Ya en la primera misa del sábado, a las 7.30, el templo estuvo lleno, y la casi totalidad de los presentes provenían de familias paraguayas de distintos puntos de la ciudad y del Gran Buenos Aires. La fe católica y la devoción mariana del pueblo paraguayo se evidenciaron en una presencia continuada durante toda la jornada, en la que se celebraron siete misas y los devotos se acercaban en ordenada fila a honrar a la imagen de la Virgen que da nombre al templo.
Desde la noche anterior se habían ido instalando en la vereda externa una quincena de quioscos vendiendo chipá y otras comidas típicas, así como artesanías e imágenes.
A su vez, la parroquia instaló dentro de su terreno una santería y una parrilla, a beneficio de las obras parroquiales. Y en un salón se proyectaban videos de la vida y virtudes de la primera beata paraguaya, la religiosa carmelita descalza María Felicia de Jesús Sacramentado (1925-1959), llamada afectuosamente la Chiquitunga por su baja estatura. Fue beatificada el 23 de junio de este año en una ceremonia que presidió el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, ante 40.000 personas reunidas en el estadio del club Cerro Porteño, en Asunción. Siendo adolescente, la Chiquitunga había militado en la Acción Católica.
Un obispo paraguayo vino especialmente de su país para participar en las celebraciones el día de la Inmaculada en esta parroquia porteña. Se trata del obispo de San Juan Bautista de las Misiones, monseñor Pedro Collar Noguer, que presidió la misa principal, celebrada a las 11 tras una procesión por el barrio de Caballito, donde está inserto el vecino parque Rivadavia.
A su vez, la misa de las 15 fue presidida por monseñor José María Baliña, obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario de la zona Centro.
Durante los días anteriores, en la parroquia se rezó cada anochecer la novena a la Virgen y en la víspera de la fiesta, el viernes, se cantó una serenata a María.
A lo largo del día hubo tres sacerdotes atendiendo confesiones: el presbítero Emiliano Pierini, superior del seminario metropolitano de Buenos Aires; el padre Juan Antonio, carmelita descalzo paraguayo, y el presbítero Juan Cruz Padilla, sacerdote del Opus Dei. Muchos fieles se acercaron al sacramento de la reconciliación. Estos sacerdotes también celebraron algunas de las misas de la jornada. El párroco, presbítero Eusebio Pax, celebró también la Eucaristía y estuvo atento a la organización de las distintas actividades.
En un salón parroquial unas religiosas imponían el manto de la Virgen a quienes lo pedían, una emotiva devoción arraigada en el pueblo paraguayo.
Durante todo el día los fieles se acercaban a pedir la bendición a los sacerdotes y a varios diáconos permanentes. Entre otros, con alba blanca, se vio bendiciendo al diácono permanente Rodolfo Sánchez Rubio, de la diócesis San Justo. Más temprano, comentó, había estado cumpliendo esa función en otro ámbito con incesante concurrencia de fieles, la parroquia de Nuestra Señora del Talar, santuario de la Virgen Desatanudos, en el barrio porteño de Agronomía. (Jorge Rouillon)
Publicar un comentario