El prelado reconoció que “contemplar la Navidad” propone miradas bien diferentes y planteó: “Una, la más fácil, la que primero impacta nuestros sentidos, el ambiente, las vidrieras, las propagandas, los `papa Noel' y los arbolitos por la calle... las decenas de luces intermitentes, el ritmo más acelerado más que de costumbre intentando apurar tiempos, compras, el acopio de la cena... todo en medio de una sobrecarga de colores, sonidos, adornos... Imposible no sucumbir a esta escalada navideño-consumista. Lo externo lo invade todo”.
“La otra intenta no sólo mirar sino ver más profundamente, al recordarnos que la Navidad, ¡gracias a Dios! es más, bastante más que una cuestión estomacal o de shopping y, desde la fe, nos impulsa a mirar hacia dentro de nosotros mismos, preparar primero allí el espacio para que Jesús pueda hacerse un lugar y celebrar lo que Dios puede hacer por amor”, diferenció.
“Esta otra señal, siendo signo de fraternidad, no tiene tanto colorido sino más bien tiene el color ‘morado’ que supone ir buscando y descubriendo detrás de esa señal dolorosa el rostro sufriente de Dios en los derechos humanos vulnerados, y el primero es el derecho a la vida, a la dignidad y la libertad humana”, agregó.
El obispo lomense sostuvo que “es una señal que grita como una madre que siente que le atropellan a sus hijos cuando ve que lastiman la imagen de Dios y que ella constantemente tiene que volver a su original belleza: en el rostro del indigente, el desocupado, el sufriente, el despojado de la tierra para su subsistencia, el anciano abandonado, el depresivo, la mujer golpeada, el niño ‘huérfano’ con alguno de sus padres vivos, la adolescente embarazada o cooptada por las redes de trata y narcotráfico”
Monseñor Lugones insistió en afirmar que “la señal sigue siendo la misma” y estimó que “prestarle atención puede llevarnos a detenernos para contemplar una señal bastante diferente al que miramos cada Navidad”.
“Pero vivir la experiencia de encontrarnos con el Niño en lo cotidiano de la vida, en realidades donde menos lo buscamos, es vivir la presencia de lo sagrado en medio de lo más humano. Es animarnos al encuentro que destierra la soledad, al individualismo que abate la projimidad, a la organización y participación como comunidad que combate la manipulación. Ese es el misterio de la Encarnación hecho visible en Navidad. Y eso, les aseguro que... estremece de verdad! ¡Que todos encontremos ‘la’ señal!”, concluyó.
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