Mons. Colombo da pautas para leer el mensaje del Papa para la Jornada de la Paz
La Rioja (AICA): El obispo de La Rioja, monseñor Marcelo Colombo, recordó que “en el comienzo de cada año la Iglesia invita a reflexionar y rezar por la paz en una Jornada Mundial junto a todos los hombres de buena voluntad”. “Este año el Santo Padre nos propone la fraternidad como una dimensión esencial de la vida de los hombres, querida por Dios Padre Creador, conquistada por la sangre de Cristo, nuestro Hermano. La esclavitud, en cambio, denigra nuestra dignidad, reduciendo a las personas a ser mercancías. De allí el título ‘No esclavos, sino hermanos’”, explicó.
El obispo de La Rioja, monseñor Marcelo Colombo, recordó que “en el comienzo de cada año la Iglesia invita a reflexionar y rezar por la paz en una Jornada Mundial junto a todos los hombres de buena voluntad”. “Este año el Santo Padre nos propone la fraternidad como una dimensión esencial de la vida de los hombres, querida por Dios Padre Creador, conquistada por la sangre de Cristo, nuestro Hermano. La esclavitud, en cambio, denigra nuestra dignidad, reduciendo a las personas a ser mercancías. De allí el título ‘No esclavos, sino hermanos’”, explicó.
El obispo de La Rioja, monseñor Marcelo Colombo, recordó que “en el comienzo de cada año la Iglesia invita a reflexionar y rezar por la paz en una Jornada Mundial junto a todos los hombres de buena voluntad”.
“Este año el Santo Padre nos propone la fraternidad como una dimensión esencial de la vida de los hombres, querida por Dios Padre Creador, conquistada por la sangre de Cristo, nuestro Hermano. La esclavitud, en cambio, denigra nuestra dignidad, reduciendo a las personas a ser mercancías. De allí el título ‘No esclavos, sino hermanos’”, explicó.
El prelado invitó a la comunidad diocesana a leer el mensaje del papa Francisco, quien, subrayó, “nos propone afrontar y superar con coraje y decisión los nuevos rostros de la esclavitud”.
Y enumeró: “la precariedad laboral, el trabajo infantil, la difícil situación de los emigrantes, abusados en muchos casos por su peculiar situación, la trata de personas con fines de explotación sexual, la falta de libertad de la mujer en la elección del estado de vida y la persona del cónyuge, el tráfico y comercialización de adultos y niños para la extracción de órganos, para su reclutamiento como soldados, para la mendicidad, para la producción o venta de drogas, o formas encubiertas de adopción internacional, los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales o vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados”.
Monseñor Colombo precisó que “el número 3 del mensaje papal aborda estos tópicos, reclama nuestra lectura atenta y una enérgica actuación de los cristianos” y consideró que “las palabras del Santo Padre nos comprometen personal y comunitariamente a fin de enfrentar este terrible flagelo que nos lleva a desconocer en el otro al hermano que Dios nos ha dado, condenando a verdaderas muchedumbres a vivir en situaciones de inhumana explotación”.
“Luego de destacar el trabajo valiente y laborioso de concientización y solidaridad activa frente a este drama, de numerosos cristianos en forma personal o como miembros de asociaciones o institutos de vida consagrada, urge a los Estados, a los organismos intergubernamentales, a los empresarios y a los organismos de la sociedad civil, a tomar su propio lugar de lucha para erradicar la esclavitud en todas las formas descriptas. Vencer cualquier forma de complicidad, pasividad o negligencia es la consigna para estos señalados destinatarios del mensaje”, indicó.
El obispo riojano estimó que “nos queda a todos la urgencia de globalizar la fraternidad, haciendo extensivos a todos los pueblos y culturas el mensaje del respeto por la dignidad del otro como hermano, y desterrar para siempre cualquier forma de esclavitud o indiferencia en esta materia. El “esto no lo vas a cambiar nunca, siempre fue así” no puede ser parte de nuestra respuesta. Antes bien, debemos dejar de lado este conformismo que nos hace cómplices y permite que se alargue en el tiempo cuanto se opone al plan de Dios, un plan de amor que nos dignifica haciéndonos hijos suyos y hermanos de todos”.
“El Tinkunaco que año a año celebramos convencidos de nuestra fraternidad humana más allá de toda diferencia circunstancial, compromete nuestras mejores energías al servicio del Reino, presente entre nosotros en Jesús, nuestro Niño Dios vestido de alcalde, y en nuestros vínculos de hermanos hechos a imagen y semejanza de Dios”, concluyó.+
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