“Estamos llamados -dijo el Santo Padre- a limpiar las depresiones producidas por la frialdad y la indiferencia” y agregó: “Necesitamos bajar tanta dureza de orgullo, haciendo gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, pidiendo perdón de nuestras faltas” aunque a veces “no sea fácil de reconciliarse”.
“El creyente, continuó el Papa, está cerca de sus hermanos para abrir, como el Bautista, “perspectivas de esperanza” incluso en “contextos existenciales impermeables marcados por la derrota”.
“No podemos rendirnos a las situaciones negativas de cierre y rechazo, no debemos permitirnos ser sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo”.
El pontífice explicó cómo san Juan Bautista “invitaba a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza, vigor y severidad. Sin embargo, sabía escuchar, sabía hacer gestos de ternura y perdón”.
Siguiendo el testimonio de vida de Juan, Francisco invitó a todos los discípulos de Jesús de hoy a ser “testigos humildes pero valientes”.
“Incluso hoy, subrayó Francisco, los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer entender que, a pesar de todo, el reino de Dios se construye día a día con el poder del Espíritu Santo”.
El pontífice concluyó su reflexión pidiendo a que "la Virgen María nos ayude a preparar día a día el camino del Señor, comenzando por nosotros mismos; y a sembrar a nuestro alrededor, con tenacidad y paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad". +
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