Al recibir a Jesús en la Eucaristía no convertimos en lo que recibimos

Ciudad del Vaticano (AICA): “Mientras nos une a Cristo, separándonos de nuestros egoísmos, la comunión sacramental nos abre y une a todos aquellos que son una sola cosa en Él”. En definitiva, “nos convertimos en lo que recibimos”, explicó el papa Francisco este miércoles 21 de marzo durante la audiencia general. Continuando con su catequesis sobre la misa, el pontífice centró hoy su reflexión sobre la comunión sacramental.
El Santo Padre sorprendió hoy, miércoles 21 de marzo, día que inicia la primavera en el hemisferio norte, a los más de 15 mil fieles congregados en la Plaza de San Pedro, improvisando una pregunta: ¿Una planta enferma florece bien?, y agregó: “¿Qué pasa en primavera? Florecen los árboles. ¿Un árbol o una planta enferma florece bien? ¡No! ¿Un árbol o una planta que no reciben agua, de lluvia o artificialmente, pueden florecer bien? ¡No!.”.

“¿Un árbol o una planta a la que le arrancaron las raíces puede florecer? ¡No! ¿Pero, sin raíces no se puede vivir?. ¡No! Este es el mensaje: Una vida cristiana debe ser una vida del florecer en lo eterno.

“Una vida que debe florecer en las obras de caridad, en hacer el bien. Pero si tú, no tienes las raíces, no podrás ser sanado. ¿Y quién es la raíz? ¡Jesús! Si, tú no estás con Jesús no florecerás”, expresó Francisco.

Luego se refirió al alimento de esas raíces también a través de la Palabra y los sacramentos de la Iglesia, pero siempre desde la ‘raíz” que es Jesús. Así, Francisco deseó a todos una primavera florecida, como será la ‘Pascua florecida’; “florecida de buenas obras, de virtud y de hacer el bien a los demás”.

Por último Francisco recordó una cita del poeta argentino Francisco Luis Bernárdez: “Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”… Jamás cortar las raíces que conectan con Jesús”, exhortó el Papa.

Recibir a Jesús, que nos transforma en él y nos fortalece.
Y es precisamente la Eucaristía -observó el Papa- que “nos hace fuertes para dar fruto, flores de buenas obras para vivir como cristianos”.

Francisco entra en el corazón de la catequesis recordando que “si vamos a movernos en procesión para hacer la comunión, en realidad es Cristo quien viene a nuestro encuentro para asimilarnos a nosotros mismos”. En este sentido, de hecho, San Agustín dijo en las Confesiones que escuchó a Cristo decir: “serás transformado por mí”, “no serás transformado en ti”. Y no solo la Comunión le arrebata al hombre del egoísmo, sino que lo une a todos aquellos que son uno con él.

“Celebramos la eucaristía para nutrirnos de Cristo, que nos dona a sí mismo tanto en la Palabra como en el Sacramento del altar”, señaló.

El Papa aseguró que se trata de una invitación “a experimentar la íntima unión con Cristo, fuente de alegría y de santidad”. “Una invitación que alegra, y a la vez empuja a un examen de conciencia iluminado por la fe”.

Después de la fracción del pan, el sacerdote nos invita a mirar «al Cordero que quita el pecado del mundo», reconociendo la distancia que nos separa de la santidad de Dios y de su bondad al darnos como medicina su preciosa Sangre, derramada para el perdón de los pecados. Somos, por tanto, convocados «al banquete de bodas del Cordero», reconociéndonos indignos de que entre en nuestra casa, pero confiados en la fuerza de su Palabra salvadora.

“Nutrirse de la eucaristía significa dejarse cambiar en cuando la recibimos”, añadió. En este sentido, añadió que “como el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y Sangre del Señor, así cuantos lo reciben con fe son transformados en eucaristía viviente”.

Por otro lado, dijo que “la Iglesia desea vivamente que también los fieles reciban el Cuerpo del Señor con hostias consagradas en la misma misa; y el banquete eucarístico se expresa con mayor plenitud si la santa Comunión viene hecha bajo las dos especies, sabiendo además que la doctrina católica enseña que bajo una sola especie se recibe a Cristo totalmente”.

El Papa también mencionó que la comunión se recibe en la boca o, donde está permitido, en la mano, y después se invita a “custodiar en el corazón el don recibido” y a esto ayuda “la oración silenciosa, un salmo o un himno de alabanza”.+

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