Mons. Scheinig: El amor de Dios es novedad permanente

Mons. Scheinig: El amor de Dios es novedad permanente

El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió el Jueves Santo la misa de la Cena del Señor en la catedral Nuestra Señora de las Mercedes.

En su homilía, el prelado afirmó que “el mundo necesita una renovación urgente y profunda, una novedad”, y advirtió que “son muchos los signos de un mundo que se pone en un lugar difícil”.

“El mundo necesita una novedad, y esto que estamos viviendo que nos pone a todos en una situación de duda, de miedo, de perplejidad, no significa que aprendamos la lección”, consideró. “Algunos dicen que esto nos va a ayudar a aprender. Puede ser que sí. Puede ser que demos vuelta la página, comencemos un capitulo distinto de la historia humana. Pero también puede ser que no. A veces a los seres humanos nos cuesta mucho el aprendizaje, nos cuesta entrar en una novedad que nos haga más humanos”, afirmó.

Ante esto, aseguró: “Jesucristo es la respuesta del Padre Dios para las necesidades más profundas del mundo. Los que conocemos a Jesucristo, los que creemos en él, los que intentamos seguir el camino de Jesús, sabemos que él es una persona viva que es respuesta para las necesidades humanas. El hace más humana la vida”.

“Por eso comenzar celebrando este Triduo Pascual con la cena del Señor nos invita a estar atentos y ver por dónde viene la respuesta de Dios para el aquí y ahora del mundo y de cada uno de nosotros”, continuó.
El evangelista Juan, explicó el prelado, “hace hincapié en un signo muy particular, muy fuerte, un signo común que era lavar los pies a los comensales. Pero era común para los esclavos, para los servidores. La gente venía caminando por los caminos de tierra y para que estuvieran cómodos en la casa, el sirviente lavaba los pies. Y nos dice Juan que cuando Jesús llegó a lavarle los pies a Simón, Simón se negó”, relató.

“Tiene lógica que se niegue. Jesús es el Maestro, el Señor y es posible que a Pedro, además de la lógica lo traicione el orgullo, la soberbia que camina con nosotros y no nos permite la novedad”, advirtió. “Estamos tan centrados en nosotros mismos, que cuando aparece lo nuevo, lo verdaderamente nuevo, no lo descubrimos. Porque estamos acostumbrados a vernos a nosotros mismos y ver todo a través de nosotros”, lamentó.

“Pero Jesús le dice: ‘Si yo no hago esto, Simón, no solamente no vas a poder comprender; no vas a descubrir el sentido de todo, el sentido tuyo, el sentido mío’. Entonces Simón se abre a Jesús y le dice ‘lávame todo’”, detalló.

“El Señor toma la forma del siervo, del esclavo. Jesús, el Maestro, lava los pies y es un signo de Dios ponerse al servicio nuestro. El servicio de Dios es un amor total, un amor distinto, tan grande, tan inabarcable, que cada vez que toca lo humano, lo trasforma. La novedad es el amor de Dios hecho carne, hecho sangre en Jesucristo, que se pone al servicio de cada uno de nosotros”, sostuvo.

“Dios nos ama tanto que Él quiere cambiarnos, hacer más pleno lo humano. Y esto es novedad permanente. Porque yo hoy puedo experimentar el amor de Dios y uno cree que ya está; pero en otra etapa de la vida el amor de Dios vuelve a aparecer como novedoso. Éste amor de Dios es tan original, que nunca es viejo, nunca envejece, nunca se hace monótono, nunca muere”.

“El amor de Dios quiere invitarnos a una experiencia de sumergirnos en él. Aquello que comenzó en el bautismo, la primera experiencia de inmersión en el amor de Dios, Jesús lo quiere renovar en cada domingo, en cada Eucaristía. En cada momento de la vida, en cada circunstancia”, afirmó el arzobispo.

“Y cuando uno experimenta ese amor tan fuerte, tiene ganas de compartirlo. Y a uno le dan ganas de lavar los pies. El Señor invita a esa dinámica del amor. Ahora uno, renovado en el amor de Dios, tiene ganas de que otro se renueve, que otro descubra que hay un sentido de la vida siempre novedoso en Dios”.

“‘Ustedes, les dice Jesús a sus discípulos y a nosotros, tienen que ser capaces de transmitir un amor tan fuerte que cambie lo que toque’ y ese es el desafío de la historia”.

“Estamos en un momento novedoso, delicado de la historia, una oportunidad para abrirnos a un amor nuevo, a una humanidad nueva, a una fraternidad nueva”, consideró el prelado.

En esta cena, el Señor toma el pan y la copa de vino que los judíos comparten cada vez que celebran su pascua y en esta novedad del amor les dice: ‘Tomen, esto es mi cuerpo; tomen, esto en mi sangre’, otra expresión del amor que quiere quedarse, que quiere permanecer”, destacó.

“Aparece la novedad del amor de Dios que es el ministerio sacerdotal ‘Hagan esto en memoria mía’ les dice a los apóstoles, y la Iglesia lo viene haciendo a través de sus sacerdotes día a día. Hacemos memoria de esa Pascua y la hacemos presente como si sucediera hoy. Y la cena de ahora, que es la misma que la cena del Señor, sin embargo, es novedosa, es siempre nueva. Es el amor de Dios, que nunca muere, nunca es viejo”, sostuvo.

“Hoy celebramos y damos gracias por este misterio de la Eucaristía y del sacerdocio”, señaló el prelado, y concluyó su reflexión agradeciendo a los sacerdotes de la arquidiócesis por su entrega: “El Señor nos llamó por amor, por eso nos llamó a hacer una experiencia de entrega amorosa al pueblo de Dios”, aseguró. “Nos llamó por su amor y porque en nuestra pobreza quiere mostrar que cuando el amor toca te transforma. Nosotros podemos dar testimonio de eso”.+

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