Francisco: La Iglesia no es para hacer turismo espiritual sino para vivir como hermanos
“Queridos hermanos: la comunidad cristiana nace de la efusión del Espíritu Santo y crece cuando comparte con los demás lo que posee. El término griego Koinonía, que significa ‘poner en común’, ‘compartir’, tiene una dimensión importante desde los orígenes de la Iglesia. De la participación en el Cuerpo y Sangre de Cristo, derivaba la unión fraterna que llevaba a compartir todo lo que tenían”, comenzó explicando el pontífice continuando con su ciclo de catequesis dedicadas a reflexionar sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles, como preparación para el Mes Misionero Extraordinario del próximo mes de octubre.
El pontífice subrayó cómo la comunión espiritual entre los cristianos se expresa en el “poner en común” los bienes y en la ayuda a los pueblos.
Francisco interrumpió varias veces la lectura del texto que tenía preparado para agregar frases como “la conversión es verdadera conversión si llega a los bolsillos”; “cuando la conversión toca el propio interés, entonces es una verdadera conversión”, reiteró el Papa.
“La vida eucarística, las oraciones, la predicación de los Apóstoles y la experiencia de la comunión -explicó el Papa- hacen de los creyentes una multitud de personas que tienen “un solo corazón y una sola alma” y que no consideran como su propiedad aquello que poseen, sino que tienen todo en común. Por este motivo “nadie entre ellos tenía necesidades, porque cuantos poseían campos o casas los venden, llevan lo adquirido de lo que fue vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles, luego se distribuía a cada uno según su necesidad”. Esta praxis tenía como finalidad a tener lejos la plaga de la pobreza, que es un compromiso de la Iglesia de ayer y de todos los tiempos”.
Refiriéndose al gesto de los cristianos que se despojan de sus bienes para dárselos a los más necesitados, el Obispo de Roma afirmó que, no se trata solo de cosas materiales, sino también del tiempo, el voluntariado, ya que compartir mi tiempo con los demás es comunión.
De este modo, señaló el Santo Padre, la koinonía o comunión se convierte en la nueva forma de relación entre los discípulos del Señor, un nuevo modo de ser entre nosotros, es la modalidad del amor, pero no un amor de palabras, sino un amor concreto.
“El vínculo con Cristo –precisó el pontífice– establece un vínculo entre hermanos que también converge y se expresa en la comunión de bienes materiales. Ser miembros del Cuerpo de Cristo hace que los creyentes sean corresponsables los unos de los otros. Ser creyentes de Jesús nos hace a todos nosotros corresponsables los unos de los otros, no podemos ser indiferentes ante los problemas de los demás, debemos orar y ayudarlo, esto es ser cristiano. Por eso, los fuertes sostienen a los débiles y nadie experimenta la pobreza que humilla y desfigura la dignidad humana, porque ellos viven en esta comunidad: tener en común el corazón. Se aman. Esta es la señal: el amor concreto”.
Francisco cita la decisión del Concilio de Jerusalén, en el cual se da a Pablo y Bernabé el mandato de evangelizar a los paganos y “les piden solamente que se acuerden de los pobres”.
El Papa citó el ejemplo de Bernabé, citado en el libro de los Hechos, que “posee un campo y lo vende para consignar el ingreso a los Apóstoles. Pero también hay un “ejemplo negativo”: “Ananías y su esposa Safira, habiendo vendido un terreno, deciden consignar sólo una parte a los apóstoles y retener la otra para sí mismos. Este engaño interrumpe la cadena del compartir gratuito, sereno y desinteresado y las consecuencias son trágicas, fatales”.
“Esta actitud, que san Juan Crisóstomo define como un verdadero y propio “sacrilegio”, provoca a ambos la muerte. Tener en menos a la sinceridad del compartir, de hecho, significa cultivar la hipocresía, alejarse de la verdad, volverse egoístas, apagar el fuego de la comunión y destinarse al hielo de la muerte interior.
Quien se comporta así transita en la Iglesia como un turista que aloja en un hotel, no la vive como una casa y como su familia. Una vida construida sólo sobre el sacar provecho y ventajas de las situaciones a expensas de los otros, provoca inevitablemente la muerte interior. Una rama separado del tronco y de las otras ramas, de hecho, se seca y muere”.
“El Señor -concluyó- derrame sobre nosotros su Espíritu de ternura, que vence toda hipocresía y pone en círculo esta verdad que nutre la solidaridad cristiana, la cual, lejos de ser actividades de asistencia social es la expresión irrenunciable de la naturaleza de la Iglesia, madre tierna de todos, especialmente de los más pobres”.
Publicar un comentario