Santa Fe (AICA): El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, reflexionó sobre el evangelio de este domingo que presenta el diálogo del Señor con diversas personas que, impactadas por la presencia y predicación de Jesús, le manifiestan el deseo de seguirlo. “No está mal aplicar este texto a la persona que está en camino de discernimiento a una vocación consagrada al servicio del Evangelio, porque habla, ciertamente, de una entrega totalizante al Reino de Dios. Pero se refiere, sin embargo, a toda vida cristiana cuando es asumida en un contexto de entrega y santidad”, dijo en su alocución semanal por radial.
“No está mal aplicar este texto a la persona que está en camino de discernimiento a una vocación consagrada al servicio del Evangelio, porque habla, ciertamente, de una entrega totalizante al Reino de Dios. Pero se refiere, sin embargo, a toda vida cristiana cuando es asumida en un contexto de entrega y santidad”, dijo en su alocución semanal por radial.
El prelado afirmó que “poner a Jesucristo y su Evangelio en el centro de mi vida, no significa desconocer o descuidar nuestras obligaciones. Jesús no viene a ocupar el lugar de nadie, sea la esposa, el padre, un hijo, sí viene a iluminar y dar sentido a todas nuestra relaciones, circunstancia y personas en la perspectiva del Reino de Dios”.
Tras asegurar que “esto es lo importante”, señaló que “la fe no nos quita nada, por el contrario, nos devela el misterio de la verdad del hombre a la luz de Jesucristo”.
El arzobispo santafesino sostuvo que “hay una manera cristiana de vivir en el mundo con todo lo que ello implica. Seguir a Jesucristo con total entrega es lo propio de todo cristiano. Hay sí, vocaciones que determinan un modo particular de este seguimiento. En este sentido podemos distinguir en la Iglesia, la vida sacerdotal o consagrada, de la vida laical”.
“El que se ha encontrado con Jesucristo y lo ha hecho el centro de su vida, sea laico, consagrado o sacerdote, no puede ya ‘volver la mirada hacia atrás’. Si lo hace tenemos que hablar, lamentablemente, de defección en el compromiso de la fe. Habrá motivos que lo expliquen, pero siempre quedará un vacío. El volver la mirada atrás o dejar el camino emprendido tiene, además, consecuencias eclesiales y sociales. Mi vida de fe y mi compromiso cristiano es un bien para mi hermano y la Iglesia”.
Por último, monseñor Arancedo reconoció con dolor que “muchos hermanos nuestros, en la diversidad de vocaciones y compromisos eclesiales que han asumido, han vuelto la mirada atrás! No nos toca ser jueces, pero sí proponer con claridad las exigencias del seguimiento al Señor” y destacó, por otra parte, que “contamos con su presencia en este camino del Reino de Dios: ‘Y yo estaré siempre con ustedes, nos dice el Señor, hasta el fin del mundo’”.+
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