El Santo Padre observó que muchos de los presentes, reunidos en el Aula Pablo VI y provenientes algunos de Siria y de Irak, tal vez conocieron a algún cristiano perseguido por su fe. El pontífice los recordó e insistió en que los mártires de hoy son más que los de los primeros tiempos.
En medio de su discurso, Francisco recordó un hecho sucedido días atrás en la Plaza de San Pedro: "Hace algunos días, en la plaza de San Pedro, un sacerdote iraquí se me acercó y me dio un pequeño crucifijo. Era el crucifijo que tenía en la mano el sacerdote que fue degollado por no renegar de Jesucristo”.
“Ese crucifijo lo llevo aquí”, dijo el Papa, tanteando uno de los bolsillos de su sotana. Así comenzó un encuentro animado, en el que respondió a las preguntas que algunos de los religiosos presentes le formularon.
El obispo de Roma les recomendó evitar las murmuraciones y chismes, porque fomentan la desunión, y les advirtió contra el peligro de convertir su vida en un conjunto de reglas que se deben cumplir y que ahogan su creatividad.+
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