Mons. Elizalde en Luján: “La ceguera de años, creó las condiciones para los exterminios de hoy”
“Somos Iglesia, y venimos a pedir que crezca en nuestros corazones la caridad, el ardor misionero, el aprendizaje de la compasión sincera, el desprendimiento para trasmitir lo que inmerecidamente hemos recibido”, agregó en la misa concelebrada por el obispo coadjutor de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi, y sacerdotes diocesanos.
El prelado sostuvo que como comunidad diocesana “queremos celebrar y agradecer la Misericordia de Dios, que el papa Francisco nos invita a recordar en el Año Jubilar al que ha convocado, y que comenzará el 8 de diciembre próximo. Misericordia que nos reconcilia con el Padre, que nos permite imitar y seguir como discípulos al Hijo, que abre nuestros corazones para recibir la luz y el calor del Espíritu Santo”.
“Misericordia que perdona nuestros pecados, sana las heridas, reconcilia a los que están distantes y enemistados, consolida la unidad de la familia humana sobre el don de los bienes verdaderos y estables. Misericordia, en fin, y es lo más grande e importante, que abre para nosotros las puertas del cielo, y nos permite vivir ya en la comunión con Dios y los santos, mientras aguardamos la hora feliz del encuentro con Él”.
Monseñor Elizalde consideró que esta peregrinación es “una ocasión para recibir el perdón sacramental de las faltas, para expresar nuestro propósito de enmienda, para reparar los males cometidos, para comprometernos en una vida nueva, con una participación auténtica en la obra de la Iglesia, y afirmar en nosotros el deseo de la vida eterna. Llamamos a María ‘Madre de la misericordia’, y pedimos que vuelva a nosotros sus ‘ojos misericordiosos y nos muestre a Jesús, su Hijo’”.
“¡Cuánto más dulce y sencillo se vuelve el camino si lo recorremos con la guía, el ejemplo y la protección de María! Y ella, que con entereza y discreción, acompañó a su Hijo, que nada pidió para sí y en cambió entregó todo, es la que nos reúne hoy y nos dice: ‘Hagan lo que Él les diga’”, recordó y reconoció que “nos cuesta mucho aceptar estas palabras y aplicar una consigna tan noble y a la vez tan fácil”.
El obispo advirtió que “el país y el mundo viven momentos de particular gravedad. En la Argentina nos encontramos en vísperas de elecciones, pero estamos experimentando también cambios que son trascendentales, y que afectan sobre todos a los más humildes e indefensos. Es la crisis de la economía, la pobreza, la falta de trabajo y de oportunidades, especialmente para los jóvenes, la situación de los niños, la inseguridad”.
“Pero es todavía más serio, y deja huellas mucho más profundas, la crisis moral, el proceso que afecta a la institución familiar, la búsqueda de paraísos artificiales, un empleo de las nuevas tecnologías que no conoce la medida de la preservación de las conciencias, las propuestas de logros inmediatos pero carentes de valor. Por otra parte, contemplamos con profunda congoja el padecimiento de millones de hermanos nuestros en el Medio Oriente, muchos de ellos cristianos que sufren generosa y heroicamente por su fe, por nuestra fe”, añadió.
“La falta de solidaridad que se manifiesta hoy, entorpeciendo su marcha hacia la vida y la libertad, es la consecuencia de una ceguera de años, que favoreció a los aliados del momento y creó las condiciones para los exterminios de hoy. Podemos hacer mucho por ellos, con la oración, pero también reclamando como ciudadanos. Ponemos en las manos de María nuestro futuro como nación, y le confiamos el dolor y las necesidades de estos hermanos nuestros, lejanos en el espacio, pero que deben ser cercanos a nuestro corazón de creyentes”, concluyó.+
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