Mons. Martorell: Cuaresma, tiempo del perdón y del amor de Dios
Y agregó que en el capítulo cuarto de ese Evangelio se dice que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
El prelado señaló que "la cuaresma que hemos comenzado el Miércoles de Ceniza, es un tiempo especial en la Iglesia, tanto para la liturgia como para la vida común de todo ser cristiano. Es un tiempo especial de oración y penitencia que prepara nuestro corazón para vivir la gracia de la Pascua de Resurrección".
"La liturgia cuaresmal -prosiguió- se desarrolla sobre una doble faz: por una parte se destacan los momentos fundamentales de la vida de Israel en relación a la Historia de la Salvación, especialmente en el Antiguo Testamento. Y por otra parte, se destacan los hechos más sobresalientes de la Vida de Jesús, hasta su muerte y resurrección, presentados en el Nuevo Testamento.
"El amor de Dios roto por el pecado de Adán, sufre un largo proceso de reconstrucción por parte de Dios a lo largo de toda la historia. Esta historia es la que llamamos 'Historia de la Salvación'. El tiempo de la Cuaresma, como los otros tiempos litúrgicos, como el Adviento, la Pascua o Pentecostés, ocupan un lugar privilegiado en esa historia salvífica. Así pues las intervenciones de Dios en la historia del hombre, tienen un solo propósito: volver al hombre alejado de Dios a su amor".
Tras una serie de conceptos y reflexiones sobre la alianza der Dios con Noé al final del Diluvio, monseñor Martorell comentó el Evangelio donde "Jesús es tentado por Satanás en el desierto. Mezclado entre los hombres, se hace semejante a ellos; y por lo tanto, en un momento tan importante como el retiro del Señor que prepara su Pascua, no podía ser menos que ningún hombre. Acepta ser tentado por Satanás y, vencido éste por la fuerza de su propio espíritu, enseña a los hombres que serán tentados con tentaciones que fomentan las intenciones ambiciosas, las ansias de poder, de triunfo y de gloria. Allí se esconde la intriga de Satanás. Cuando el hombre cree que todo proviene de sus manos y de su inteligencia para hacer la realidad del mundo. Cuando el hombre cree que Dios no existe, que hay que romper los valores de la vida, que él es el señor de la vida y de la historia, Satanás encuentra el terreno propicio para su obra, y su obra es la destrucción del mundo y de la vida, precisamente porque todo es obra de Dios. Entonces la destrucción, la esclavitud del mal y el desprecio por la vida serán el precio por sucumbir a tal tentación.
"Para destruir estas y otras posibles incitaciones al mal -concluye el prelado- es necesario mantener la palabra de Jesús en el Evangelio: “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto”. En este culto se encuentra la salvación del hombre y la grandeza del mundo, como obra del Señor. Aquí se halla el perdón y la grandeza del corazón del hombre amado por Dios".+
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