La Liga Nacional de Diletantes, como recordó el Santo Padre, tiene como valores la lealtad deportiva y el respeto de las reglas y del adversario, es decir un juego duro, pero correcto que requiere “un gran dominio de sí, que se logra con el entrenamiento interior y el cuidado de la vida espiritual, además de la física, porque cada uno de nosotros está hecho de una unidad de cuerpo y de mente, y una no puede estar bien si se descuidan las exigencias de la otra”.
Asimismo, explicó Francisco, “diletante” significa, el que se deleita, el que se divierte, y ustedes, los diletantes “tienen que recordar siempre, también si más adelante se convierten en profesionales, que la alegría es el alma del juego y si dentro de ustedes la alegría sucumbe al deseo del éxito o al desprecio de los adversarios, significa que dejaron de jugar y abandonaron el sano espíritu competitivo, que es el más auténtico de toda confrontación deportiva. “Conserven la alegría de jugar y difundidla entre los que los observan o animan”.
En su discurso, el Santo Padre resaltó la “gran pasión” por el fútbol de los miembros de esta Liga Nacional, pasión que al mismo tiempo se convierte en una ocasión de entrenamiento, crecimiento interpersonal y maduración individual.
“La celebración del 60º aniversario de su fundación les inspire gratitud, confirme sus intenciones y les permita comprender las valiosas enseñanzas del camino que han recorrido hasta ahora”. El pontífice destacó el papel importante que la Liga tiene en la sociedad italiana, especialmente en lo que se refiere a los jóvenes, con quienes está comprometido su trabajo educativo y formativo, que merece ser apreciado y fomentado.
Asimismo, el Papa haciendo referencia al contexto cultural y social en el cual vivimos, con sus rápidas transformaciones y desafíos y el fuerte impacto que tiene sobre los jóvenes, dijo que este ambiente nos empuja a “correr sin detenernos”, detrás de una aparente satisfacción que nos deja vacía el alma y sin un objetivo claro, es decir, nos “hace falta el gol”.
Al contrario, alentó el Santo Padre, debemos esforzarnos por tener claras nuestras metas y esto, dijo, no significa que se tiene que vencer siempre, sino que debemos de tener claro a donde estamos yendo y a donde nos llevan nuestros esfuerzos.
“El deporte –precisó– al que dedican tanto tiempo y energía, es un formidable campo de entrenamiento en este camino, porque requiere no sólo capacidad técnica, sino también entrenamiento y determinación, gran paciencia y aceptación de las derrotas, espíritu de equipo y voluntad de trabajar con los demás, así como la capacidad de ser feliz y positivo.
“Son muchas las cualidades que deben estar presentes en un buen jugador, porque de poco valdría la pena saber cómo golpear bien la pelota o superar a los adversarios, si después no se pudiera discutir tranquilamente con el árbitro o con los adversarios, o no se aceptara haber fallado un penal o una atajada”, precisó Francisco.
En este sentido, el pontífice señaló que, la Liga Nacional de Aficionados de fútbol promueve la lealtad deportiva y el respeto de las reglas, un una palabra el “juego limpio”, leal y correcto, vivido con intensidad pero con gran respeto por el adversario y para esto se necesita un buen dominio de sí, dominio que se adquiere con un entrenamiento interior y el cuidado de la vida espiritual. Citando a J. Huizinga, (Homo ludens, Einaudi 1973) que analizó el valor del juego en la civilización humana, el Santo Padre dijo que, desde siempre se ha practicado el deporte, poniendo en acto una especie de teatro con reglas claras y precisas, donde se realiza la competición pero sin nadie se haga daño.
Mentalidad solidaria
Finalmente, el papa Francisco animó a los deportistas a tener un espíritu de solidaridad, a través de una “participación activa en el desarrollo de la vida social y cultural de la comunidad”. Esto significa tender la mano a los que han caído o sufrido una falta; significa no denigrar a los que no sobresalen, sino tratarlos con igualdad; significa comprender que el campeonato no comienza si se está solo, y que incluso en nuestra sociedad sólo se puede salvar juntos, mientras que se pierde si se deja de lado a los que son más débiles y se sienten como un residuo.
Comentando el Evangelio de Mateo donde Jesús dice que “los últimos serán los primeros”, el pontífice explicó que, “Jesús ciertamente no quiere decir que debemos tratar de perder, sino simplemente que debemos amar y hacer todo con una mirada de bondad sobre las personas y las situaciones. Esto significa, por lo tanto, hacerse últimos, aprendiendo a ver la belleza incluso en las cosas más pequeñas y tratar de aceptar nuestros límites con serenidad”. +
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