Mons. Conejero: “Convirtámonos a Jesús para amar de verdad”
“Un año más en este mes de febrero, -comenzó su mensaje el prelado formoseño-, al dar inicio al santo tiempo de Cuaresma. La Palabra de Dios y la liturgia de la Iglesia nos invitan, con mucha vehemencia, a la conversión; es decir, a la nueva vida en Cristo que consiste en la renovación de la mente y del espíritu, despojándonos del hombre viejo y revistiéndonos del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y la verdadera santidad. El cambio de la conversión en la persona, si queremos que sea auténtico y verdadero, debe ser integral, es decir, debe transformar todas las dimensiones de nuestra vida: la mente, los sentimientos y nuestro obrar. ¡Y qué difícil es!, como difícil es también entrar en el Reino de Dios; pero no imposible”.
“Las causas que impiden la conversión, la transformación de nuestra vida, son varias -prosiguió el obispo-: en primer lugar, la debilidad de nuestra propia naturaleza humana, herida por el pecado y, además, la ignorancia y la superficialidad, la rebeldía y la obstinación. Necesitamos que Dios nos convierta para que nosotros podamos convertirnos a Él, sentir atracción por Jesús para seguirlo e imitarlo. Él mismo dijo: Nadie puede venir a Mí, si no lo atrae el Padre que me envió. Es por eso que, antes de emprender o continuar el camino de la conversión, hemos de pedir al Padre Dios que nos conceda la gracia de la atracción por su Hijo Jesús y sentir la necesidad de escuchar su Palabra”.
“Es conveniente y necesario -añadió- reflexionar en nuestro interior y escuchar, también, el parecer fraterno de los demás, acerca de los cambios que debemos realizar en nuestra vida. Los pecados capitales que generan otros vicios se desarrollan de diversa manera e intensidad en el corazón de las personas. Éstos van de la soberbia al orgullo arrogante, de la avaricia codiciosa a la corrupción, de la envidia a la mentira, de la ira a las amenazas, de la lujuria al abuso de los demás, de la gula a la indiferencia por los pobres, de la pereza a la negligencia”.
“Pero no basta -continuó- con erradicar, purificar y limpiar el corazón, hay que llenarnos de entrañas de misericordia, de perdón, de paciencia, de humildad y alegría, de paz, de amor, siempre a ejemplo del corazón y de los sentimientos de Jesús, dispuestos a hacer la voluntad de Dios, amándolo a Él sobre todas las cosas y amando a todos los hombres como hermanos”.
Monseñor Conejero concluyó su mensaje con una cita de Santa Teresa de Jesús donde dice que “…no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho…”.+
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