Mons. Malfa: conversión, Eucaristía y caridad
“Con los ojos fijos en Jesús iniciamos la peregrinación personal y comunitaria de la conversión. Seguimos las huellas de Jesús que se dirige decididamente a Jerusalén para cumplir la voluntad de Dios Padre, la obra redentora que cumple con el misterio de su Pasión y Cruz, de su Muerte y Resurrección”, afirmó el obispo, y pidió: “Señor, abre nuestro corazón para que aceptemos las palabras de tu Hijo”, para poder responder a la llamada “Conviértanse y crean”.
La conversión, explicó “nos lleva a combatir el pecado con la oración, el ayuno y la limosna. Como Jesús que, tentado por el diablo en el desierto, lo rechazó abrazando la voluntad de Dios, unidos a Él nos oponemos al mal con el bien, a la mentira con la verdad, al odio con el amor”, continuó, en respuesta a la segunda llamada: “Arrepiéntete”.
En palabras de san Agustín, el obispo recuerda que “toda la vida del cristiano fervoroso es un santo deseo” y también que “Dios es todo lo que deseamos”. En ese sentido, plantea: “¿Sentimos la nostalgia de Dios en nuestra vida? Nunca olvidemos que la conversión del corazón es ante todo un don del amor de Dios que nos mueve a ejercitarnos en el deseo de acercarnos a Él”. Además, sostuvo que “la gracia de la Cuaresma nos hace desear a Dios para desear así la vida verdadera, la verdad y el amor, y a reconocernos creaturas de Dios en la amorosa libertad de saber que dependemos totalmente de Él”.
“Vuelvan a mí de todo corazón”, citó el obispo, y recordó que “la invitación de Dios es a un arrepentimiento sincero y profundo y no superficial”, ya que “de nada sirve ‘rasgarse las vestiduras’ si nuestro corazón está lejos del Señor, lejos del hermano, lejos del bien, lejos de la justicia”.
El obispo consideró que “quien cree de verdad y tiene clara conciencia de su condición de pecador, entonces aspira con toda el alma al perdón divino que es una nueva creación que nos devuelve la alegría y la esperanza”.
“Desde los orígenes la Cuaresma era preparación al Bautismo, nosotros que ya estamos bautizados hagamos memoria de nuestro bautismo, volvamos a descubrirlo ya que nos dice quiénes somos y cuál es nuestra misión, pensemos en nuestro bautismo cada día para ‘volver a ser’ cristianos que viven en estado permanente de conversión”, animó monseñor Malfa, y sostuvo que la conversión es posible “porque Dios es rico en misericordia y solo Él puede con su amor recrear nuestra vida”. En palabras del papa Francisco: “Un pecador puede ser santo”.
Por otra parte, el obispo pidió a los fieles de la diócesis “que esta sea una Cuaresma ‘eucarística’”, ya que “la Eucaristía renueva el sacrificio redentor de Nuestro Señor Jesucristo, nuestra conversión se nutre, se alimenta del Cuerpo y la Sangre de Jesús”. Por ese motivo, invitó a participar “con fervor y frecuencia de la Eucaristía, en lo posible de la misa diaria”, y rogó que al entrar en los templos, se dirijan ante todo al sagrario, porque “el Maestro está allí y te llama”.
“De rodillas adoremos la presencia viva de Jesús que con su “cuerpo, sangre, alma y divinidad” ha querido quedarse para siempre con nosotros”, alentó el prelado, pidiendo que se prolonguen las veladas de adoración al Santísimo Sacramento y “nunca haya sagrarios solos en nuestras comunidades”.
Una ocasión propicia, consideró, será la iniciativa “24 horas para el Señor”, convocada por el papa Francisco, para celebrar el sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística.
“En comunión con el Santo Padre, les pido que entre el viernes 9 y el sábado 10 de marzo las puertas de nuestros templos estén abiertas para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental”, expresó, en palabras de Francisco, y sostuvo que “en el silencio de la adoración comenzaremos a desintoxicarnos del pecado y del mal para descubrir la alegría de la donación y de la ofrenda”.
Finalmente, monseñor Malfa dijo que “el volver a Dios con un corazón arrepentido y la experiencia de obtener misericordia debe corresponderse con la sinceridad del alma y la coherencia de las obras”.
El obispo reveló el secreto de la conversión personal y eclesial: “Ámense como yo los he amado”. La certeza de su entrega por nosotros hasta la muerte, y muerte de cruz, “naturaliza nuestro vivir para Él y con Él para los demás”, aseveró.
“Jesús nos enseña que el amor se manifiesta en gestos concretos en favor del prójimo y constituye un elemento esencial en la vida de los cristianos y en el testimonio de comunidades evangelizadoras para que al ver sus ‘buenas obras’ glorifiquen a Dios”. En este sentido, recordó que “para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”.
“Tengamos presente que la conversión nos abre a la fraternidad, el seguimiento de Jesús hace de los cristianos apóstoles y testigos de la fraternidad como servicio al bien común, a la justicia y a la amistad social. El amor verdadero vence al egoísmo y la indiferencia, lleva a salir de sí mismo para hacerse prójimo de todos, ir al encuentro de los más pobres y necesitados sin excluir a nadie y vivir en el servicio humilde que proclama sin cesar la compasión y la misericordia del Señor”, concluyó.+
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