El Santo Padre inició, en la mañana de este sábado 6 de junio, su visita apostólica a Sarajevo. A su llegada al aeropuerto de Sarajevo, el Pontífice fue recibido por el miembro croata de la presidencia, Dragan Čović, en representación de la presidencia tripartita de Bosnia-Herzegovina.
También estaban en el aeropuerto para darle la bienvenida el presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Sarajevo, cardenal Vinko Puljić, y el nuncio apostólico, monseñor Luigi Pezzuto.
El papa Francisco fue recibido calurosamente por un grupo de niños, jóvenes y adultos, muchos de ellos vestidos con trajes regionales, con carteles que decían “mir vama” que en bosnio quiere decir “la paz sea contigo”. Tras unos instantes saludando y conversando con los presentes fue trasladado al Palacio Presidencial de Sarajevo para la ceremonia de bienvenida.
Los tres miembros de la presidencia, tripartita, de la República, que representan las tres comunidades étnicas del país (bosnia musulmana, serbia y croata) le dieron la bienvenida al Pontífice. Seguidamente mantuvo un encuentro con el presidente, el serbio Mladen Ivanić, a cargo de la presidencia (en el país la presidencia se ejerce por turnos de ocho meses, de cada miembro, actualmente, es el turno del representante serbio).
Después del encuentro privado, los tres miembros de la presidencia fueron presentado al Papa a sus familiares y se realizó el intercambio de regalos. El regalo de Francisco fue un cuadro en mosaico inspirado en una fotografía de los jardines vaticanos donde se ve la cúpula de la Basílica de San Pedro.
El Santo Padre en su primer discurso de la jornada ha manifestado la alegría de estar en esta ciudad, “que ha sufrido tanto a causa de los sangrientos conflictos del siglo pasado, y vuelve a ser un lugar de diálogo y de convivencia pacífica”.
De este modo, señaló que tanto Sarajevo, como este país, “tienen un significado especial para Europa y el mundo entero”. El Papa hizo referencia a las comunidades que viven aquí y profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, pero esto “no fue obstáculo para que durante mucho tiempo hayan tenido relaciones de mutua amistad y cordialidad”.
Esta “Jerusalén de Europa”, representa una encrucijada de culturas, naciones y religiones. Y ese papel -observó el Papa- requiere que se construyan siempre nuevos puentes, que se sanen y restauren los ya existentes, de modo que se asegure una comunicación fluida, segura y civil.
Asimismo, Francisco aseguró que “se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás”. De este modo, “es posible también curar las graves heridas del pasado reciente” y “mirar hacia el futuro con esperanza”.
Por otro lado, aseguró que dieciocho años después de la visita histórica de san Juan Pablo II, “vengo como peregrino de la paz y el diálogo”. El Santo Padre ha advirtió que “es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto mutuos”. Para facilitar este proceso, el Pontífice aseguró que se necesita la cercanía y colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión Europea.
La paz y la concordia de este país es testimonio ante el mundo que la colaboración entre diversos grupos étnicos y religiones es posible, “que se puede dar una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar soluciones originales y eficaces a los problemas, que incluso las heridas más profundas pueden ser curadas a través de un proceso que purifique la memoria y dé esperanza para el futuro”, afirmó.
Por eso, Francisco aseguró que para oponernos con éxito a la barbarie de los que usan las diferencias como escusa para la violencia, tenemos que reconocer “los valores fundamentales de nuestra humanidad común”, “los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer”.
Por otro lado, el Papa recordó que los responsables políticos están llamados a ser los primeros servidores de sus comunidades “con una actividad que proteja en primer lugar los derechos fundamentales de la persona humana, entre los que destaca el de la libertad religiosa”. Y para ello, “es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico”, ha añadido.
Finalmente, el Santo Padre recordó que la Iglesia católica “participa en el trabajo de reconstrucción material y moral” de este país y que la Santa Sede “se alegra por todo el camino recorrido en estos años y asegura su compromiso de seguir promoviendo la cooperación, el diálogo y la solidaridad”. Espera que Bosnia “pueda proceder en el camino emprendido, para que después del frío invierno florezca la primavera”.
Por su parte, el presidente de turno, Mladen Ivanic aseguró en su discurso que Bosnia fue símbolo de la verdadera comprensión y del amor entre las diferentes naciones y religiones, pero también el símbolo de la profunda división, de recíprocos enfrentamientos y sufrimientos. “Creemos que el tiempo de la incomprensión, de la intolerancia y de la división ya quedó atrás para nosotros, esperemos haber aprendido la lección del pasado reciente y que delante de nosotros haya un tiempo nuevo, un tiempo de comprensión y de reconciliación, un tiempo de colaboración”.
Al finalizar el encuentro, el Papa liberó unas palomas blancas, saludó a los fieles que le esperaban en la calle diciendo "mir vama” y se subió al papamóvil para dirigirse al Estadio donde celebró la Eucaristía.+
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