Mons. Aguer: ¿Tiene sentido el carnaval?

Mons. Aguer: ¿Tiene sentido el carnaval?

La Plata (Buenos Aires) (AICA): ¨El Carnaval tiene sentido si lo sigue una Cuaresma real, verdadera, sincera, asumida con atenta consideración de los dolores de Cristo y de su Madre, y de los dramas y tragedias del mundo, de los sufrimientos de tantos hermanos nuestros¨, estimó el arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer.
"El Carnaval tiene sentido si lo sigue una Cuaresma real, verdadera, sincera, asumida con atenta consideración de los dolores de Cristo y de su Madre, y de los dramas y tragedias del mundo, de los sufrimientos de tantos hermanos nuestros", estimó el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer.

En su extensa carta pastoral sobre la Cuaresma, el prelado platense dedica un capítulo en el que, con el título "¿Cuaresma o carnaval?" se extiende en consideraciones sobre estas festividades populares. He aquí los conceptos del arzobispo:

Orígenes del Carnaval
Tratando de explicar los orígenes del Carnaval, los etnólogos y los folcloristas han relacionado esta fiesta popular con antiguas festividades romanas como las Saturnales y las Bacanales, que modificadas y atenuadas pervivieron en ámbitos cristianos desde el comienzo. Apuntaron también a otros posibles antecedentes, griegos o egipcios, y también a las religiones de misterios. Los desbordes se apoyaban en mitos propios de una concepción mágica del mundo.

Sin embargo, al parecer, el nombre señala como raíz las procesiones marinas en la apertura de la temporada de la navegación al llegar la primavera: Car–navale, es decir, carrus navalis, un carro en forma de barco en el que se llevaba la imagen de la divinidad a la que se daba culto y se recurría para la ocasión. De allí quizá el desfile de carrozas y comparsas que ha pervivido en el Carnaval de nuestros días.

James G. Frazer, en su clásica obra “La rama dorada” reconstruyó un posible desarrollo de esas celebraciones y advirtió que en ellas se satisfacían las ansias de nivelación social, ya que durante esos días se abolía la distinción entre las clases libres y los esclavos; habla, por tanto, de un “Reinado de las Burlas”, en relación con las Saturnales romanas. Los disfraces, algo típico del Carnaval, disimulan las identidades.

Excesos
Siempre deben haberse registrado excesos carnavalescos. Recuerdo que siendo yo adolescente y miembro de la Acción Católica, nos invitaban a participar de la adoración eucarística que se organizaba en las parroquias en reparación de los pecados que se cometían el domingo, el lunes y el martes que preceden al miércoles de Ceniza. Por entonces no era Carnaval, como ahora, todos los fines de semana. Tendríamos que vivir arrodillados ante el Santísimo mientras en las calles –como dice el tango- con loca algarabía el carnaval del mundo gozaba y se reía.

Versión cristiana del Carnaval
Aquel gran humanista que fue San Francisco de Sales presentó una versión verdaderamente cristiana del Carnaval. En su Carta XIV, de comienzos de febrero de 1594, escribía al senador Antonio Favre: "Entonces renacerá en nosotros esa antigua forma de la urbanidad cristiana según la cual los amigos tenían costumbre, al acercarse el ayuno de la santa Cuaresma, de concederse alguna recreación honesta, invitándose a agradables festines y disminuir así algo del trabajo ordinario. La finalidad era tener el espíritu más libre durante el tiempo de penitencia para afincarse en la soledad, callar y elevarse por encima de sí mismo. De algún modo se despedían unos de otros antes de ese largo retiro".

Desde el Carnaval el obispo de Ginebra suspiraba por las fiestas de Pascua, y la Cuaresma en aquellos tiempos iba en serio. Así, por lo menos, lo proponía la Iglesia.+

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