En un breve paso por el templo, el pontífice les dijo que “no se preocupen” porque para darles la bendición “no les cobro nada”, lo que provocó risas entre los presentes, entre ellos enfermos de cáncer, ancianos en situación de abandono y personas con discapacidad.
Al entrar al santuario, el segundo templo más grande de Guayaquil después de la catedral local, se inclinó y tocó el rostro a un enfermo que estaba en una camilla.
“Ahora voy a celebrar misa y los llevo a todos ustedes en el corazón. Le digo a Jesucristo: vos conocés el nombre de los que están allí y le pido que tenga mucha misericordia, que nos cubra con su misericordia y la Virgen que se siente al lado de ustedes”, expresó en el interior del templo donde estuvo acompañado por del arzobispo de Guayaquil, monseñor Antonio Arregui.
“Nos estamos yendo para la misa, le voy a decir al arzobispo que no corra el tiempo. Les pido por favor que recen por mí, ¿me lo prometen? Los bendiga Dios Todopoderoso en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Gracias por el testimonio cristiano”, se despidió el Papa.
El santuario de la Divina Misericordia tiene 29 metros de alto y posee una capacidad para 2.300 personas. Dentro hay un altar de mármol. En la fachada se aprecia un gran vitral de 288 metros cuadrados con la imagen del Señor de la Divina Misericordia.
Originalmente la celebración eucarística en Guayaquil iba a estar presidida por el papa en el santuario, pero las autoridades ecuatorianas lo desestimaron por cuestiones de seguridad.+
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