Mons. Castagna: “La evangelización se vuelve ideológicamente irremplazable”
En su sugerencia para la homilía del domingo, el prelado señaló que “el núcleo de fe, que debe profesar cada cristiano, si pretende ser identificado como tal, no es una abstracción sino una relación directa y franca con el mundo. Ser discípulo y testigo de Cristo incluye una forma de hacer la historia que logra la auténtica humanización”.
“En el desarrollo humano se ha producido una interferencia mortal: el pecado. En lo sucesivo todo legítimo progreso no logrará su meta de perfección si no alcanza a neutralizar ese mal”, advirtió y agregó: “Por ello, la referencia principal a Cristo adquiere una trascendencia única”.
“La evangelización, o presentación de Cristo resucitado, se vuelve urgente e ideológicamente irremplazable. Las ideologías ajenas o adversas al Evangelio no han logrado, en el transcurso de los siglos, una concepción coherente acerca de la naturaleza del hombre y de la sociedad. La persistencia del mal - o del pecado - desencadenó mucho odio, violencia, injusticias y caos social. Ciertamente, sin la vivencia del Evangelio, el panorama de la humanidad aparece poblado de densas tinieblas”, sostuvo.
Texto de la sugerencia
1.- El descanso vs el servicio de Jesús. Pocos de los "retirados" de la función pública son tan recordados por la gente. Los santos y los sabios constituyen la excepción. No responde a las generales de la ley pero aparece como una constante. Muchos hombres y mujeres que ocuparon notables puestos de conducción, se convierten en ignotos marginados de la sociedad que, en su momento, integraron y gobernaron. De todos modos el olvido de los hombres no borra la verdad, como la ficción jamás anula o reemplaza la realidad. Es otra la situación de Jesús. Intenta crear un ámbito de soledad y serenidad, con el fin de disponer, para los suyos y para Él, de un merecido descanso. No siempre lo logra. Las necesidades de la gente lo conmueven hasta desistir de la comida y del reposo: "El les dijo: Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer". (Marcos 6, 31) A medida que van pasando los años advertimos que "la realidad es la verdad" y no la que ingenuamente dibujamos como tal. Es aquí donde la misericordia se asoma como prioridad en el despliegue asombroso de la acción misionera de Jesús. Se conmueve ante la multitud: "Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeciô de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato". ( Marcos 6, 34)2.- Las ovejas sin pastor. El mundo, hambriento de verdad, se asemeja a aquella multitud que, en pos de Jesús, vagabundea por el desierto "como ovejas sin pastor". Lo buscan porque perciben en Él al Pastor legítimo y se aglomeran junto a su figura para recibir su enseñanza y orientar su rumbo. El Papa Francisco ha recorrido la periferia más pobre de nuestro Continente. La ansiosa búsqueda, de esa muchedumbre clamorosa, nos permite interpretar esta escena evangélica. Su presencia - y su palabra - como entonces la de Jesús, constituyó el centro de atracción de esa multitudinaria concentración. Es Cristo el que atrae y arrastra a esos centenares de miles de hombres y mujeres. ¿Quién sería Bergoglio si no fuera el Vicario de Cristo? En el Papa Francisco existe un personal sustrato humano de enorme valor, pero, es su "representado" - Jesucristo - el que ejerce esa milagrosa atracción. Para asombro nuestro, con menor espectacularidad, el Salvador es buscado y seguido, en aquellos pobres parajes de Judea, por una multitud hambrienta de su palabra. No entendemos lo que el mundo pide cuando le brindamos un pan insustancial, que empacha pero no alimenta. El único pan que sacia y vigoriza es Cristo: "el Pan bajado del Cielo". Lo ha afirmado Él mismo, en otras ocasiones, causando reacciones de diverso voltaje emotivo: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (Juan 6, 51). Es el anuncio de la Eucaristía. La consecuencia del escándalo, causado por esas palabras, está consignada por el mismo evangelista: "Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo" (Juan 6, 66).
3.- El bien del pueblo. Jesús es incansable ofreciendo a la gente lo que ésta reclama y necesita de Él: escucharlo y que sane a sus enfermos. Nunca abandona esa tarea fatigante, ni cuando experimenta el deseo legítimo de encontrarse con los suyos y evaluar los resultados de la misión encomendada. El bien de un pueblo, abrumado por la pobreza y las enfermedades, se erige sobre todo otro bien particular. Es urgente que quienes se aprestan a ejercer el poder político - y se confiesan cristianos - lo aprendan de Él. Para ello se les exige, como lo hacía el mismo Jesús, un generoso desprendimiento de intereses personales, con el fin de priorizar el bien del pueblo en el esfuerzo cotidiano. Cristo es el Buen Pastor que da su vida por amor a su Padre y al pueblo. El cristiano mantiene, gracias a la fe, la presencia viva de su Maestro y Señor. El Apóstol Pablo no cesa de señalar las exigencias del seguimiento de Jesús, concretadas en la fraternidad con todos los hombres, ya que: "Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos" (Colosenses 3, 11).
4.- La auténtica humanización. El núcleo de fe, que debe profesar cada cristiano, si pretende ser identificado como tal, no es una abstracción sino una relación directa y franca con el mundo. Ser discípulo y testigo de Cristo incluye una forma de hacer la historia que logra la auténtica humanización. En el desarrollo humano se ha producido una interferencia mortal: el pecado. En lo sucesivo todo legítimo progreso no logrará su meta de perfección si no alcanza a neutralizar ese mal. Por ello, la referencia principal a Cristo adquire una trascendencia única. La evangelización, o presentación de Cristo resucitado, se vuelve urgente e ideológicamente irremplazable. Las ideologías ajenas o adversas al Evangelio no han logrado, en el transcurso de los siglos, una concepción coherente acerca de la naturaleza del hombre y de la sociedad. La persistencia del mal - o del pecado - desencadenó mucho odio, violencia, injusticias y caos social. Ciertamente, sin la vivencia del Evangelio, el panorama de la humanidad aparece poblado de densas tinieblas.+
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