Francisco instó a los trabajadores de la Santa Sede a cuidar la vida espiritual y familiar


Francisco instó a los trabajadores de la Santa Sede a cuidar la vida espiritual y familiar




Ciudad del Vaticano (AICA): El Santo Padre se dirigió, en la mañana de este lunes a las personas que trabajan en la Ciudad del Vaticano, acompañados por sus familias. Unas cinco mil personas que llenaban la Sala Pablo VI, en donde el Papa invitó a transformar esta Navidad en una ocasión para cuidar, alentó a todos a cuidar la vida espiritual, la relación con Dios, cuidar la vida familiar y la relación con los demás. Cuidar la forma de hablar purificando la lengua de las palabras ofensivas, cuidar las heridas del corazón con el aceite del perdón. Cuidar el trabajo realizándolo con entusiasmo, humildad y pasión.

El Santo Padre se dirigió, en la mañana de este lunes a las personas que trabajan en la Ciudad del Vaticano, acompañados por sus familias.

Unas cinco mil personas que llenaban la Sala Pablo VI, en donde el Papa comenzó saludando de modo especial a los trabajadores italianos porque “durante toda la historia de la Iglesia y de la Curia Romana trabajan habitualmente con ánimo generoso y fiel, poniendo al servicio de la Santa Sede y del Sucesor de Pedro, su singular laboriosidad y su devoción filial, sosteniendo a los grandes santos, Papas, mártires, misioneros y artistas que ninguna sombra podrá empañar jamás”.


Y no olvidó a los trabajadores de otros países “que trabajan generosamente lejos de su Patria y de sus familias, y que representan para la Curia el rostro de la catolicidad de la Iglesia”.


El Papa animó a todos a meditar sobre el texto que un par de horas antes leyó a la Curia (ver noticia aparte), para que también hicieran “un examen de conciencia en preparación de la Santa Navidad y del Año Nuevo”, exhortándoles a acercarse al Sacramento de la Confesión “con ánimo dócil para recibir la misericordia del Señor que llama a la puerta de nuestro corazón, en la alegría de la familia.


“Gracias a su compromiso diario y a su esfuerzo -dijo- la Curia se expresa como un cuerpo vivo, y en camino: un mosaico real rico de fragmentos: diversos, necesarios y complementarios aquellos miembros del cuerpo que parecen más débiles son los más necesarios; y las partes del cuerpo que nos parecen menos honrosas son a las que otorgamos un mayor respeto. Dios compuso el cuerpo, dando más honor a lo que le faltaba, para que no hubiera división en el cuerpo, sino que los miembros tuvieran cuidado los unos de los otros”.


Francisco destacó la palabra “cuidado” explicando que “cuidar implica manifestar interés diligente y preciso que compromete tanto a nuestra alma como a nuestra actividad, hacia alguien o algo; significa mirar con atención a cualquiera que necesite cuidado sin pensar en nada más; significa aceptar el dar o el recibir cuidados”.


Y para transformar esta Navidad en una ocasión para cuidar, alentó a todos a cuidar la vida espiritual, la relación con Dios, cuidar la vida familiar y la relación con los demás. Cuidar la forma de hablar purificando la lengua de las palabras ofensivas, cuidar las heridas del corazón con el aceite del perdón. Cuidar el trabajo realizándolo con entusiasmo, humildad y pasión.


Tener cuidado con la envidia, la lujuria, el odio y los sentimientos negativos que devoran la paz interior y nos transforman en personas destruidas y destructivas; tener cuidado también con el rencor, que nos lleva a la venganza, y con la pereza que nos lleva a la eutanasia existencial. Cuidar de los más pobres, los ancianos, los enfermos, los hambrientos y los vagabundos, y cuidar la Santa Navidad, para que no sea una fiesta de consumismo, apariencias, regalos inútiles y derroches.


“Imaginemos como cambiaría nuestro mundo -señaló- si cada uno de nosotros comenzase enseguida. Esta es la verdadera Navidad: la fiesta de la pobreza del Dios que se despojó a sí mismo, tomando forma de esclavo, del Dios que se pone a servir en la mesa y que se esconde de los inteligentes y sabios para revelarse a los pequeños, los simples y los pobres pero es sobre todo la fiesta de la paz que el Niño Jesús trae a la tierra y que los ángeles cantan. Una paz, que necesita nuestro entusiasmo, nuestro cuidado para calentar los corazones helados, para animar las almas descorazonadas y para iluminar los ojos apagados con la luz del rostro de Jesús”.


Antes de despedirse, el Papa pidió perdón por sus faltas, y por las de sus colaboradores, así como por algunos escándalos, “que hacen mucho daño -subrayó-. Perdónenos y por favor, recen por mi”. A continuación se acercó a los presentes en la sala en donde se vivieron momentos de profunda alegría y entusiasmo, entre saludos y besos a algunos niños.+



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