer. Jesús sin embargo dice: dadles vosotros de comer. Dos reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos razonan según el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo. Reaccionan como si dijeran 'arreglároslas solos'. Jesús razona según la lógica de Dios, la del compartir.
¿Cuántas veces nosotros miramos hacia otro lado, para no ver a los hermanos necesitados? Y este mirar a otra parte, es una forma educada de decir: ‘arréglensela solos'. Y esto no es de Jesús. Es egoísta. Si hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado sin comer. Sin embargo esos pocos panes y peces, compartidos y bendecidos por Dios, bastaron para todos.
Atención: ¡no es magia, es un 'signo'! Un signo que invita a tener fe en Dios, Padre providente, que no permite que nos falte nuestro "pan de cada día", ¡si nosotros sabemos compartirlo como hermanos! Compasión, compartir. El tercer mensaje: el prodigio de los panes preanuncia la Eucaristía. Se ve en el gesto de Jesús que "recitó la bendición" antes de partir los panes y darlos a la multitud. Es el mismo gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituyó el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor.
En la Eucaristía Jesús no da un pan, sino el pan de la vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. Pero nosotros, debemos ir a la eucaristía con esos sentimientos de Jesús, la compasión. Y con ese deseo de Jesús, compartir. Quien va a la eucaristía sin tener compasión de los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con Jesús.
Compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque sale de Dios y vuelve a Él. La Virgen María, Madre de la divina Providencia, nos acompañe en este camino.+
Publicar un comentario