El Santo Padre manifestó a los religiosos su cercanía en la comunión eucarística y los animó en su sufrimiento recordando que “los mártires construyen el Reino de Dios, siembran cristianos para el futuro, son la verdadera gloria de la Iglesia y nuestra esperanza. Un testimonio así está llamado a no perderse ni siquiera en medio de la tormenta”.
Texto de la carta del Papa
Queridísimos padre Hanna y padre Louai,
Agradezco su carta en la que me hacen partícipe de su testimonio en la torturada tierra de Siria. Deseo compartir su sufrimiento y decirles que estoy cerca de ustedes y de las comunidades cristianas tan maltratadas por el dolor experimentado en la fe en Jesucristo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta pobreza, cuánto dolor de Jesús que sufre, que es pobre, que ha sido expulsado de su patria! ¡Es Jesús! Es un misterio. Es nuestro misterio cristiano. En ustedes y en los habitantes de la amada Siria vemos a Jesús que sufre.
Nada mejor que el martirio puede simbolizar la manera propia del cristiano de participar en la historia de salvación de la humanidad. Los mártires construyen el Reino de Dios, siembran cristianos para el futuro, son la verdadera gloria de la Iglesia y nuestra esperanza. Un testimonio así está llamado a no perderse ni siquiera en medio de la tormenta. No pocas veces el mar de la vida nos reserva una tempestad, pero de las olas existenciales nos llega un signo inesperado de salvación: María, la Madre del Señor, asombrada, en silencio, mira al Hijo inocente crucificado que llena de sentido la vida y la salvación de los hombres.
Les aseguro el constante recuerdo en la Comunión eucarística para que el incontable dolor se transfigure en la divina esperanza que el apóstol Pablo nos confirma en la Carta a los Romanos. «¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado».
Imploro a la Virgen para que los proteja bajo su manto de Gracia y suplique para ustedes el don de la perseverancia. Los bendigo de corazón y a todas las familias cristianas confiadas a su valerosa custodia.
Por favor, sigan rezando también por mí”. +
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