Mons. Fenoy: Bajar a la realidad, valorar lo pequeño, hacer silencio
“En estos días y en este tiempo, creo que no me ha pasado sólo a mí, de una otra manera es una experiencia común, me he preguntado muchas veces: ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué debo hacer en este momento, en estos días? ¿Dónde tengo que estar? ¿En qué tengo que hacerme presente? ¿Qué palabra decir? Ha sido difícil, por momentos me ha agobiado mucho. Son preguntas que me han seguido a lo largo de estos días”, expresó el prelado en su homilía.
“Las preguntas surgen espontáneamente, las respuestas no son tan fáciles de encontrar, pero providencialmente encontré un texto del papa Francisco en Evangelii Gaudium. Él habla justamente del obispo, pero también se puede aplicar a los sacerdotes, que me dio mucha paz, y por eso lo quiero compartir, incluso a los laicos que me están escuchando los puede ayudar”, consideró.
“En ese número el Papa dice: ‘¿Cuál es el lugar del obispo en el pueblo?’. A veces es ir delante, a veces es ir detrás, y muchas veces es estar en medio de todos. Y eso es un poco original de Él: estar en medio de todos, con una cercanía sencilla y misericordiosa. Y la verdad que eso me ayudó mucho: este es el momento de estar como todos, con todos y para todos”, aseguró.
“Eso es lo primero: encontrar nuestro lugar en este momento. Y también les quiero compartir algunas pistas, cada uno tendrá las suyas, porque creo que este es un tiempo en el que Dios nos ha hablado, nos habla y creo que nos hablará muy fuertemente. Yo creo que esta oportunidad de la pandemia es una palabra fuerte de Dios, para todos, para cada uno”, sostuvo.
“Por eso quiero compartir algunas impresiones personales, pero cada uno podrá después tener las suyas”, reconoció.
“Lo primero es bajar a la realidad: esto ha sido casi un choque con la realidad, sobre todo la fragilidad, la enfermedad, la muerte, la posibilidad de la muerte, que en muchos ha sido más que una posibilidad. La muerte es parte de la vida. Tenemos que integrar la muerte a la vida, que no es una desgracia, no es una calamidad, no es un castigo: es parte de la vida. Y si no la hacemos parte de la vida estamos perdidos. Si no nos asentamos en la realidad, ¿En dónde nos asentamos?”, planteó.
“Lo segundo son las pequeñas cosas: Hemos sentido nostalgia de las pequeñas cosas. Recuperar la importancia de lo pequeño. Un abrazo, un beso, el estar en familia, compartir un mate, la misma Eucaristía que celebramos con nuestro pueblo, que a veces lo hacíamos de manera rutinaria, cansados, y esas son las cosas que hoy extrañamos. Y nos hace pensar que los grandes proyectos quedan en proyectos, en cambio la vida ordinaria, la mística ordinaria, donde Dios se hace presente cada día”, advirtió.
“Y lo último: Ha sido un providencial espacio de silencio. Un poco obligado, pero hemos tenido que callarnos, en la vida y en la misión pastoral que desempeñamos. Ha sido un tiempo providencial incluso para escuchar a otros, que nunca lo hubiéramos hecho de otra manera. Porque es del silencio de donde nace la verdad”, recordó.
“Además, nosotros nos callamos, Dios no. Dios siempre siguió hablando a su Pueblo. Nosotros no podemos celebrar, Dios lo hace, como Él sabe. Jesús no está en cuarentena, no está aislado. Siempre está: conmigo o sin mí, Él está”, destacó.
Finalmente, advirtió sobre la “incontinencia virtual”, la tentación de estar todo el tiempo publicando todo en las redes. “Este es un modo, un medio, una herramienta. Es una excepción, no nos engañemos. No exageremos. Me pasa a mí también. No tenemos que llenar todos los espacios, porque Dios se encarga. A donde no lleguemos nosotros, Dios lo hace”, sostuvo.+
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