El Santo Padre puso como ejemplo a san José, a quien le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. Por eso subrayó que en este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla.
Así, el Santo Padre destacó tres aspectos de este pasaje: descansar en el Señor, levantarse con Jesús y María, y ser una voz profética.
El encuentro con las familias -se trató de una Liturgia de la Palabra-, fue introducida por monseñor Gabriel Reyes, obispo de Antipolo y presidente de la Comisión Episcopal para la Familia. Tras escuchar los cantos, el Papa leyó un pasaje del Evangelio. Finalmente, se escucharon varios testimonios, en los que se mostró como la solidaridad familiar consigue superar problemas como la pobreza, la inmigración o la discapacidad.
En su discurso, el obispo de Roma afirmó que “para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, deben ser capaces de descansar en el Señor" y exhortó a "dedicar tiempo cada día a la oración”.
“Es posible que me digan: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco”, observó el Papa.
Francisco subrayó luego que “descansar en la oración es especialmente importante para las familias". Al respecto, especificó: "Donde primero aprendemos a orar es en la familia. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas”.
En segundo lugar, Francisco habló de cómo crecer con Jesús y María. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él, advirtió. Es más, añadió, cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo. "Así como el ángel reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño", explicó el pontífice.
A continuación, el Papa habló de las dificultades que pesan sobre la vida familiar: los efectos de los desastres naturales, la situación económica, la búsqueda de empleo.
Improvisando en español, Francisco advirtió sobre las colonizaciones ideológicas que tratan de destrozar la familia. Señaló que los pueblos de las periferia en un momento de su historia llegaron a la madurez necesaria para decir no a cualquier colonización política, y en este sentido, convocó a no claudicar frente a cualquier "colonización ideológica".
"Como familia, tenemos que ser muy sagaces, hábiles, fuertes, para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia. Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar", advirtió.
Francisco insistió en que el mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros y les pidió que sean ejemplo vivo de amor, de perdón y de atención, "santuarios" del respeto a la vida y que proclamen la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural.
Por último, el Pontífice precisó que el evangelio escuchado recuerda el deber cristiano de ser voces proféticas en medio de la sociedad. Al respecto, el Papa indicó que las familias, al tener hijos, los deben formar en la fe y en sanos valores, y enseñarles a colaborar en la sociedad para convertirse "en una bendición para nuestro mundo".
Asimismo, les pidió que sean especialmente conscientes en este "Año de los Pobres" que se estableció en Filipinas para ser discípulos misioneros de Jesús. Por eso pidió que se preocupen especialmente de los ancianos y niños sin padres. A propósito, el Papa confesó estar profundamente conmovido en el corazón por el encuentro que tuvo esta mañana en un centro de niños huérfanos.
Y terminó exhortando a las familias: “No escondan su fe, no escondan a Jesús, llévenlo al mundo y den testimonio de su vida familiar”.
Discurso del Santo Padre a las familias
Estimadas familias
Queridos amigos en Cristo
Muchas gracias por su presencia aquí esta noche y por el testimonio de su amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a monseñor Reyes, Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus palabras de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que presentaron sus testimonios y compartieron su vida de fe con nosotros.
Filipinas tiene muchos apostolados de la familia y les agradezco a ellos por su testimonio.
Las Escrituras rara vez hablan de San José, pero cuando lo hacen, a menudo lo encuentran descansando, mientras un ángel le revela la voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos vosotros, y reflexionar sobre el don de la familia.
([c]A partir de este momento el Papa comenzó a improvisar en español. Las cursivas en el texto indican las demás partes improvisadas dentro del discurso)
Y recuerdo mi familia, mi padre, mi madre. Me gustaría decir algo sobre un sueño pero mi ingles no es muy bueno.
Me gusta mucho esto de soñar en una familia. Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses. ¿Es verdad o no?
Soñar cómo será el hijo. No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar, de amar, esta energía de soñar se pierde, por eso les recomiendo que en la noche cuando hagan el examen de consciencia, también se hagan esta pregunta: ¿hoy soñé con el futuro de mis hijos, hoy soñé con el amor de mi esposo o esposa, soñé con la historia de mis abuelos? Es muy importante soñar, no pierdan esta capacidad de soñar.
Y también cuántas dificultades en la vida del matrimonio se solucionan si nos tomamos un espacio de sueño, reflexión. Si nos detenemos y pensamos en el cónyuge o en la cónyuge y soñamos en las cosa buenas que tienen. Por eso es muy importante recuperar la ilusión. Nunca dejen de ser novios.
A José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón. Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente en el Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que me gustaría que considerásemos: descansar en el Señor, levantarse con Jesús y María, y ser una voz profética.
Descansar en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide.
José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también ustedes están llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. Le preparan un hogar en sus corazones, sus familias, sus parroquias y comunidades.
Para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, deben ser capaces de descansar en el Señor. Deben dedicar tiempo cada día a la oración. Es posible que me digan: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.
Descansar en la oración es especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es en la familia.
No olviden, cuando la familia reza unida, permanece unida.
Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas. Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso es tan importante rezar en familia. Es muy importante. Por eso las familias son tan importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia.
Yo quisiera también decir una cosa muy personal. Yo quiero mucho a San José porque es un hombre fuerte de silencio. En mi escritorio tengo una imagen de San José durmiendo y durmiendo cuida a la Iglesia. Si, lo puede hacer, lo sabemos.
Cuando tengo un problema, una dificultad y escribo un papelito y lo pongo debajo de San José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por este problema.
Crecer con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso con el Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez prolongar. Pero, al igual que San José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar (cf. Rm 13,11).
La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él con la fuerza de la oración. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo.
Del mismo modo que el don de la Sagrada Familia fue confiado a San José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios.
Lo mismo que con San José. El regalo de la Sagrada Familia le fue dado para que lo llevara adelante. A mí también porque soy hijo de una familia y nos entregan el plan de Dios para llevarlo adelante.
El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño.
Estén atentos a la nueva colonización ideológica. Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. No nacen del sueño, de la oración, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, porque eso digo que son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión de la familia. Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle no a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy sagaces, hábiles y fuertes para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia.
Y pedirle a San José que es amigo del ángel para que nos diga cuando podemos decir si y cuando podemos decir no.
Las dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares.
Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. Esas son las colonizaciones ideológicas.
La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.
Pienso en el Beato Pablo VI. En un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida y la familia. El sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su carta encíclica (Humana Vitae) era tan misericordioso por sus casos particulares y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos con estos casos. Pero el vio más allá y vio a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia. Pablo VI era valiente, un buen pastor y alerto a sus ovejas de los lobos que venían, que desde el cielo nos bendiga esta tarde.
Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo San Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85).
Así pues, ¡protejan sus familias! Vean en ellas el mayor tesoro de su país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadan otras. Más bien, sean ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sean santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levántense con Jesús y María, y sigan el camino que el Señor traza para cada uno de ustedes.
Por último, el Evangelio que escuchamos nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la Sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia (cf. Lc 2,52).
Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. La familia puede ser una bendición para el mundo.
El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo.
Durante este año, que sus obispos establecieron como el Año de los Pobres, les pediría, como familias, que fueran especialmente conscientes de nuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de sus casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados.
Les pido además que se preocupen de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejen que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudarlos para que sepan que Dios no los olvida.
Hoy quede sumamente conmovido en el corazón después de la Misa cuando visite ese hogar de niños solos sin familia. Cuanta gente trabaja en la Iglesia para que ese hogar sea una familia. Esto significa llevar adelante proféticamente una familia.
Incluso si ustedes mismos sufrís la pobreza material, tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su Iglesia. No escondan su fe, no escondan a Jesús, llévenlo al mundo y den el testimonio de su vida familiar.
Queridos amigos en Cristo, sepan que yo rezo siempre por ustedes. Rezo siempre por las familias. Lo hago. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo su amor por él, y que este amor se manifieste en su amor por los demás y por la Iglesia.
No se olviden de la protección de San José. No se olviden de rezar por la familia.
No dejen de rezar a menudo y que su oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, recen también por mí, porque necesito verdaderamente sus oraciones y siempre cuento con ellas. Muchas gracias[/c].+
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