“Es cierto, pero hay algo que podemos hacer a partir de la chispa de la conmoción que suscitaron en nosotros aquellas imágenes torturadas”, aseguró y propuso: “Por lo pronto, tomar conciencia de fragilidad nos invita no solo a ser más atentos y cuidadosos sino también a reconocernos solidarios. Las maneras de concretar la solidaridad son mucho más variadas y accesibles de lo que solemos conocer”.
En este sentido, Espeche Gil recordó que “existen iniciativas de los distintos credos y variadas organizaciones de la sociedad civil que desarrollan programas de ayuda para responder a las necesidades surgidas de las catástrofes que se suceden sin pausa” y destacó que “los creyentes cuentan, además, con el poderoso recurso a la oración, tan variada e imaginativa como las personas que rezan. A ello nos invita incesantemente el papa Francisco”.
“El año pasado comenzó a difundirse en la Argentina y en otros países una práctica tan sencilla como eficaz: UN MINUTO POR LA PAZ. En esa oportunidad de 2014 el flyer del minuto por la paz se distribuyó en cuatro lenguas, este año la invitación se está distribuyendo masivamente en todo el mundo en veinte idiomas distintos”.
Espeche Gil sostuvo que “la paz no es solo cuestión de quienes padecen su ausencia, sino responsabilidad de mantenerla y hacerla crecer entre todos”, por eso exhortó a que el lunes 8 de junio a las 13 “detengámonos un minuto, allí donde estemos, solos o acompañados, e inclinando nuestra cabeza recemos para pedir por la paz en nuestro corazón y en todo el mundo”.
Texto del artículo
La mayoría de la población del mundo vive en núcleos urbanos. Buena parte de ellos vive en megalópolis de ritmos febriles. Una caricatura de la cultura megaurbana mostraría habitantes que viven y se desviven ocupados y preocupados por sus necesidades e intereses más inmediatos. Para quienes su tiempo y su atención no se estiran mucho más allá. Donde cada persona y su prójimo desaparecen alienados en el anonimato.En aquella caricatura de cultura, las noticias se distribuyen masivamente en imágenes de impacto y textos breves para captar aquel poco de atención que compite con intereses prioritarios de consumo comercial, político o de distracción.
La realidad sin embargo es más rica y compleja que aquella caricatura. Muchas de las noticias que proyectan los medios, a pesar de la lejanía de la información que trasmiten, conmueven por la crudeza de las imágenes de cuerpos heridos, rostros sufrientes, hogares destruidos y ciudades arrasadas. Ellas son algunas veces consecuencia de desastres naturales. Pero los que más nos afectan son los horrores que suman la perfidia y los odios que generan viejas y renovadas guerras. Para quien asiste a esas noticias de espanto, que se suceden en renovados escenarios semana tras semana, es difícil sustraerse a la sensación de impotencia y frustración. ¿Qué puede hacer uno?. No acaba de terminar de pasar la noticia de una calamidad en un país, cuando aparece la siguiente, peor, a miles de kilómetros de distancia.
Es cierto, pero hay algo que podemos hacer a partir de la chispa de la conmoción que suscitaron en nosotros aquellas imágenes torturadas.
Por lo pronto, tomar conciencia de fragilidad nos invita no solo a ser más atentos y cuidadosos sino también a reconocernos solidarios. Las maneras de concretar la solidaridad son mucho más variadas y accesibles de lo que solemos conocer. Existen iniciativas de los distintos credos y variadas organizaciones de la sociedad civil que desarrollan programas de ayuda para responder a las necesidades surgidas de las catástrofes que se suceden sin pausa.
Los creyentes cuentan, además, con el poderoso recurso a la oración, tan variada e imaginativa como las personas que rezan. A ello nos invita incesantemente el papa Francisco.
En este sentido, el año pasado comenzó a difundirse en la Argentina y en otros países una práctica tan sencilla como eficaz: UN MINUTO POR LA PAZ. En esa oportunidad de 2014 el flyer del minuto por la paz se distribuyó en cuatro lenguas, este año la invitación se está distribuyendo masivamente en todo el mundo en veinte idiomas distintos.
Es que la paz no es solo cuestión de quienes padecen su ausencia, sino responsabilidad de mantenerla y hacerla crecer entre todos.
Recordémoslo: el lunes 8 de junio a las 13 detengámonos un minuto, allí donde estemos, solos o acompañados, e inclinando nuestra cabeza recemos para pedir por la paz en nuestro corazón y en todo el mundo.+
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