En sus homilías, los prelados agradecieron a los sacerdotes su compromiso pastoral y por responder con generosidad a la unción recibida. También los exhortaron a volver sobre la misión de evangelizar a los pobres y a ser “pastores como Jesús”.
Card. Mario Aurelio Poli (Buenos Aires): “Por la consagración los sacerdotes pertenecemos a Dios, a la vez que somos evangelizadores, portadores de una Noticia que no podemos omitir ni postergar. Por eso decimos que existimos para los demás, para ustedes pueblo fiel, para perpetuar en el tiempo el servicio de la salvación que comenzó con Jesús. Este ser para los demás, es fácil decirlo, pero no lo es para bajarlo a las manos… La Eucaristía, fuente inagotable de amor, es de donde los sacerdotes tomamos lo necesario para ungir con óleo de alegría a su pueblo, llevar la Buena Noticia del Reino a los pobres y pequeños, proclamar su misericordia que es gratuita, inmerecida e incondicional. Para enseñar y perdonar en su nombre, consolar, apacentar al rebaño, acompañar la vida tal como viene, para estar presentes en la pasión y muerte de cada fiel, y predicar la esperanza de una feliz resurrección como lo prometió Jesús. El camino que nos ha trazado nuestro Sínodo comienza en la Eucaristía y se dirige a evangelizar toda realidad humana en nuestra Ciudad, con la condición de que todo lo podemos en Él y con Él”.
Mons. Oscar Vicente Ojea (San Isidro y presidente de la CEA): “Para reavivar este don que nos fue dado es preciso volver sobre nuestra misión de evangelizar a los pobres; ellos son los humildes de la tierra… los que han recibido la promesa de quedar saciados. Son los que están injustamente oprimidos pero no han perdido la piedad. Nosotros tenemos un compromiso especial para con ellos: en primer lugar porque son nuestros maestros, ‘ellos tienen mucho que enseñarnos, es preciso que nos dejemos evangelizar por ellos’ y en segundo lugar porque a través de ellos podemos descubrir nuestra propia pobreza y -al descubrirla- ser alcanzados por la misericordia de Dios que una y otra vez nos invita a la fidelidad”. Texto completo
Mons. Ramón Dus (Resistencia): “La intención es la alegría de encontrarnos, de renovar nuestra fe en el amor de Dios, también de renovar nuestra respuesta a ese amor de Dios, con nuestra vida, con nuestro compromiso con nuestras responsabilidades y animarnos juntos a vivir este momento de Iglesia tanto aquí entre nosotros la Iglesia diocesana, con en este Año Pastoral que hemos subrayado que sea un año vocacional que nos acompaña, pero también a nivel eclesial de un modo universal con este año que también está signado por la meditación y también el reconocimiento del papel, la responsabilidad y el lugar que le corresponde a los jóvenes en nuestra Iglesia, para animarlos y sobre todo para descubrir con ellos, también discernir con ellos el hoy de nuestra iglesia, este hoy que dice Jesús en el Evangelio – Hoy también se cumple entre nosotros la Palabra de Dios”.
Mons. Juan Alberto Puiggari (Paraná): “Tenemos que levantar el corazón y centrarlo en la serena luz de la Esperanza, no fundada en palabras sino en una persona viviente: Cristo… No somos ingenuos ni queremos eludir la realidad, estamos en tiempos difíciles para nuestro ministerio: secularización, indiferencia, disminución de las vocaciones, debilitamiento de una cultura cristiana, miserias y tensiones dentro de la misma Iglesia… Así nos volvemos anunciadores entristecidos y pesimistas crónicos… Es fácil que nos invada el desanimo, pensar que nada puede cambiar, que no vale el esfuerzo. Podemos caer en un escepticismo o una mirada ácida frente a los acontecimientos; tentación de aislarnos, critica fácil y amarga y tantas otras actitudes que bien conocemos… Apasionarse cada vez más por Jesucristo, su persona y su misión; que nuestra vida sea Cristo. Que nuestro pensamiento y corazón esté lleno de Él. Que hablemos de la abundancia del corazón configurándonos con Él, buen Pastor, maestro y servidor que nos lleva a dar la vida por las ovejas”.
Mons. Dante Braida (administración apostólico de Mendoza): “Para recibir esta consagración nosotros nos hemos presentado ante Dios con nuestra propia realidad de pobreza. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su sanación para que cure nuestras heridas. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su liberación para que nos quite apegos que no nos dejan crecer. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su claridad para que nos quite las cegueras que no nos dejan ver la verdad. Pobreza que nos hace sentir necesitados de su consuelo para que nos alivie la cruz que de tantas maneras se nos presenta. En cada tiempo de crisis experimentamos particularmente esa pobreza y, a la vez, percibimos más patentes los efectos de la gracia que trae esta unción”. Texto completo
Mons. Andrés Stanovnik OFMCap (Corrientes y administrador apostólico de Orán): “Los sacerdotes, a quienes nos fueron confiados los oficios de santificar, enseñar y guiar al Pueblo de Dios, en particular este último, fuimos ungidos para que nuestro servicio de pastores se distinga por la cercanía y el acompañamiento, la escucha y el diálogo, y, finalmente, por el discernimiento para que la toma de decisiones pastorales responda a lo que el Espíritu Santo está diciendo hoy a nuestras comunidades. Esto exige de nosotros una conversión pastoral continua, que expresamos todos los años mediante la renovación de nuestras promesas sacerdotales… Renovando en nuestro corazón el gozo que nos da el ‘óleo de la alegría’, que se ha derramado sobre nuestra cabeza, y que es el que nos proporciona aquel gozo que, aun en medio de los sufrimientos que acompañan nuestro ministerio, nos hace permanecer interiormente alegres y en paz”.
Mons. Héctor Aguer (La Plata) recordó a los sacerdotes que “no deben ser esclavos de las modas ni de las ideologías" y alentó a los seminaristas a que se formen del mejor modo, y se configuren totalmente con Cristo.
Mons. Luis Urbanc (Catamarca): “Durante estos días, más allá de presidir las celebraciones sagradas, sean los primeros en dejarse transformar por estas realidades divinas de las que son ministros ‘in persona Christi Capitis’, a fin de lograr una identificación más genuina con quien los ha llamado y asociado en la lucha contra el mal y la difusión del Bien, la Verdad y la Vida, que es el mismísimo y único Dios… Aprovechemos esta bella liturgia crismal, que tenemos el privilegio de celebrar a los pies de nuestra santa Madre, y que no se celebra en ningún otro templo de la diócesis, para expresar, así, la unidad de nuestra fe y de nuestra vida cristiana”.
Mons. Luis Collazuol (Concordia): “La espiga representa a Cristo en su Pascua… Cristo, grano que muere para dar Vida; espiga resucitada que nos engendra en Él para ser Iglesia. La espiga es también símbolo de la vida sacerdotal “en Cristo”. Para ser grano que vive es necesario crecer en la espiga, en Cristo, en la Iglesia; para ser fecundo es necesario morir con Él. Pero siempre en comunión con los otros: un solo grano no cubre el campo ni puede hacerse pan. Cristo es también el grano que se ha transformado en Pan, Pan Eucarístico que desciende del Cielo y da Vida al mundo. Y allí se revela el misterio más profundo del “alter Christus”: ser plenamente sacerdote en la Eucaristía, fuente de gracia y cumbre de comunión eclesial. Texto completo
Mons. Gabriel Mestre (Mar del Plata): “En esta dinámica de sinodalidad, fragilidad y sobre todo de renovación, quiero concluir la prédica con palabras de Benedicto XVI: En la víspera de mi ordenación sacerdotal abrí la Escritura porque todavía quería recibir una Palabra del Señor para aquel día y mi camino futuro de sacerdote. Mis ojos se detuvieron en este pasaje: ‘Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad’. Entonces me di cuenta: el Señor está hablando de mí y está hablándome a mí. Y lo mismo me ocurrirá mañana. No somos consagrados en último término por ritos, aunque haya necesidad de ellos. El baño en el que nos sumerge el Señor es Él mismo, la Verdad en persona. La ordenación sacerdotal significa ser injertados en Él, en la Verdad. Pertenezco de un modo nuevo a Él y, por tanto, a los hermanos, ‘para que venga su Reino’”. Texto completo
Mons. Fernando Maletti (Merlo-Moreno): “Queridos sacerdotes pongamos todo esto en las manos del Señor y no bajemos los brazos para incentivar, entre los hermanos y hermanas, el trabajo eclesial y social para la justicia y los derechos. Para que nadie se quede afuera de una vida digna… Vuelvo a la prioridad del ‘desde los pobres a todos’ de nuestro lema. Que todos nos sintamos que ‘anunciamos a Jesús desde los pobres a todos en salida misionera’… Los curas somos hombres de barro; María nos ayuda a buscar el perdón en las caídas, a ser fuertes en la debilidad, a soportar la incomprensión y el rechazo, a preservar en el camino la santidad y los medios para alcanzarla, a levantarnos cada día con el deseo de darlo todo por los hermanos. Ellas nos ayude a vivir al estilo de Cristo sacerdote y según los sentimientos de su corazón”. Texto completo
Mons. Ariel Torrado Mosconi (Nueve de Julio): “Que al renovar hoy la conciencia de haber sido ungidos para santificar y bendecir a nuestro pueblo podamos expandir el perfume de esa caridad pastoral que nos viene de la gracia sacramental. ¡Por eso, queridos hermanos sacerdotes, los llamo y convoco, en este día tan entrañable en que renovarán sus promesas, a no tener miedo de morir a sí mismos, de salir y donarse de todo corazón a los fieles a los cuales fueron enviados!.. ‘Engendrar la fe’ esta sigue siendo hoy una de las claves de la nueva evangelización. Debemos retomar, ahondar y profundizar hoy también este rico concepto pastoral. La Iglesia cumple con su misión, sobre todo, cuando ‘da a luz’ nuevos cristianos. Y los sacerdotes -obispos y presbíteros- somos ‘padres’ en ella. Y esta paternidad se ha de prolongar en el crecimiento, la formación y el acompañamiento hasta que pueda dar los frutos de conversión y caridad que nuestro Padre Dios espera encontrar en cada uno de sus hijos”. Texto completo
Mons. Luis Alberto Fernández (Rafaela): “Supliquémosle al Padre que la Resurrección de su Hijo nos dé la fuerza y la alegría para no caer en la tentación de la resignación, de bajar los brazos o deprimirnos ante el escepticismo de estos tiempos tan fuertes del país y del mundo; sino que como verdaderos resucitados, junto a Cristo Jesús, vivamos en comunión, como hermanos que nos queremos y nos ayudamos, y hasta tenemos el coraje, por la fuerza de la Pascua, de perdonarnos y seguir construyendo entre todos la civilización del amor y la solidaridad”. Texto completo
Mons. Sergio Buenanueva (San Francisco): “Los que, en el bautismo, la confirmación y el orden sagrado, hemos sido ungidos por el Santo Crisma, encontramos en María, misionera del Evangelio, un icono luminoso de la misión que el Espíritu impulsa desde dentro de nuestra alma ungida. María es imagen de la Iglesia pobre y solidaria, peregrina y misionera… ¡Qué ninguno de nosotros se sienta excluido! No tengamos miedo a descubrirnos pobres. Esa es la mejor condición para compartir el don precioso de nuestro tiempo transformándolo así en servicio evangelizador, en consuelo al que sufre, en sonrisa y mano que se tiende al hermano. ¡Qué todas nuestras comunidades experimenten la juventud de la unción que no deja de derramarse sobre nosotros y que nos impulsa a ser misioneros del amor del Padre! Texto completo
Mons. Gustavo Montini (Santo Tomé): “Que gran parte de nuestras búsquedas y hasta de nuestros desvelos sea contener, acompañar y estar cerca de la familia a través de las áreas pastorales, de las instituciones presentes en nuestras parroquias, y sobre todo, a través de nuestro contacto personal. El ‘Programa María’ encarna en forma sencilla nuestro deseo de que la Exhortación Postsinodal Amoris letitia sea en nuestra diócesis, la superficie eclesial y comunitaria donde hagamos pie y desde ahí, caminemos”. Texto completo
Mons. Santiago Olivera (Castrense): “¿Quiénes son hoy los más pobres en nuestra Diócesis? ¿Quiénes son los más heridos? ¿A quiénes debemos vendar, curar, sanar y anunciar liberación? Sabemos que esta es una misión de todos, pero a nosotros particularmente se no confía la misión de sostener y acompañar, vendar y sanar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad y a sus familias, como también se nos pide en esta hora, sanar la historia. ¿Cómo? Por lo pronto en la Verdad… Y con ‘memoria’… Hemos sido ungidos para sanar, vendar y acompañar. La verdad muchas veces nos duele, pero nos hace libres. La verdad asumida engrandece, aunque parezca humillación. Verdad supone también entonces asumir los propios errores. Jesús vino a sanarnos, vendarnos, curarnos. Y esto es motivo de profundo gozo”. Texto completo
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