Con el tema, “Catalina que camina con su pueblo en medio del dolor y la esperanza”, y en contexto con el Evangelio de Emaús, el arzobispo dedicó una reflexión alusiva a Catalina como mujer, como consagrada, como fundadora y en su papel “creativo para amar”.
Catalina, mujer y esposa, vivió en un tiempo donde en nuestra patria estaba comenzando la organización nacional con la Constitución de 1853. Pero ella “trató de acompañar el dolor de las personas que acudían a ella, trató de aliviar esos dolores y también trató de despertar la esperanza en esa gente que vivía en esas circunstancias realmente desafiantes”, recordó monseñor Ñáñez.
Los momentos “dramáticos” que atravesó Catalina la llevaron “caminar junto al pueblo entre el dolor que buscaba aliviar y la esperanza que buscaba reavivar”, insistió.
Como consagrada, “imaginó como ayudar especialmente a las mujeres a recuperar su dignidad, a aquellas que estaban excluidas y abandonadas, también mitigando dolores y reavivando la esperanza”, aseguró el arzobispo. Y destacó la dedicación que le dio a la difusión de los ejercicios espirituales.
Poco después, Catalina fundó la Congregación de las Hermanas Esclavas, “en amistad y colaboración notable con el Cura Brochero”, señaló. Ambos hicieron una “obra titánica, de gigantes, con un amor al Señor desbordante, que querían servir a sus hermanos mitigando dolores y despertando la esperanza”, añadió.
La posterior fundación de una escuela en la zona de Traslasierra, en donde se enseñaba francés y música, un lugar donde no había oportunidades de este estilo, fue una obra heroica.
“Hoy Catalina nos invita a que tengamos una imaginación de la caridad y una creatividad para tratar de mitigar dolores y reavivar la esperanza”, dijo monseñor Náñez al finalizar. Pidió al Señor que, por intercesión de la beata Catalina y el santo Cura Brochero, “nos alcance la gracia para ser sensibles al dolor de los demás y de ser instrumentos para que la esperanza brille en el corazón de cada uno”, concluyó. +
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