El Santo Padre explicó que el pan significa “lo necesario para la vida: alimento, agua, casa, medicinas, trabajo. Es una súplica -dijo- que surge de la misma existencia humana, con sus problemas concretos y cotidianos, que pone en evidencia lo que a veces olvidamos: que no somos autosuficientes, sino que dependemos de la bondad de Dios”.
Por ello, el pontífice aseguró que “Jesús nunca pasa indiferente a estas peticiones y a estos dolores”.
Se trata de un “pedido urgente” que hacemos a Dios Padre, “muy parecido al de un mendigo”, proviene de una evidencia que a menudo olvidamos, a saber, “que no somos criaturas autosuficientes, y que necesitamos nutrirnos todos los días”, explicó el Papa.
“En la invocación: "Danos hoy nuestro pan de cada día", Jesús nos enseña a pedir al Padre el pan cotidiano, unidos a tantos hombres y mujeres, para quienes esta oración es un grito doloroso que acompaña el ansia de cada día, porque se carece de lo necesario para vivir”.
“¡Cuántas madres y padres, aún hoy, van a dormir con el tormento de no tener suficiente pan para sus hijos al día siguiente!”, exclamó el Papa; e invitó a imaginar esta oración recitada “no en la seguridad de un apartamento cómodo, sino en la precariedad de una habitación en la que uno se adapta, donde falta lo necesario para vivir”.
En este contexto, “las palabras de Jesús asumen una nueva fuerza”, dijo, porque la oración “no es un ejercicio para ascetas”, sino que “parte de la realidad, del corazón y de la carne de las personas que viven en necesidad, o que comparten la condición de quien no tienen lo necesario para vivir”.
“Por eso Jesús nos invita a suplicar “nuestro” pan, sin egoísmos, en fraternidad. Porque si no lo rezamos de esta manera, el Padrenuestro deja de ser una oración cristiana. Si decimos que Dios es nuestro Padre, estamos llamados a presentarnos ante Él como hermanos, unidos en solidaridad y dispuestos a compartir el pan con los demás; en definitiva, a sentir en “mi hambre” también el hambre de muchos que hoy en día carecen aún de lo necesario”.
Francisco llamó a estar bien atentos al pedido que hacemos a Dios: “el pan que el cristiano pide en la oración no es 'mi pan' es 'nuestro pan'. Así es como Jesús lo quiere”, aseveró. Él “nos enseña a pedirlo no sólo por nosotros mismos, sino para la entera fraternidad del mundo”. Esto porque “en mi hambre siento el hambre de las multitudes”.
“Pensemos en los niños que están en países en guerra: los niños hambrientos de Yemen, los niños hambrientos en Siria, los niños hambrientos en muchos países donde no hay pan, en Sudán del Sur. Pensemos en estos niños y pensando en ellos digamos juntos, en voz alta, la oración: Padre, danos hoy nuestro pan de cada día”.
Hablando del milagro de la multiplicación del pan realizado por Jesús, el Papa señaló que el Maestro multiplicó “el gesto de generosidad” del muchacho que estaba dispuesto a compartir su provisión, los cinco panes y dos peces. El muchacho, dijo, “había comprendido la lección del Padrenuestro: que el alimento no es propiedad privada –metámonos esto en la cabeza: el alimento no es propiedad privada– sino providencia para ser compartida, con la gracia de Dios”. “El verdadero milagro realizado por Jesús ese día no fue tanto la multiplicación –que es verdad– sino el compartir: den aquello que tienen y yo haré el milagro”, aseguró. +
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