Francisco presidió la Misa Criolla en la fiesta de la Virgen de Guadalupe


El papa Francisco presidió en la basílica de San Pedro una misa en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona del continente americano. La celebración, a la que asistieron autoridades de todos los países americanos, fue acompañada musicalmente con la Misa Criolla de Ariel Ramírez, interpretada por artistas argentinos convocados por el cincuentenario de esta obra folclórica y religiosa.

En el inicio de la misa, las banderas de los países del continente ingresaron en procesión por la nave central de la basílica vaticana, y atrás, el Santo Padre, los cardenales y los obispos que concelebraron la Eucaristía.


La guía de la celebración fue en su mayor parte en castellano, con momentos en portugués y una oración en nahuátl, la lengua del indio san Juan Diego, a quien María se apareció en el monte Tepeyac, en las afueras de la actual ciudad de México.


La Misa Criolla, en tanto, fue interpretada con la voz solista de Patricia Sosa y la ejecución de artistas nacionales. El acompañamient coral estuvo a cargo del coro romano Música Nuova.


“Que la Madre de Dios continúe protegiendo a nuestros pueblos”

En su homilía, el Santo Padre destacó el sentido espiritual de la celebración: “Nuestra Patria Grande latinoamericana conmemora con gratitud y alegría la festividad de su patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, cuya devoción se extiende de Alaska a la Patagonia”.


Francisco invitó a hacer memoria agradecida de su visitación en el continente y de su compañía materna, reflexionó sobre el canto del Magnificat, que la liturgia propone para esta fiesta, y renovó a María la súplica para que continúe acompañando, auxiliando y protegiendo a los pueblos y la misión evangelizadora en el continente.


El Papa recordó que en el monte Tepeyac, María se presentó como "la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios", y de este modo, “dio lugar a una nueva visitación”.


“Ella corrió premurosa a abrazar también a los nuevos pueblos americanos, en dramática gestación”, expresó, apareciendo como una mujer vestida de sol, con la luna a sus pies, “que asume la simbología de estos pueblos y les dona a su Hijo”.


“La más perfecta discípula del Señor se convirtió en la Gran misionera”, rescató el Papa. “El hijo de María Inmaculada y encinta se revela como el verdadero Dios. Ya nadie más es solamente siervo, sino hijos de un mismo padre y siervos en el Siervo”, agregó.


El pontífice también destacó que la Santa Madre de Dios visitó a estos pueblos y quiso quedarse con ellos, por eso dejó estampada su imagen en la tilma de san Juan Diego, su mensajero, para que la tengamos bien presente, y es “símbolo de la alianza de María con estos pueblos, a quienes confiere alma y ternura”.


“Por su intercesión, la fe cristiana fue convirtiéndose en el más rico tesoro del alma de los pueblos americanos, cuya perla preciosa es Jesucristo: un patrimonio que se transmite y manifiesta hasta hoy en el bautismo de multitudes de personas, en la fe, esperanza y caridad de muchos, en la preciosidad de la piedad popular y también en las costumbres de los pueblos”, subrayó el Papa.


En otro tramo de su prédica, Francisco destacó que el canto del Magnificat que la Virgen pronuncia frente a su prima santa Isabel introduce en las bienaventuranzas, que son síntesis del evangelio. A partir de esta reflexión, llamó a pedirle a María una gracia: “Que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, porque de ellos es el Reino del Cielo”.


“¡Y hacemos esta petición porque América Latina es el continente de la esperanza!”, agregó el obispo de Roma.


“Pongamos estas realidades y deseos en la mesa del altar como ofrenda agradable a Dios, suplicando su perdón, celebrando el sacrificio y victoria pascual de Nuestro Señor Jesucristo. Él es la piedra angular de la historia, y fue el gran descartado”, observó el Papa.


Francisco suplicó que la Madre de Dios continúe acompañando, auxiliando y protegiendo a los pueblos de América. “Que conduzca de la mano a todos los hijos que peregrinan en la tierra camino a Jesucristo, presente en su Iglesia a través de la sacramentalidad, de su Palabra, y presente en el pueblo fiel de Dios. Que nos hable al corazón y nos haga escuchar su voz de Madre, de madrecita, que nos diga: «¿Acaso tenés miedo? ¿No ves que estoy yo aquí, que soy tu madre?».+


Texto completo de la homilía



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