Ciudad del Vaticano (AICA): En el mediodía de hoy, primer domingo de Cuaresma, luego del rezo del Ángelus, el papa Francisco obsequió a los miles de fieles y peregrinos, congregados en la Plaza de San Pedro, un libro de bolsillo titulado “Cuida tu corazón”. “Tomen un librito cada uno, dijo Francisco, y llévenlo con ustedes, como una ayuda para la conversión y crecimiento espiritual, que comienza siempre desde el corazón: allí donde se juega el partido de las decisiones diarias entre el bien y el mal, entre lo mundano y el Evangelio, entre la indiferencia y la solidaridad. La humanidad necesita de justicia, de paz, que sólo se puede tener retornando con todo el corazón a Dios, que es la fuente”, expresó el Pontífice.
“La Cuaresma, dijo Francisco, es un camino de conversión que se centra en el corazón. Por lo tanto, en este primer domingo, pensé en regalarles aquí en la plaza un pequeño libro de bolsillo titulado “Cuida tu corazón.” Este libro recoge algunas de las enseñanzas de Jesús y los contenidos esenciales de nuestra fe, como los siete Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, los Diez Mandamientos, las virtudes, las obras de misericordia.
Ahora lo distribuirán los voluntarios, entre los cuales hay muchas personas sin hogar. Tomen un librito cada uno y llévenlo con ustedes, como una ayuda para la conversión y crecimiento espiritual, que comienza siempre desde el corazón: allí donde se juega el partido de las decisiones diarias entre el bien y el mal, entre lo mundano y el Evangelio, entre la indiferencia y la solidaridad. La humanidad necesita de justicia, de paz, que sólo se puede tener retornando con todo el corazón a Dios, que es la fuente.
Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus
El miércoles pasado, con el rito de las Cenizas, comenzó la Cuaresma, y “hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que hace referencia a los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. San Marcos escribe en el Evangelio de hoy: “El Espíritu condujo a Jesús al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días tentado por Satanás. Él estaba con las fieras y los ángeles le servían “(1,12-13).
Con estas sencillas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de comenzar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara para anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en esos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones, y lo venció.
La Iglesia nos recuerda este misterio al inicio de la Cuaresma, porque nos da la perspectiva y el significado de este tiempo, que es tiempo de batalla espiritual contra el espíritu del mal (cf. Oración Colecta el Miércoles de Ceniza). Y mientras atravesamos el “desierto” Cuaresmal, nosotros mantenemos la mirada dirigida a la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el maligno, contra el pecado y contra la muerte. Aquí está el significado de este primer domingo de Cuaresma: retornar decididamente por el camino de Jesús, el camino que lleva a la vida.
Este camino pasa a través del desierto. El desierto es el lugar donde se puede escuchar la voz de Dios y la voz del tentador. En el ruido, en la confusión esto no se puede hacer; sólo se sienten voces superficiales. En cambio en el desierto lo podemos hacer con profundidad, donde se juega realmente nuestro destino, la vida o la muerte. ¿Y cómo sentimos la voz de Dios? La sentimos en su Palabra. Por lo tanto, es importante conocer las Escrituras, porque de lo contrario no sabemos responder a los ataques del maligno.
El desierto Cuaresmal nos ayuda a decir no a lo mundano, a los “ídolos”, nos ayuda a tomar decisiones valientes, de acuerdo con el Evangelio y a fortalecer la solidaridad con los hermanos.
Entonces entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. En efecto, como lo fue para Jesús, es justo el Espíritu Santo quien nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu que descendió sobre Jesús y que se nos ha donado en el bautismo.
La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que nos debe llevar a tomar más conciencia de cuanto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, obró y puede obrar en nosotros. Y al final del camino cuaresmal, en la Vigilia de Pascua, podremos renovar con una mayor conciencia la alianza bautismal y los compromisos que derivan de él.
La Santísima Virgen, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a ser guiados por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una “nueva criatura”.
A Ella le encomiendo, en particular, la semana de ejercicios espirituales que comenzará esta tarde, y a la que voy a participar junto con mis colaboradores de la Curia Romana. Les pido de acompañarnos con sus oraciones.+
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