Puerto Iguazú (Misiones) (AICA): El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, animó a ofrecer los dolores y sufrimientos a la Cruz del Señor “para que sean una fuente de santificación y redención para uno mismo y para el mundo actual”. Tomando la carta de san Pablo, monseñor Martorell indicó que los bautizados “fuimos revestidos de Cristo” gracias a su pasión y muerte. “Por eso los cristianos debemos vivir a imagen del que antes de ser glorificado fue el ‘varón de dolores’”, explicó. También invitó a ofrecer los dolores por la paz, el orden, la equidad, la justicia y la inclusión. “Todo eso tiene un valor infinito a los ojos de Dios”, concluyó.
Tomando el libro de Zacarías, el obispo espresó que el Mesías aparece prefigurado de manera “doliente”, ya que indica que la gracia mesiánica, si bien traería “un espíritu de gracia y de clemencia”, se vería turbada por la muerte de un personaje misterioso “a quien traspasaron”.
En el pasaje de san Lucas, Jesús cuenta a sus discípulos lo que le aguardaba en el momento de su pasión. Antes, descorre el velo de su misterio y pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Pedro le responde: “Tu eres el Mesías de Dios”.
La revelación de Jesús, explicó el prelado, fue muy dura para los discípulos, puesto que –como gran parte de Israel- esperaban un libertador terrenal. Y además, explicó, Jesús les aclara que también ellos habrán de pasar por el camino del sufrimiento.
Tomando la carta de san Pablo, monseñor Martorell indicó que el apóstol de los gentiles enseña que los bautizados “fuimos revestidos de Cristo”. Esto, indicó, implica estar revestidos de su pasión y muerte. “Por eso los cristianos debemos vivir a imagen del que antes de ser glorificado fue el ‘varón de dolores’”, resumió.
“Como el dolor de la Pasión desembocó en la alegría de la resurrección –añadió-, así también nosotros debemos saber que si cargamos con paciencia la cruz que nos ha tocado vivir y la llevamos hasta perder la vida por Cristo, culminará su camino en la alegría de la gloria eterna”.
“Muchas veces nos quejamos de los dolores y sufrimientos, de la enfermedad y la muerte, reclamándole a Dios por nuestra suerte que sentimos es peor que la de los pecadores, sobre todo cuando vivimos en la oración y la gracia. Dios no nos priva del dolor, sino que quiere que lo asociemos a la Pasión de Cristo para que sean una fuente de santificación y una fuente de redención para uno mismo y para el mundo actual”, sostuvo el obispo, quien finalmente invitó a ofrecer los dolores cotidianos “por la paz, el orden, la equidad entre los hombres, la justicia, la inclusión de los que menos tienen, para que los ciudadanos cumplan sus deberes y obligaciones”.
“Todo eso tiene un valor infinito a los ojos de Dios”, concluyó.+
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