Mons. Castagna: “El hombre debe poner lo propio, y el Señor pondrá el resto”
"Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para darles de comer? Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer".
Sobre este texto evangélico monseñor Castagna comenta que “el Señor pregunta sin doble intención. Quiere acostumbrar a sus discípulos a dar su honesta opinión, hasta encontrar toda la verdad en lo que Dios ha decidido para ellos. Les exige poner lo suyo, aunque sea mínimo, de tal manera que no hará lo propio sin ese aporte pobre de sus seguidores”.
Más adelante, cuando el texto relata que habiendo saciado su hambre, la gente quería proclamar a Jesús como rey, y que el Maestro se retiró en soledad a la montaña, el arzobispo emérito comenta que “es preocupante la situación a que nos induce el medio ambiente actual. Existe una especie de inconciencia colectiva, que nace de cada corazón, que lo infiltra y condiciona todo, como la humedad en una casa deshabitada. Alli no pesan los valores fundamentales y el engaño ocupa el enorme vacío de la mente y del corazón. Ese vacio está constantemente alimentado por ciertas baratijas, que se constituyen en la sustancia del pensamiento progresista y del relativismo intelectual que lo rige. El discurso brillante y la forma literaria deslumbrante invaden, con su seducción, los espacios amplios de la comunicación. Cristo es el Pan bajado del Cielo para constituirse en el alimento sólido y adecuado para el hombre hambriento de la Verdad. No es correcto echar mano a otra expresión que la empleada por el mismo Maestro en su enseñanza al pueblo”. +
Texto completo de la homilía sugerida
1 - Lo suyo y lo nuestro. "Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe:¿Dónde compraremos pan para darles de comer? Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer". (Juan 6, 5-6). El Señor pregunta sin doble intención. Quiere acostumbrar a sus discípulos a dar su honesta opinión, hasta encontrar toda la verdad en lo que Dios ha decidido para ellos. Les exige poner lo suyo, aunque sea mínimo, de tal manera que no hará lo propio sin ese aporte pobre de sus seguidores. Andrés le transmite que disponen de cinco panes de cebada y dos peces, la mísera vianda de un pobre pastor. El Apóstol no se averguenza de no tener más que eso, recogido de la fervorosa y desprevenida multitud. Jesús los hace ordenar en grupos para facilitar la distribución de aquel insignificante alimento. ¡Gran sorpresa! Comen todos y sobra, de aquel pan compartido, doce canastos. En el intento mezquino de aprovechar el poder y la popularidad del Maestro, para que les solucione todos los problemas, pretenden hacerlo rey: "Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña". (Juan 6, 15) Vuelve a la fuente secreta de su eficaz misión: el escondido encuentro con su Padre, en la espesura del monte.
2 - La inconciencia colectiva. Es allí donde se gesta la energía vital que redimirá a la humanidad. Observándolo debemos hallar el sendero que nos lleve a la verdad que necesitamos para ser redimidos por Él y, en consecuencia, para acertar en nuestras decisiones. Es preocupante la situación a que nos induce el medio ambiente actual. Existe una especie de inconciencia colectiva, que nace de cada corazón, que lo infiltra y condiciona todo, como la humedad en una casa deshabitada. Alli no pesan los valores fundamentales y el engaño ocupa el enorme vacio de la mente y del corazón. Ese vacio está constantemente alimentado por ciertas baratijas, que se constituyen en la sustancia del pensamiento progresista y del relativismo intelectual que lo rige. El discurso brillante y la forma literaria deslumbrante invaden, con su seducción, los espacios amplios de la comunicación. Cristo es el Pan bajado del Cielo para constituirse en el alimento sólido y adecuado para el hombre hambriento de la Verdad. No es correcto echar mano a otra expresión que la empleada por el mismo Maestro en su enseñanza al pueblo. Grandes intelectuales como Agustín de Sagaste, ya convertidos a Cristo, pusieron sus conocimientos al servicio de la Verdad, descubierta y abrazada con amor. No la reemplazaron sino que le ofrecieron lo que la cultura de su tiempo les había aportado en tal grado de excelencia: la forma al servicio de la verdad o en términos aplicables a Juan Bautista, "la voz al servicio de la Palabra". Este propósito no parece ocupar la delantera en las exposiciones y debates entre quienes hoy se consideran pensantes. Recuerdo la exclamación de Jesús, dirigida al Padre, en la que señalaba la virtud de los humildes como condición para comprender la Verdad revelada: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y haberlas revelado a los pequeños." (Mateo 11, 25).
3 - Cristo es el Pan bajado del cielo. El hombre contemporáneo necesita el alimento que sustente su condición de persona e hijo de Dios. Y me refiero a todo hombre, cualquiera sea su situación en relación con la fe y sus formas religiosas. Ese alimento es único e insustituible. Existe un solo Dios y única es su Revelación - Jesucristo - quien es el alimento, como consta en el el texto evangélico del Apóstol Juan: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma este pan vivirá eternamente..." (Juan 6, 51). Es urgente que sea presentado por quienes son sus testigos y, convenientemente atendido, por quienes decidan ser honestos y se apronten a reconocerlo. De esto procede la necesidad de sanear el clima cultural y espiritual de la sociedad. No basta que haya gente buena, se requiere que sea la levadura de una masa renovada y orientada a la verdad. Jesús habla de esa levadura, que es casi imperceptible pero que da cuerpo y vitalidad a la masa. En otra oportunidad se refirió a sus discípulos definiéndolos como "pequeña grey", a la que el Padre tiene destinado el Reino. ¡Qué lejos está este concepto de lo multitudinario! Corremos el riesgo de clasificar el valor carismático de un movimiento religioso por el número de registrados en él. Este criterio choca con la fluctuación emotiva, que hoy conmueve la superficie y mañana desaparece. ¿Quien nos ha dicho que la autenticidad del don de Dios está sometida al número de sus adherentes? Siempre me ha impresionado la actitud firme de Jesús, al observar la reacción de muchos discípulos que "dejaron de acompañarlo" al no entender el anuncio sorprendente de la Eucaristía: "Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse?" (Juan 6, 66-67) Ciertamente, Jesús no buscaba el asentimiento popular sino exponer la verdad.
4 - Cristo es la Verdad y la Vida. Es esa Verdad la que nos constituye en seres libres. Es urgente que renunciemos a imaginar una verdad - manufacturada por nosotros - que no corresponda a la Verdad. Es un desafío ineludible poner al servicio del acogimiento de la Verdad, que nos es obsequiada, nuestra capacidad de darle forma humana y hacerla inteligible a quienes humildemente la buscan. Cristo es la Verdad. Se introduce en nuestra vida, sumergida en el engaño y la mentira del pecado, para reanimarla con su Vida nueva. Se vuelve obsequio del Padre que nos ama: "Sí, Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna" (Juan 3, 16). Es conmovedor comprender el grado del amor de Dios. La realización histórica del mismo sobrepasa todo lo imaginable. Me refiero al drama humano de la Cruz.+
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