¿Aceptar que se habilite el debate de este tema, en el espacio público y en el parlamento, es, sin más, una claudicación de nuestra fe? ¿No queda comprometida la objetiva malicia moral del aborto claramente señalada por el magisterio ordinario y universal de la Iglesia?, se preguntó el prelado en un comentario en su blog Evangelium Gratiae.
La Iglesia católica y sus obispos no manejamos la agenda de temas de debate público. Ni tenemos por qué hacerlo. No es nuestra misión ni debe ser nuestro rol de cara a la sociedad. Es cierto que, en ocasiones, la palabra eclesial puede poner de relieve un tema, y hacerlo con espíritu profético. Nunca la fe cristiana, la cultura y la sociedad van a coincidir totalmente. Siempre la fe tendrá oportunidad de ejercer una saludable oposición crítica, señalando verdades incómodas, incluso a destiempo y sin que se lo pidan, advirtió.
El prelado hizo notar que autonomía respecto de la Iglesia no significa indiferencia ética y subrayó: Nadie puede eludir la responsabilidad de sus propios actos libres y sus consecuencias. La libertad de cada uno coexiste con la de los demás; nuestros derechos son correlativos a nuestros deberes, y todos estamos llamados a contribuir al bien común.
Esta dimensión ética que tiene el debate del aborto, como otros similares, es el espacio abierto para que la Iglesia católica, como las otras religiones, puedan ofrecer su particular punto de vista al respecto, sostuvo.
Tras destacar que la sociedad argentina, aún con altibajos, ha ido aceptando las reglas de la democracia para regular la convivencia ciudadana y el debate público de temas de interés común, recordó que la libertad de conciencia y la libertad de expresión, junto con la libertad religiosa, son pilares sobre los que se asienta la cultura democrática.
Monseñor Buenanueva pidió no excluir a nadie de la discusión federal sobre el tema, y afirmó que el debate sobre el aborto toca los fundamentos mismos de nuestra convivencia ciudadana: la vida, su dignidad, su intangibilidad, su indisponibilidad y su correlación con la libertad.
Si una vez dijimos Nunca más a las violaciones sobre los derechos humanos, no podemos eludir ir a fondo en esta materia: el derecho a la vida. Las grandes opciones éticas de los pueblos necesitan ser elegidas, una y otra vez, por las personas. Ni son automáticas ni nunca están tomadas, de una vez para siempre. Siempre reclaman nuestra conciencia y libertad.+
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