“En el centro del Evangelio de este domingo -comenzó diciendo el Santo Padre- está el mandamiento del amor: el amor a Dios y el amor al prójimo. Un escriba le pregunta a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Él responde citando esa profesión de fe con la que todo israelita abre y cierra su día y que comienza con las palabras “¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor”.
De esta manera, explicó Francisco, Israel conserva su fe en la realidad fundamental de todo su credo: hay un solo Señor y ese Señor es “nuestro” en el sentido de que se ha unido a nosotros con una alianza indisoluble, nos ha amado, nos ama y nos amará para siempre. De esta fuente deriva para nosotros el doble mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
“Por eso amar a Dios quiere decir invertir todos los días las propias energías para ser sus colaboradores en el servir sin reservas a nuestro prójimo, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de comunión y de fraternidad. El evangelista Marco no se preocupa en especificar quien es el prójimo porque el prójimo es la persona que encuentro en el camino de mis días”.
Francisco precisó que “no se trata de preseleccionar a mi prójimo, esto no es cristiano, es pagano; sino que se trata de tener ojos para verlo y corazón para querer su bien. Si nos ejercitamos para ver con la mirada de Jesús, podremos estar siempre a la escucha y cerca de quien tiene necesidad. Las necesidades del prójimo reclaman ciertamente respuestas eficaces, pero primero exigen compartir”.
“Con una imagen podemos decir que el hambriento necesita no solo un plato de comida sino también una sonrisa, ser escuchado y también una oración hecha juntos”, indicó el Papa.
Tras precisar que el Evangelio de hoy invitar a la cercanía fraterna y a la ternura, el Pontífice resaltó que se trata entonces de “evitar el riesgo de ser comunidades que viven de muchas iniciativas, pero de pocas relaciones: ‘estaciones de servicio’, pero de poca compañía en el sentido pleno y cristiano de estos términos. Dios, que es amor, nos ha creado por amor y para que podamos amar a los otros permaneciendo unidos a Él”.
“Que la Virgen María nos ayude a acoger y testimoniar en la vida de todos los días esta luminosa enseñanza”, concluyó. +
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