“Ofrecemos esta misa por nuestros 21 hermanos coptos, sacrificados por el sólo hecho de ser cristianos”, comenzó el Papa. “Rezamos por ellos, para que el Señor les reciba como mártires, por sus familias, por mi hermano Teodoro, que sufre tanto”.
Tomando la primera Lectura del día que narra el diluvio universal, el Papa advirtió que el hombre es incluso capaz de destruir la fraternidad y de aquí nacen las guerras y las divisiones. Por eso, condenó a los “emprendedores de la muerte” que venden armas a países en conflicto para que la guerra pueda continuar. “El hombre es capaz de destruir todo lo que Dios hizo”, subrayó.
De este modo, hablando de este pasaje del Génesis que muestra la ira de Dios por la maldad del hombre, el Pontífice observó que el hombre "parece ser más poderoso que Dios”, es capaz de destruir las cosas buenas que Él hizo.
Y así, señaló que en los primeros capítulos de la Biblia encontramos muchos ejemplos -Sodoma y Gomorra, la Torre de Babel- en los que el hombre muestra su maldad. Un mal, advirtió, que anida en lo profundo del corazón.
“Pero padre, ¡no sea tan negativo!” dirán algunos. “Pero esta es la verdad. Somos capaces de destruir también la fraternidad: Caín y Abel en las primeras páginas de la Biblia. Destruyen la fraternidad. Es el inicio de las guerras. Los celos, las envidias, tanta codicia por el poder, por tener más poder. Sí, esto parece negativo, pero es realista. Tomen un diario, cualquiera -de izquierda, de centro, de derecha- cualquiera. Y verán que más del 90 por ciento de las noticias son noticias de destrucción. Más del 90 por ciento. Y esto lo vemos todos los días”.
“¿Pero qué sucede en el corazón del hombre?” se preguntó Francisco. De este modo, indicó que Jesús nos recuerda que “del corazón del hombre salen todas las maldades”. Nuestro “corazón débil está herido”.
A propósito advirtió que hay siempre un “deseo de autonomía”: “yo hago lo que quiero y si quiero esto, ¡lo hago! Y si para esto quiero hacer una guerra, ¡la hago!”
De nuevo se preguntó el Santo Padre: “¿Pero por qué somos así?” Y lo explicó con estas palabras: “Porque tenemos esta posibilidad de destrucción, este es el problema. Después, en las guerras, en el tráfico de armas. ‘Pero, ¡somos emprendedores! Sí, ¿de qué? ¿De muerte? Y hay países que venden las armas para esto, para que continúe la guerra. Capacidad de destrucción. Y esto no viene del vecino: ¡de nosotros! ‘Cada intento íntimo del corazón no era otro que el mal’. Nosotros tenemos esta semilla dentro, esta posibilidad. Pero tenemos también al Espíritu Santo que nos salva. Pero debemos elegir, en las pequeñas cosas”.
A continuación, el Santo Padre advirtió también sobre los chismes, sobre quien habla mal del vecino: “también en la parroquia, en las asociaciones”, cuando hay “celos” y “envidias” y quizá va al párroco para hablar mal de otro.
Por eso, reconoció que “esta es la maldad, esta es la capacidad de destruir que todos nosotros tenemos”. Y sobre esto “la Iglesia nos hace reflexionar en las puerta de la Cuaresma”.
A este punto, el Santo Padre hizo referencia al Evangelio de hoy, en el que Jesús regaña a los discípulos que pelean entre ellos porque se habían olvidado de tomar el pan. El Señor les dice que pongan “atención”, que tengan cuidado “con la levadura de los fariseos, con la levadura de Herodes”. A propósito de esto, el Santo Padre dio el ejemplo de dos personas. Herodes que “es malo, asesino” y los fariseos “hipócritas”.
Por tanto, Jesús les recuerda cuando partió los cinco panes y les exhorta a pensar en la Salvación, en lo que Dios hizo por todos nosotros. Pero ellos, prosiguió el Papa, “no entendían, porque el corazón estaba endurecido por esta pasión, por esta maldad de discutir entre ellos y mirar quién era el culpable de haberse olvidado el pan”.
Asimismo, el Santo Padre indicó que tenemos que tomarnos en serio el mensaje del Señor, “estas no son cosas raras, este no es el discurso de un marciano”, “el hombre es capaz de haber mucho bien”. Y así, puso como ejemplo a la Madre Teresa, “una mujer de nuestro tiempo”.
De este modo, el Obispo de Roma recordó que todos “somos capaces de hacer mucho bien, pero todos nosotros somos capaces también de destruir; destruir en lo grande y en lo pequeño, en la misma familia; destruir a los hijos”, "no dejándoles crecer con libertad", "no ayudándoles a crecer bien, anular a los hijos”.
Tenemos esta capacidad y por eso “es necesaria la meditación cotidiana, la oración, el debate entre nosotros, para no caer en esta maldad que destruye todo”, advirtió el Pontífice.
Finalmente, el Santo Padre subrayó que “tenemos la fuerza, Jesús nos lo recuerda. Recuerden. Y hoy nos dice: ‘Recuerden. Acuérdense de mí, que derrame mi sangre por ustedes, acuérdense de mí que los salvé, los salvé a todos. Acuérdense de mí, que tengo la fuerza para acompañarlos en el camino de la vida, no por el camino de la maldad, sino por el camino de la bondad, de hacer el bien por los otros; no por el camino de la destrucción, sino por el camino del construir: construir una familia, construir una ciudad, construir una cultura, construir una patria, cada vez más”.
Finalmente el Santo Padre invitó a rezar durante la Cuaresma para no dejarnos engañar por las seducciones. “Pidamos al Señor, hoy, antes de comenzar la Cuaresma esta gracia: elegir siempre bien el camino con su ayuda y no dejarnos engañar por las seducciones que nos llevan por el camino equivocado”.+
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