“Los leprosos de hoy en nuestra realidad misionera tienen distintos nombres: son la problemática indígena que cada vez más lleva a estos hermanos a deambular en contextos culturales adversos y racistas. Son los desnutridos que han crecido con limitaciones y diferencias que los llevan a la exclusión social e incluso a la condena por vagancia. Los leprosos son muchos jóvenes que no encuentran trabajo y, desde el vamos, se encuentran sin futuro”, aseveró y continuó: “Son los desamparados que siguen contenidos por el asistencialismo, todavía necesario en algunos casos, pero que daña la ‘cultura del trabajo’; los que padecen SIDA y los enfermos que no tienen monedas para acercarse a un hospital o centro de salud”.
“En la cercanía, compromiso e integración de estos ‘nuevos leprosos’ se pesará nuestro compromiso cristiano y, también, la calidad de aquellos que por su lugar y situación son dirigentes políticos, económicos y sociales”, afirmó y lamentó que “estos hermanos están tan en la marginalidad que padecen nuestro olvido, exclusión y racismo. De ellos no se ocupa casi nadie, ni cuentan con micrófonos, ni cámaras de televisión”.
Finalmente, puntualizó que “si queremos asumir nuestra identidad de discípulos de Jesucristo, el Señor, tendremos que asumir el compromiso, siempre actual, de la opción preferencial por los pobres, por los leprosos de nuestro tiempo”. “Esto nos exige que nos sintamos conmovidos y que, animados en la esperanza, busquemos caminos que nos lleven a construir una sociedad más solidaria, que respete la dignidad de las personas, la familia y sobre todo la vida”, concluyó.
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