Los cubanos desean construir un futuro mejor que el presente

Los obispos católicos de Cuba dirigieron un mensaje a todos los cubanos, que tiene la virtud de la esperanza como centro de reflexión: Los obispos reconocen “que aunque Cuba cambió en los últimos años y el presente no se parece a los años pasados, una nueva generación de cubanos vive con el firme deseo de que el futuro sea mejor que el presente”.

El mensaje fue dado a conocer el 15 de septiembre, a veinte años después de la carta pastoral “El Amor todo lo espera de 1993”, en la que, de manera similar, los obispos ofrecieron un análisis de la realidad cubana y algunas pistas de renovación y cambio para Cuba.


La actual carta pastoral reconoce que algunas de sus sugerencias de hace dos décadas se cumplieron, pero otras quedan por realizar. Sugiere que, para que el futuro sea mejor, es necesario que continúe y se aligere el proceso de reformas iniciadas en Cuba. Dada la constatación del “apremio en la ciudadanía”, los obispos consideran que la urgencia y la mejor herencia para la generaciones futuras es “precisamente trabajar por un presente mejor”.


Los aportes que los obispos ofrecen para un futuro mejor son fruto de su compromiso con anunciar el evangelio y de haber observado la “realidad que vivimos, al escuchar y sentir en nosotros los anhelos, las esperanzas y las frustraciones de los hijos de Dios en esta tierra”.


Servir sin distinción de personas

En la nueva carta pastoral sobre la esperanza y para afianzar esta virtud entre los cubanos, los obispos se adentran en aspectos que superando lo estrictamente religioso forma parte de su misión pastoral. Como hicieran hace 20 años, exhortando a vivir en el amor, los obispos se adentran en aspectos sociales que forman parte de la misión pastoral de la Iglesia. Con palabras de Juan Pablo II en Cuba, afirman que la Iglesia brinda su servicio pastoral sin distinción de personas por su religión, raza, edad, sexo, condición social o pensamiento político.




Afianzar la esperanza con hechos concretos


En el mensaje de 10 páginas no se limitan a la situación nacional, sino que hacen propuestas sobre Cuba en el concierto de las naciones y sobre las relaciones con los Estados Unidos. Su reflexión expresa preocupación por la familia y se refiere a los factores que potencian el deseo de emigrar, sobre todo entre los jóvenes, a quienes piden que busquen la verdad, no caigan en el vacío existencial y construyan no sólo la Cuba del futuro, sino la Cuba actual.


Los obispos piden que se abran, en Cuba, espacios para la realización personal, haciendo armonizar cualquier proyecto social con los proyectos de vida personal y familiar de los ciudadanos. Esto “hace imprescindible un proyecto económico de contornos definidos”, subrayan, con palabras ya expresadas en la Carta Pastoral de 1993.


A los ciudadanos les hablan de la verdadera libertad, que conlleva responsabilidad por el hermano. Les piden tener en cuenta al otro, salir del “sálvese quien pueda” y del “yo soy libre de hacer lo que quiero”.


Al Gobierno le recuerdan “su obligación de procurar el bien de todos”, teniendo en cuenta “los justos intereses de cada grupo que compone nuestra sociedad”. Esto se traduce, dicen, en sustituir definitivamente el Estado paternalista por un Estado participativo, sin temer “al desarrollo de una autonomía social fuerte y responsable, potenciada desde la base y de acuerdo con las normas de la convivencia civilizada”.




Superar la pobreza de distintos tipos


De su observación de la realidad los obispos concluyen que se ha de superar la pobreza de diversos tipos que ellos constatan en su “continuo andar por la comunidades parroquiales y casas de misión”. Hablan de pobreza material, “producto de salarios que no alcanzan para sostener dignamente a la familia” así como la pobreza que afecta a personas vulnerables y desamparadas.


Señalan la pobreza en grupos sociales que normalmente no deberían sufrirla: la del ingeniero, y del trabajador de la cooperativa agrícola, la del médico o la maestra, del deportista o la del pescador cuyo trabajo ingresa divisas al país. Indican que esto afecta al capital humano que, con la falta de oportunidades, se pierde por la emigración, especialmente en la población joven.


Dialogar para lograr un nuevo orden político

Las esperanzas de un futuro mejor incluyen también un nuevo orden político, según indican los obispos, quienes hacen notar que ya han surgido incipientes espacios de debate y discusión creados por los mismos ciudadanos “con opiniones y propuestas serias y diversas”. En su mensaje señalan que “debe haber derecho a la diversidad con respecto al pensamiento, a la creatividad, a la búsqueda de la verdad” y reiteran que “de la diversidad surge la necesidad de diálogo”.


Al referirse al diálogo repiten palabras del papa Francisco a la clase dirigente del Brasil para afirmar con él que “la única manera de que la vida de los pueblos avance es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tienen algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio”.




Cambiar las relaciones con los Estados Unidos


La carta pastoral de los obispos no se limita al ámbito cubano sino que se extiende a la situación de Cuba en el concierto de las naciones. El mensaje afirma que “las necesarias reformas internas, tanto políticas como económicas pueden ayudar a insertarnos de manera dinámica y segura en el concierto internacional”.


El texto reconoce los cambios que se han dado en la política exterior hacia América Latina pero también aboga por la necesidad de considerar cambios en las relaciones con los Estados Unidos. Sin nombrar el embargo de los Estados Unidos hacia la Isla, recuerdan palabras de Juan Pablo II, quien en su visita a Cuba, señaló que “el aislamiento provocado repercute de manera indiscriminada en la población, acrecentando las dificultades de los más débiles en aspectos básicos como la alimentación, la sanidad o la educación”, considerados en el pasado como los grandes logros de la revolución.


Preocupación por la familia y los jóvenes

Varios párrafos de su mensaje los dedican los obispos a la familia, que califican como “escuela de humanidad’ y transmisora de valores que enaltecen a la persona y la capacitan para una sana y constructiva vida social. Deploran que veinte años después de la carta El amor todo lo espera, la situación de la familia no ha mejorado.


Para los obispos, no son suficientes las medidas de exigencia y disciplina pedidas por las autoridades del país. “Se hace apremiante un proceso educativo que favorezca, en todos los cubanos, el deseo de ser buenos y la práctica de la virtud”, dicen. Y aunque la Iglesia no participa en el sistema educativo, que en Cuba es estatal en su totalidad, los obispos se comprometen “a continuar con mayor empeño en la siembra de valores personales, familiares, sociales, y a cultivar la virtud”.


Cultivar la virtud es un llamado que los obispos hacen especialmente a los jóvenes. Recordando las palabras de Juan Pablo II al dirigirse a los jóvenes en Camagüey, en 1998, les piden que “sean creyentes o no, acojan el llamado a ser virtuosos… sean fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los mejores sentimientos, valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la esperanza… No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo”.


Incipientes cambios y también resistencias

En su análisis, los obispos reconocen ser testigos de algunos cambios en el entorno económico, social y hasta cierto punto político. Expresan su confianza en que el proceso de reformas más amplias continúen en bien de la población.


Son conscientes también de las resistencias internas al cambio, en parte por la incertidumbre que los cambios crean, y en parte debido a “una mentalidad, o modo de pensar, sustentada en los factores ideológicos que estuvieron en su origen y desarrollo” prolongados en el tiempo, al margen de una realidad cambiante, factores que, en la opinión de muchos, resultan obsoletos y no viables hoy.


Un marco de signos de esperanza

El texto se inicia con la memoria de dos signos de esperanza: Los frutos del Año Jubilar Mariano en 2012, que unieron a todos los cubanos bajo la Madre de la Caridad, y la visita de dos Papas a Cuba: Juan Pablo II (1998) y Benedicto XVI (2012) cuyo mensaje evidenció “no sólo la dimensión religiosa, sino también la dimensión humana y social de la misión evangelizadora de la Iglesia”.


Inspirados en los mensajes papales los obispos se dirigen a todos los cubanos, indicando que la Iglesia de Cristo no puede quedarse encerrada en sí misma y satisfecha con atender sólo a quienes la conforman.


Los obispos cubanos firman con su nombre el mensaje que lleva la fecha del 8 de septiembre de 2013, fiesta de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba. Al despedirse del pueblo, le piden a la Virgen de la Caridad que “colme los anhelos de esperanza de todos los cubanos” y le ruegan para que los católicos en Cuba sepan extender la buena Noticia de Jesús, “sembrando en nuestra tierra la esperanza cristiana, que se apoya en la certeza de que Dios cumple siempre su promesa: ‘yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’”.+



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