Ciudad del Vaticano (AICA): “Cuando a los 4 años -era 1940- paseaba con mi abuela por la calle en Buenos Aires, -en aquella época la idea era que todos los protestante iban al infierno-, por la otra vereda venían dos mujeres del Ejército de Salvación con el sombrero... Me acuerdo, como si fuera hoy, de lo que dije a mi abuela: “¿Quienes son esas, monjas, religiosas?”. Y mi abuela me contestó: “No, son protestantes; pero buenas”. Y de esa forma mi abuela, gracias a vuestro buen testimonio, me abrió la puerta del ecumenismo, la anécdota fue relatada por el papa Francisco al recibir, el pasado viernes, a un grupo de dirigentes del Ejército de la Salvación.
“La visita de ustedes –observó el Pontífice- es uno de los buenos frutos de los contactos más frecuentes y provechosos que se han desarrollado en los últimos años entre el Ejército de la Salvación y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; contactos entre los cuales hay que recordar una serie de conversaciones teológicas encaminadas a promover un mejor conocimiento recíproco, el respeto mutuo y una colaboración regular”.
“Espero de todo corazón, agregó Francisco, que los católicos y los salvacionistas sigan dando testimonio común de Cristo y del Evangelio en un mundo que necesita tanto experimentar la misericordia divina. Católicos y salvacionistas, junto con otros cristianos, reconocen que los necesitados ocupan un lugar especial en el corazón de Dios, hasta el punto de que el Señor Jesucristo se hizo pobre por nosotros. En consecuencia, se encuentran frecuentemente en las mismas periferias humanas y mi viva esperanza es que la fe común en nuestro Salvador Jesucristo, el único mediador entre Dios y el ser humano, se convierta cada vez más en un fundamento sólido de amistad y de colaboración entre nosotros”.
“Rezo para que en el mundo de hoy todos los discípulos de Cristo -dijo- ofrezcan su aporte con la misma convicción y el mismo dinamismo que el Ejército de la Salvación demuestra en su servicio, apreciado y devoto. Las diferencias entre católicos y salvacionistas sobre cuestiones teológicas y eclesiológicas no deben obstaculizar el testimonio de nuestro amor compartido por Dios y por el prójimo, un amor capaz de inspirar enérgicos esfuerzos en el compromiso de restaurar la dignidad de los que viven al margen de la sociedad”.+
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