Entronizarán una imagen de San Francisco Coll en la basílica de Luján

Luján (Buenos Aires) (AICA): Al cumplirse diez años de su canonización, el viernes 11 de octubre será entronizada en la basílica Nuestra Señora de Luján una imagen del padre Francisco Coll, fundador de la congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata.
En el marco del 10º aniversario de su canonización, una imagen del padre San Francisco Coll será entronizada en la basílica de Nuestra Señora de Luján.

La cita es el viernes 11 de octubre a las 12 en el santuario nacional, y contará con la presencia de miembros de la comunidad dominica que acudirán desde distintos puntos del país.

Este acontecimiento conmemora el reconocimiento a la santidad del padre Coll, canonizado por el papa Benedicto XVI en Roma el 11 de octubre de 2009, gracias a la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión, que provocó la curación de una niña recién nacida en Madrid en 2002.

San Francisco Coll
Francisco Coll i Guitart nació el 18 de mayo de 1812 en Gombrèn, un municipio en la provincia de Gerona, España, en el seno de una familia de cardadores de lana. Fue el menor de once hermanos, a quienes su madre, viuda a poco de nacer Francisco, educó en la sólida piedad cristiana.

Desde sus primeros años se sentía apóstol. Sus amigos acudían a oír sus predicaciones infantiles desde la fuente en la plaza del pueblo, o subido a bancos y sillas. Todos veían en él un futuro sacerdote. A los diez años dejó Gombrèn y marchó a estudiar al seminario de Vic, alternando sus estudios con la enseñanza a los niños en la masía de Puigseslloses. Piedad, estudio, enseñanza, apostolado: buenos cimientos para un futuro predicador y fundador.

En 1830 comenzaron cinco años claves en la vida de Francisco. Decidió ser fraile predicador, dominico. Y lo fue en el convento de la Anunciación de Girona. Sólida formación teológica, intensa vida de oración: las dos alas que le sirvieron para volar por Cataluña como apóstol del Evangelio, enamorado de María. En 1835 todos los religiosos tuvieron que abandonar sus conventos, que pasaban a manos del Estado. Fray Francisco siguió siendo dominico para siempre. No hubiera podido encontrar para su vida un modelo mejor que Domingo de Guzmán.

En 1836, fue ordenado sacerdote en Solsona, Lérida. Desde entonces, su vida fue un gastarse continuo en toda la gama de servicios ministeriales y apostólicos: catequesis, confesiones, dirección de almas, y sobre todo, predicación. Francisco Coll continuaría siendo dominico toda su vida. Firmaría anteponiendo a su nombre «Fray», y posponiendo las siglas «OP», que significan: de la Orden de Predicadores (dominicos). Y llevaba muy dentro de su alma de apóstol la consigna de Cristo: «Id y predicad». Por eso, desligado de las cargas parroquiales, recorrió toda Cataluña, dando ejercicios espirituales a sacerdotes y religiosas y predicando misiones populares, con tanto éxito, que su gran compañero, San Antonio María Claret decía: «Cuando ha predicado el padre Coll en una población, ya no nos queda nada que espigar a los demás».
En 1856, el mundo quedaba pequeño para un corazón de apóstol. El padre Coll veía que la mies era mucha. Su afán, inmenso. Sus posibilidades, limitadas en el tiempo y en el espacio. ¿Por qué no ampliar su espíritu y su misión? La respuesta a este interrogante fue la obra maestra del Padre Coll: la Congregación de Dominicas de la Anunciata. Sus hijas continuarían cultivando los campos donde el Padre Coll iba sembrando la Palabra, especialmente entre la juventud femenina.

Los Colegios de la Anunciata fueron focos de irradiación evangélica, junto con la formación humana, con el espíritu de sencillez, de alegría, de servicio, que caracterizó al fundador.

En 1875, ya hacía algo más de cinco años que había quedado ciego repentinamente. Recobró algo la vista pero desde diciembre de 1869 no pudo volver a leer. Eran frecuentes los ataques apopléticos. La vida austerísima, las correrías apostólicas, la lucha contra las mil dificultades que encontraba su Congregación, habían acabado con sus fuerzas. Santamente, como había vivido, pasó de este mundo a la Casa de Padre, de la mano de María.

Atrás dejaba una prolongación de su vida y de su misión: más de trescientas hermanas, animadas de su mismo espíritu. Hoy más de mil Dominicas de la Anunciata sirven a Cristo en los hermanos: colegios, misiones, hospitales, asilos, residencias, obras sociales, colaboración con parroquias y obras de Iglesia… un amplio abanico del servicio cristiano en Europa, América, África y Asia.

Su memoria litúrgica se celebra el 19 de mayo.+

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