Mons. Martorell: La Cuaresma prepara la celebración pascual
“La Cuaresma -señaló el prelado- nos ofrece un camino de cuarenta días y cuarenta noches; un largo camino de purificación del corazón. El miércoles de ceniza el sacerdote signa las frentes de los fieles con la oración “eres polvo y en polvo te convertirás”. Estas palabras dichas a Adán por primera vez a causa del pecado, las repite hoy la Iglesia a todos los cristianos para recordarles tres cosas: “que venimos del polvo, que somos pecadores y que vamos a morir”.
“Que venimos del polvo -explicó-, significa que somos nada, por eso la Iglesia invita a todos sus hijos en el inicio de la Cuaresma a pedir perdón por sus pecados, recordándoles que un día tendrán que volver al polvo”.
Pero la Iglesia, añadió, “al hacernos meditar estas realidades dolorosas no trata de hundir nuestro espíritu en una visión pesimista de la vida, sino más bien abrir nuestros corazones a la verdad del hombre, al arrepentimiento y a la esperanza”.
“La Cuaresma es el tiempo de la renovación espiritual. Pertenece a cada cristiano hacer de él un momento decisivo para la historia de la propia salvación personal. No sólo el que está en pecado mortal tiene necesidad de esta conversión; toda falta de generosidad, de fidelidad a la gracia impide la amistad con Dios, es un rechazo a la gracia que enfría la relación con Dios. Es un rechazo de su amor y por lo tanto exige arrepentimiento y conversión, exige una reconciliación con Dios y con el hermano.
En la última parte de su mensaje cuaresmal monseñor Martorell señaló que “los esfuerzos cuaresmales que expresan la conversión son la limosna, la oración y el ayuno con las debidas disposiciones del corazón para que el Señor los haga eficaces. La limosna “expía los pecados” cuando es realizada con la intención única de agradar a Dios y de ayudar a quien está necesitado y no para ser visto y alabado por los demás. La oración une el corazón del hombre con Dios cuando ella brota del corazón sincero y no cuando son puras palabrerías. El ayuno es un sacrificio agradable a Dios y redime las culpas si va acompañado de una verdadera actitud interior y es una privación por amor y por la actitud del corazón”.+
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