Mons. Castagna: “La Eucaristía recupera la centralidad de Dios y da sentido a la persona”

Mons. Castagna: “La Eucaristía recupera la centralidad de Dios y da sentido a la persona”

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la Eucaristía recupera, en la perspectiva del mundo actual, la centralidad de Dios, y su sentido referencial, para toda persona. Cuando Dios es desalojado del centro que le corresponde se produce el desequilibrio e la impotencia. De allí la incapacidad de retomar el rumbo, que conviene al ser creado por Dios”. “Cuando Dios se constituye en una apática opción religiosa y no en la principal referencia para la vida, la trayectoria personal y social da tumbos de variada intensidad y gravedad destructiva”, advirtió en su sugerencia para la homilía de la solemnidad del Corpus Christi.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la Eucaristía recupera, en la perspectiva del mundo actual, la centralidad de Dios, y su sentido referencial, para toda persona. Cuando Dios es desalojado del centro que le corresponde se produce el desequilibrio e la impotencia. De allí la incapacidad de retomar el rumbo, que conviene al ser creado por Dios”.

“Cuando Dios se constituye en una apática opción religiosa y no en la principal referencia para la vida, la trayectoria personal y social da tumbos de variada intensidad y gravedad destructiva”, advirtió en su sugerencia para la homilía de la solemnidad del Corpus Christi.

En este sentido, el prelado sostuvo que cuando esto sucede “la vida corriente muestra síntomas alarmantes de desorientación. El comportamiento moral de muchos se trastorna, no ya como consecuencia de una edad biológica sino como lamentable desenlace de actitudes irresponsables”.

“¿Falso discernimiento entre lo bueno y lo malo? ¿Debilidad endémica frente el mal y la corrupción?”, interpeló y respondió: “Las causas coyunturales son múltiples pero el origen debe situarse en la escasa o casi nula referencia a Dios. Cristo vino a recordar a un mundo incrédulo, o confundido, la centralidad del Dios verdadero y la urgencia de practicar una ‘religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre’".

Texto de la sugerencia

1.- La presencia viva de Jesucristo. La Eucaristía es la presencia viva de Cristo, anunciada y celebrada por la Iglesia. Durante todo el tiempo pascual nos hemos referido a esta presencia divina, recuperadora del hombre en pecado. El Señor no ha dejado de referirse a ella, antes y después de su muerte y resurrección. Muchos son los signos, escogidos por el mismo Señor, para hacer efectiva esa presencia. El que los corona a todos es la Eucaristía. Constituye la plenitud de la vida sacramental y, por lo mismo, de toda la vida cristiana. Es Cristo, mostrando el realismo de su naturaleza humana, tomada de María Virgen, en el drama doloroso de su Pasión y Muerte. Cumplida su Pascua - por la Resurrección - pone en evidencia que es Dios y, estando junto al Padre, permanece entre nosotros como "causa de salvación para quienes le obedecen". (Hebreos 5, 9) La Eucaristía celebra de manera plena la Pascua de Resurrección. El Verbo de Dios encarnado lleva el amor divino al extremo impresionante de la Cruz y, por su Resurrección, ofrece la prueba definitiva de su divinidad. De esa manera se convierte en Redentor de los hombres. Únicamente Dios perdona los pecados. Cristo resucitado es el Dios misericordioso, que "quita el pecado del mundo".

2.- La "centralidad" de Dios en el Cristo eucarístico. Su perdón reclama el arrepentimiento sincero de quien ha pecado. Es triste que se desperdicie esa oportunidad única y generosa. El "Corpus", así llamada esta Fiesta desde el siglo XIII - instituida por el Papa Urbano IV, el 8 de septiembre de 1264 - responde a una oportuna inspiración divina. Su importancia se desprende de la centralidad de Cristo en la historia. Sin Cristo la Iglesia no sería cristiana y el mundo no sería mundo. Su intervención en la historia es un gesto de misericordia destinado a que el hombre - todo hombre - recupere el rumbo perdido por causa del pecado. Cristo ha decidido expresarnos su cercanía de Verbo Encarnado mediante la Eucaristía. El Emanuel ("Dios con nosotros"), prolonga sine die su presencia en el mundo, gracias a la celebración eucarística. Esta Fiesta destaca la importancia vital de Cristo en la historia de los hombres, cualquiera sea su desarrollo, hasta que concluya el tiempo: "Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". (Mateo 28, 20). La Eucaristía mantiene, bien significada, esa adorable Presencia. Es urgente que en la conciencia de los creyentes se manifieste su realismo y significación. De esa manera se producirá la esperada transformación espiritual, que dará cauce al auténtico progreso.

3.- Sin Dios, como referente, se produce la corrupción. La Eucaristía recupera, en la perspectiva del mundo actual, la centralidad de Dios, y su sentido referencial, para toda persona. Cuando Dios es desalojado del centro que le corresponde se produce el desequilibrio e la impotencia. De allí la incapacidad de retomar el rumbo, que conviene al ser creado por Dios. Cuando Dios se constituye en una apática opción religiosa y no en la principal referencia para la vida, la trayectoria personal y social da tumbos de variada intensidad y gravedad destructiva. La vida corriente muestra síntomas alarmantes de desorientación. El comportamiento moral de muchos se trastorna, no ya como consecuencia de una edad biológica sino como lamentable desenlace de actitudes irresponsables. ¿Falso discernimiento entre lo bueno y lo malo? ¿Debilidad endémica frente el mal y la corrupción? Las causas coyunturales son múltiples pero el origen debe situarse en la escasa o casi nula referencia a Dios. Cristo vino a recordar a un mundo incrédulo, o confundido, la centralidad del Dios verdadero y la urgencia de practicar una "religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre...". (Santiago 1, 27)

4.- El Sacramento de su presencia real. ¡Con que fervor debiéramos comunicar al mundo esta verdad! Dios hecho hombre en Jesucristo reclama su centralidad en nuestras vidas. A partir de la Resurrección, como lo vinimos reflexionando durante los últimos domingos, está vivo - con su "Cuerpo, alma y divinidad" - entre nosotros, causando el perdón de nuestros pecados y conduciéndonos a la perfección del Padre. La Eucaristía, cuya solemnidad hoy celebramos, es el Sacramento - de esa presencia real - que el mismo Señor instituyó en la noche anterior a su crucifixión. Necesitamos escuchar la palabra evangélica que suscita la fe en su presencia y en la gracia que nos dispensa. La onda expansiva que nace de Él, y nos llega a todos, se difunde en virtud del ejercicio responsable del ministerio de la Iglesia. Así lo ha pensado Jesús y lo promueve, por su Espíritu, suscitando vocaciones misioneras en sagrados ministros, consagrados y laicos. La exposición pública y piadosa de la Sagrada Hostia expresa el llamado - dirigido a la ciudad y al mundo - a que Cristo, el Dios encarnado, sea reconocido como centro y referente de la vida personal y social de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.+

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