Ciudad del Vaticano (AICA): En su saludo habitual a los miembros de la Curia romana, en la mañana de hoy, el papa Francisco los exhortó a un profundo examen de conciencia y confesión en preparación de la Navidad, al considerar que la Curia romana es “un pequeño modelo de la Iglesia”, “un cuerpo complejo, compuesto de miembros diversos”, “dinámico”, pero estimó que debe nutrirse de la relación con Cristo a través de la oración y la caridad. “Una curia que no se autocritica, que no se actualiza, que no trata de mejorarse es un cuerpo enfermo”, advirtió.
Sin la oración cotidiana y la caridad vivida el miembro de la Curia se convierte en un burócrata, en un gajo que poco a poco se muere y es tirado lejos. Que quede claro que sin Jesús no podemos hacer nada. Y la relación con él alimenta la relación con los otros. El Espíritu de Dios une, el espíritu del mal divida.
La curia está llamada a mejorar, pero como cada cuerpo humano está expuesta al mal funcionamiento y a las enfermedades
Seguidamente el Sucesor de Pedro hizo una lista de tentaciones y enfermedades curiales e invitó a prepararse al sacramento de la reconciliación que -dijo “será un buen paso” hacia la Navidad. Una de las primeras enfermedades y tentaciones explicó Francisco es la sentirse inmortales, inmunes o incluso indispensables, descuidando los necesarios y habituales controles.
También se refirió a la enfermedad de aquellos que se transforman en patrones y se sienten superiores y no al servicio de todos. Es la patología del poder -dijo-. El complejo de los elegidos, el narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen que no ve la imagen de Dios impresa sobre el rostro de los otros especialmente de los débiles y necesitados.
El Papa habló de Alzheimer espiritual y de los esclavos de los ídolos que han esculpido con sus propias manos; de la enfermedad de la rivalidad y la vanagloria; de hombres y mujeres falsos que viven un falso misticismo; de la esquizofrenia existencial de la doble vida. Dijo que la conversión es urgente e indispensable. Y se refirió a la enfermedad de las habladurías que siembran cizaña. Explicó que la murmuración es “asesina”, y pidió cuidarse del “terrorismo de las habladurías”.
Estas enfermedades y tentaciones son un peligro para todo cristiano y pueden golpear a nivel individual o comunitario -argumentó-. El antídoto es la gracia de sentirse pecadores, siervos inútiles. Solo el Espíritu Santo puede curar estas enfermedades. El sostiene todo esfuerzo de purificación y es promotor de la armonía.
Tratemos de crecer en cada cosa invitó el Papa. Y afirmó que un corazón lleno de Dios irradia alegría, pidió no perder el espíritu alegre que nos hace amables aún en las situaciones difíciles. Y concluyó diciendo que para no caer tenemos a la Virgen Madre de Dios y de la Iglesia, pidámosle que sane las heridas del pecado que cada uno lleva. Pidámosle que amemos a la iglesia como Cristo la ama y de reconocernos pecadores y abandonarnos en sus manos maternas.
Tras su discurso, Francisco saludó uno a uno a todos los cardenales y arzobispo que integran la Curia.+
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