En la Misa de este gran acto del Año de la fe, el papa Francisco reiteró en su exhortación a decir sí a Dios y a la esperanza que nunca defrauda, con el amparo de María, Madre de la Vida y centró su reflexión en tres puntos:
1-”la Biblia nos revela al Dios vivo, al Dios que es Vida y fuente de la vida”
2- “en segundo lugar, Jesucristo da vida, y el Espíritu Santo nos mantiene en la vida”;
3- “seguir el camino de Dios lleva a la vida, mientras que seguir a los ídolos conduce a la muerte”.
Con esta Eucaristía el Papa invitó a dar gracias al Señor por el don de la vida en todas sus diversas manifestaciones y a anunciar el Evangelio de la Vida, y recordó que “Jesús es la encarnación del Dios vivo, el que trae la vida ante tantas obras de muerte, ante el pecado, el egoísmo, el cerrarse en sí mismos. Jesús acoge, ama, levanta, anima, perdona y da nuevamente la fuerza para caminar, devuelve la vida”.
El Papa continuó su meditación, “¿Qué es esta vida? Es la vida misma de Dios. Y ¿quién nos introduce en esta vida? El Espíritu Santo, el don de Cristo resucitado. Es él quien nos introduce en la vida divina como verdaderos hijos de Dios, como hijos en el Hijo unigénito, Jesucristo. ¿Estamos abiertos nosotros al Espíritu Santo? ¿Nos dejamos guiar por él?”.
“El cristiano es un hombre espiritual, y esto no significa que sea una persona que vive “en las nubes”, fuera de la realidad como si fuera un fantasma, no. El cristiano es una persona que piensa y actúa en la vida cotidiana según Dios, una persona que deja que su vida sea animada, alimentada por el Espíritu Santo, para que sea plena, propia de verdaderos hijos. Y eso significa realismo y fecundidad. Quien se deja guiar por el Espíritu Santo es realista, sabe cómo medir y evaluar la realidad, y también es fecundo: su vida engendra vida a su alrededor”.
El Santo Padre recordó que Jesús nos trae la vida de Dios, y el Espíritu Santo nos introduce y nos mantiene en la relación vital de verdaderos hijos de Dios. “Pero, con frecuencia -lo sabemos por experiencia - el hombre no elige la vida, no acoge el Evangelio de la vida, sino que se deja guiar por ideologías y lógicas que ponen obstáculos a la vida, que no la respetan, porque vienen dictadas por el egoísmo, el propio interés, el lucro, el poder, el placer, y no están dictadas por el amor, por la búsqueda del bien del otro”.
El Papa señaló que estos caminos representan “la constante ilusión de querer construir la ciudad del hombre sin Dios, sin la vida y el amor de Dios: una nueva Torre de Babel; es pensar que el rechazo de Dios, del mensaje de Cristo, del Evangelio de la vida, lleva a la libertad, a la plena realización del hombre. El resultado es que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y pasajeros, que ofrecen un embriagador momento de libertad, pero que al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte”.
Francisco explicó que el hombre tiende a la muerte cuando se aleja de Dios, “también el rey David quiso ocultar que cometió adulterio con la mujer de Urías el hitita, un soldado en su ejército y, para ello, manda poner a Urías en primera línea para que caiga en la batalla. La Biblia nos muestra el drama humano en toda su realidad, el bien y el mal, las pasiones, el pecado y sus consecuencias”.
“Cuando el hombre quiere afirmarse a sí mismo, encerrándose en su propio egoísmo y poniéndose en el puesto de Dios, acaba sembrando la muerte. Y el adulterio del rey David es un ejemplo. Y el egoísmo conduce a la mentira, con la que trata de engañarse a sí mismo y al prójimo. Pero no se puede engañar a Dios”.
El profeta dice a David “Has hecho lo que está mal a los ojos de Dios”. Lo que hizo el realmente “es una obra de muerte, no de vida - comprende y pide perdón: ‘He pecado contra el Señor’, y el Dios misericordioso, que quiere la vida y siempre nos perdona, le da de nuevo la vida; el profeta le dice: ‘También el Señor ha perdonado tu pecado, no morirás’”.
El Papa recordó que Dios es ante todo misericordioso, “tal vez nos parece un juez severo, como alguien que limita nuestra libertad de vivir. Pero toda la Escritura nos recuerda que Dios es el Viviente, el que da la vida y que indica la senda de la vida plena”.
Pero “pienso también en el don de los Diez Mandamientos: una vía que Dios nos indica para una vida verdaderamente libre, para una vida plena; no son un himno al ‘no’ - no debes hacer esto ¡no! Son más bien un himno al ‘sí’ a Dios, al Amor, a la Vida”.
Asimismo el Papa puso un ejemplo de misericordia misma de Jesús, y recordó el pasaje del Evangelio donde encuentra a una mujer pecadora durante una comida en casa de un fariseo, suscitando el escándalo de los presentes: Jesús deja que se acerque una pecadora, e incluso le perdona los pecados. ‘Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco’”.
La persona que vive esta experiencia “se siente comprendida, amada, y responde con un gesto de amor, se deja tocar por la misericordia de Dios y obtiene el perdón, comienza una vida nueva. Dios el Viviente es misericordioso ¿están de acuerdo? ¡Digámoslo juntos, Dios el Viviente es misericordioso! ¡Dios el Viviente es misericordioso! Otra vez ¡Dios el Viviente es misericordioso!”, concluyó el Santo Padre.+
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