Luego de charlar con los presos, el obispo escribió unas palabras sobre esta experiencia de encuentro con el mundo de los carcelados. Sostuvo que “la cárcel, sin duda, es reflejo de la misma sociedad que la alimenta” y “réplica aumentada de todos sus vicios y limitaciones”.
“La cárcel es un lugar donde, con mayor o menor conciencia, escondemos una realidad que no queremos ver o deseamos ver de lejos. Pero existe. Y alberga en sus entrañas personas, mayormente pobres, con historias probablemente condicionantes de su realidad. Que no justifica, pero que condiciona”, aseguró el obispo.
Monseñor Barba aseguró sentirse muy bienvenido en cada uno de los pabellones que visitó, pero también reconoció que volvió “con un sabor amargo”, porque “la existencia y funcionalidad de estos lugares muestra muchos fracasos personales y sociales”.
“Quienes tenemos fe debemos ver en esos rostros mayormente jóvenes, que Cristo nos llama y nos cuestiona. Es una posibilidad también de ser servidores de quienes han caído o se han equivocado. Es un grito silencioso a mirarnos desde ellos con un corazón misericordioso y respetuoso. Quizá no entendamos, o peor aún, quizá anide en nuestros corazones deseos de venganza por situaciones vividas, ojalá no nos quedemos enredados en esa trampa”, manifestó.
Monseñor Barba invitó a los fieles a no ser indiferentes a esta realidad de la diócesis, la cárcel, y convocó a servir desde la organización de una pastoral carcelaria y con la oración.+
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