“Nuestro corazón vibra de emoción y gratitud a Dios que no nos abandona, que sostiene nuestra acción apostólica regalándonos el don de la vida y la misión de dos nuevos colaboradores que pastorearán este pueblo en nombre de Jesucristo”, afirmó el prelado en su homilía.
“En esta celebración, la obra artesanal de una Iglesia formadora de hombres, guiada por el Espíritu Santo, ve coronados sus esfuerzos en la ordenación sacerdotal de Matías y Marcelo, frutos de nuestro seminario mayor Nuestra Señora del Rosario. Por eso, quiero adelantar también, mi gratitud a sus familias por el don de la vida, a los sacerdotes del Seminario que fueron sus educadores, a las comunidades que los acogieron y ayudaron a llegar a este momento”, expresó.
“No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio, y no bajemos los brazos”, manifestó monseñor Colombo a los nuevos sacerdotes, a quienes recordó: “El Señor que los conoce y los ama, los envía a anunciarlo. Él mismo se entregó por ustedes para que tengan vida y esa vida puedan comunicarla con alegría y esperanza a nuestro querido pueblo mendocino, a toda la Iglesia. A tiempo y a destiempo, lejos de todo cálculo humano, entréguense a esa Palabra para asumirla y en ella tendrán patente toda la densidad del amor de Dios que los ha querido llamar a su servicio”.
“El mismo Señor es quien les da la misión de amar y cuidar de su rebaño. En el ministerio que les confía, la clave es el amor, un amor valiente y fiel, un amor disponible que se renueva toda vez que nace y se apoya en la Palabra del Señor, un amor que es respuesta confiada y generosa a Dios y a los hombres”, continuó.
“Con la emoción de este día, quiero invitarlos a contemplar la misión que el Señor les confía y las exigencias del contexto donde ésta se desarrollará. No faltarán quienes les digan que estos son tiempos más difíciles y complejos. Ciertamente nunca fue ni será sencillo asumir en toda su densidad una misión que nos excede por nuestras propias carencias y fragilidades, pero que quiere contar con nosotros por puro amor del Señor”, destacó.
“Pero éste es nuestro tiempo. Se trata de amarlo y abrazarlo para servir a los hombres nuestros hermanos. En él, partirán el Pan de Vida y darán de comer al pueblo encomendado”, animó. “Seguramente hay elementos que caracterizan dolorosamente a esta época en relación con otras. A ustedes, junto a nosotros, les tocará ‘remar’ con una sociedad descreída, ilusionada en la arrogancia suicida de ‘archivarlo’ a Dios, desconfiada, errática en sus aspiraciones, seducida por compulsiones materialistas y voraces, arrasada por grietas infinitas, innecesarias, crueles, masacradoras de vidas y sueños”, señaló.
“Pero seguramente, más que nunca, en el vigor de su juventud consagrada no les faltará la pasión para asumir este aquí y ahora que habitarán como pastores, enviados del Dios amor que sale a buscar al hombre para ganar su corazón”, aseguró.
“Por esto, frente al desaliento de los indicadores sociales y a pesar de nuestras innumerables e innegables fragilidades y pecados como Iglesia, el Señor quiere confiar en este ministerio que hoy estrenan, en el amor creativo y exigente que lo sostiene, en la sencilla pero firme consideración de que todo lo pueden en Aquél que nos amó primero y lo dio todo por nosotros, ultrajado, insultado, colgado injustamente de una Cruz. Él es nuestra única esperanza. Es la Palabra fiel sin vencimiento ni doblez. El único garante del servicio que hoy comienzan a ejercer en su nombre”.
“Como ven queridos Matías y Marcelo, no se tratará tanto de hacer mucho sino de amar mucho. A Dios y a los hombres, sus hermanos. De ese ministerio de amor este mundo, este tiempo, están necesitados. Pero no se asusten. No están solos. Hoy, los recibimos en el presbiterio mendocino al que se incorporan. Con su experiencia de vida y misión, los hermanos sacerdotes sabrán animarlos a perseverar mientras profundizan cada día su sí a Dios y a los hermanos. Nadie nace sacerdote, sino que se va haciendo en la trabajosa maduración del tiempo, mientras descansa en las manos del Señor y el amor de su pueblo que siempre cura los rigores del camino”, advirtió.
“Sabemos de su entusiasmo y alegría. Nos llena de esperanza saber que desde hoy trabajarán sacerdotalmente por el bien del pueblo encomendado. Por eso, los confío a María Santísima del Rosario y a nuestro Patrono, Santiago, para que ellos cuiden sus sueños y proyectos, los caminos que recorran y las comunidades donde sirvan, para que ustedes puedan llevar a feliz y fecundo cumplimiento la misión que el Señor les encomendó”, concluyó.+
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